La basura, una tarea siempre pendiente
Durante la noche del pasado martes, la tranquilidad fue rota por una avalancha de basura en Alpacoma, municipio de Achocalla, colindante con la ciudad de La Paz. Alrededor de 20.000 litros de lixiviados (líquido resultante de los residuos sólidos) y unas 850.000 toneladas de basura sólida se precipitaron sobre las zonas aledañas, se dispersaron en un área de casi un kilómetro y según todos los indicios, habrían contaminado las aguas de los ríos cercanos.
Felizmente, la zona del desastres está deshabitada, pero cerca hay muchas poblaciones afectadas.
Según la empresa encargada de la administración del depósito de basura, todo se debió a “un evento fortuito, súbito e imprevisto causado fundamentalmente por las precipitaciones pluviales (...)”.
Mientras tanto, la alcaldía de La Paz minimiza el problema. Aún sin tener suficientes elementos de juicio, se apresuró al asegurar que no había ningún riesgo de intoxicación del aire ni de las aguas. Por consiguiente, ni la salud de las personas ni de los cultivos tendrían que ser motivo de preocupación.
Por su parte, quienes simpatizan con el Movimiento al Socialismo, feroz adversario del gobierno municipal paceño, no disimula su entusiasmo ante la posibilidad de descargar toda la responsabilidad sobre el alcalde Luis Revilla y así obtener algún rédito político. Para ello, desde las reparticiones gubernamentales hasta los movimientos sociales que le son afines hacen cuanto está a su alcance para empeorar el problema y multiplicar el malestar de los habitantes de una ciudad que no tiene dónde botar las más de 600 toneladas de basura que produce cada día.
Todos los elementos de esta tragedia ambiental resultan muy conocidos para gran parte de la población boliviana. No es casual que todas las ciudades del país tengan tan parecidas dificultades para resolver el problema de la basura y estén, por consiguiente, sometidas a riesgos similares.
La explicación de la empresa responsable para justificar su falta de previsión es un buen ejemplo de lo dicho. Califica a las lluvias como “un evento fortuito, súbito e imprevisto”, como si hubiera algo menos fortuito y más previsible que las lluvias en pleno enero. Como si no fuera para hacer algo al respecto que fue contratada.
Todas las ciudades de Bolivia, desde las más grandes hasta las más pequeñas, carecen de sistemas modernos de recojo y tratamiento de basura. Las que existen son tan precarias y están tan mal administradas que son una permanente fuente de problemas y conflictos. A pesar lo que ni el gobierno central, ni los departamentales ni municipales incluyen el asunto entre sus prioridades.