Trece años de “proceso de cambio”
Hace 13 años, un día como hoy, el 22 de enero de 2006, el binomio ganador –con el 53,72%– de las elecciones generales que se realizaron un año antes asumió la conducción de nuestro país. Ese día, Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera inauguraron una de las etapas más largas e importantes de la historia contemporánea de nuestro país. Ese día se clausuró toda una época y se marcó la inauguración de otra. Y así como fueron muy hondas las raíces de las que brotó y se desarrolló, serán en la misma medida muy grandes sus efectos sobre el futuro de nuestro país.
Como es natural en toda obra humana, en la que se encuentran y entrecruzan diversas corrientes convergentes y divergentes, la que hoy llega a su 13 aniversario sólo puede ser reconocida si se la observa en medio de una muy amplia gama de luces y sombras. Es en medio de un amplio abanico de grises donde tendrán que buscarse los términos más adecuados para cualquier evaluación.
Para lograr una comprensión cabal de lo ocurrido durante los últimos años, condición indispensable para afrontar sus proyecciones hacia el porvenir, es indispensable una visión abierta a los matices, lo que queda tan fuera del alcance de las fuerzas gubernamentales –cuyo exitismo les impide ver sus propias limitaciones y asumir sus errores y falencias–, como de las fuerzas opositoras reacias a reconocer los aciertos, que no son pocos ni desdeñables.
Vistas las cosas desde esa perspectiva, la gestión económica aparece como la materia que mejores calificaciones dio a la gestión gubernamental. Y si bien es cierto que los éxitos económicos se deben en gran medida a los réditos provenientes de inversiones heredadas del pasado y a las excepcionalmente buenas circunstancias externas, no es menos cierto que fue gracias a una buena conducción que Bolivia hoy está en una situación de crecimiento y estabilidad económica mucho mejor que sus pares latinoamericanos y diametralmente opuesta a la de Venezuela, por ejemplo.
Desde el punto de vista social el balance es también positivo, pues aun a pesar de muchos derroches se logró plasmar la bonanza económica en mejoras sustanciales en la calidad de vida del pueblo boliviano, como lo confirman todos los indicadores sociales de los últimos años.
En lo político, entendido como todo lo relativo al manejo del aparato estatal, en cambio, los 13 años transcurridos dejan un saldo más bien negativo, lo que se refleja en el debilitamiento de las principales instituciones del país.
De cualquier modo, y más allá de los muchos matices que habrá que distinguir al ensayar cualquier evaluación, lo cierto es que cualquier balance está todavía limitado por la falta de la perspectiva histórica que sólo el paso del tiempo puede dar.