Primates
Hace unos días el Kibale Chimpanzee Project publicó un video donde se mostraba una pequeña chimpancé hembra que usaba un palo y piedras como muñecas. La pequeña jugaba con estas rudimentarias herramientas cargándolas en las espaldas y poniéndolas en su brazo como si se tratara de un bebé. No es la primera vez que se estudia este comportamiento en hembras. Los machos, en cambio, suelen usar palos y piedras como armas simulando batallas, y se golpean el pecho imitando a los machos adultos.
Estas observaciones nos muestran cuán cercanos somos a nuestros primos evolutivos. Nos muestran que gran parte de lo que llamamos roles de género tradicionales son una herencia de larga data, muy anterior a nuestra aparición como especie, muy ligada a la historia de los mamíferos y su forma de reproducción.
Los estudios que se hacen de los primates, sobre todo de los grandes simios, nos pueden ayudar a comprender mejor nuestro propio comportamiento. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Michigan siguiendo un grupo de chimpancés durante 54 años concluyó que también ellos coordinan ataques a grupos rivales. En estas batallas participan casi exclusivamente machos, mientras la participación de hembras es en una escala mucho menor. Los grupos de chimpancés son pequeños, así que tardaron mucho en comprender las motivaciones que están detrás de estos asesinatos: el acceso a los recursos, la apropiación del territorio y la búsqueda de parejas sexuales.
Una de las cosas que más ha sorprendido a los investigadores fue que los humanos resultaron ser mucho menos agresivos que gran parte de las otras especies de primates. En términos estadísticos, en cantidad de homicidios por población, los otros primates matan más que nosotros. Quizás pensamos que es distinto porque somos más, estamos mejor comunicados y tenemos una herramienta que nos permite hacer juicios morales mucho más duros que los de nuestros parientes: la cultura.
Nuestros valores culturales, acumulados en esta larga historia, son los que nos dicen que no se debe matar, que no se debe agredir. La cultura permite dirigir los impulsos naturales tribales, por ejemplo, en juegos de equipo en lugar de agresiones coordinadas reales. La cultura es la que nos hace poner en discusión nuestro papel en la reproducción de la especie y salir de nuestro rol de género.
Quizás esa sea esa una clave importante que tenemos que comprender para poder hacer una prevención real de la violencia y a escala humana: no somos violentos por la cultura, sino a pesar de ella.
La autora es escritora.
Columnas de CECILIA DE MARCHI MOYANO