El tiempo de clase
En la anterior columna ofrecí analizar algunos factores que inciden en la mejora de los aprendizajes y de la calidad de la educación, de acuerdo a evidencia aplicable a un país como el nuestro. Lo que aquí escriba está avalado por una observación realizada en más de 15.000 aulas de 3.015 escuelas de Brasil, Colombia, Honduras, Jamaica, México y Perú (Bruns y Luque, 2015). Es el mayor esfuerzo investigativo para conocer las prácticas docentes en el aula. Llama a analizar y cambiar la dinámica de la clase para mejorar los resultados del aprendizaje de los alumnos. Eso es lo que está en manos del profesor, de los formadores de docentes y de sus supervisores y asesores.
Se observaron cuatro aspectos: cómo usan los profesores del tiempo de clase; los materiales, incluidas las tic; sus prácticas pedagógicas básicas; su capacidad para mantener la atención y participación de sus alumnos. Me referiré ahora solamente al tiempo de instrucción.
En esta región (año 2015), los profesores dedican poco tiempo a la instrucción. Según parámetros internacionales, los alumnos con buen rendimiento están en aulas en las que el 85% del tiempo se dedica a la instrucción. Los promedios más altos que se observaron en la investigación fueron del 65%. Esto equivale a un día menos de escuela por semana.
¿A qué dedican los maestros el tiempo restante? A actividades de gestión del aula: toman lista, reparten papeles, recogen la tarea… Peor aún, el estudio muestra que un 10% del tiempo, los profesores ni enseñan ni se dedican a tareas de gestión de la clase (conversan en la puerta…). A ello se añade que los docentes están ausentes del aula entre un 6 % y un 11 % del tiempo. Según esta investigación, el tiempo promedio de los docentes dedicado a actividades ajenas significa que, en un año escolar de 200 días, los alumnos pierden 20 días completos de instrucción y más de la mitad de esos días se deben a que los docentes están ausentes del aula, llegan tarde a clases, se van temprano o realizan otras actividades ajenas durante la clase.
Y ¿qué tiene que ver esto con el aprendizaje de los alumnos? En este estudio, las escuelas de mejor desempeño (no el óptimo) dedican un 70 % de la clase a la instrucción y el 27 %, a la gestión del aula; los docentes ocupan solo el 3% del tiempo en tareas ajenas y nunca se ausentan del aula. En las de peor desempeño, los profesores dedican solo el 54% a la instrucción, el 39%, a la gestión del aula, un 7% del tiempo a tareas ajenas y están ausentes del aula el 3% del tiempo. Dicho de manera directa: los alumnos con mejores resultados tienen 32 días más de instrucción que los de peor desempeño.
¡Cuánto ayudaría una rigurosa observación en las aulas de nuestras escuelas para precisar estas proporciones en el país! Lo que sí sabemos es que la mayoría de los profesores de América Latina –incluidos los que ostentan títulos– ignoran el lema de que “el tiempo de instrucción es el recurso más caro de la escuela”. Seguramente en nuestras escuelas, también. Esto sugiere medidas de política a tomarse. Entre ellas, un cercano acompañamiento a los docentes en sus lugares de trabajo. Con participación social informada. Menos cursos masivos, más proximidad de la formación permanente en las aulas. Esa sería una gran inversión.
Es bueno hablar de esto al comenzar el año escolar. Un gran paso que los docentes tengan títulos y diplomas. Pero insuficiente. Aprovechar el conocimiento ya logrado, al mismo tiempo que fortalecer la investigación sobre los resultados de las políticas educativas que se implementan en el país, servirá para reandar caminos, cuando haga falta, o abandonarlos y reemplazarlos por otros que la investigación abre.
El autor es doctor en Ciencias de la Educación
jorge.riverap@tigomail.cr
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