Informe de un agotamiento
Ayer, 22 de enero, se ha cumplido un aniversario más, el treceavo, del inicio de la gestión gubernamental presidida por Evo Morales Ayma. Y tal como viene ocurriendo con pasmosa regularidad, sin mayor variación desde hace doce años, el informe presidencial ha dejado la impresión de no haber sido nada más que una tediosa repetición —algo resumida pero no mejorada— de las versiones anteriores.
El rasgo principal del mensaje de Morales es que a pesar del tiempo transcurrido sigue teniendo en el pasado su principal punto de referencia. El año 2005 todavía no deja de ser su principal elemento orientador. El futuro y el presente, en cambio y por contraste, quedan reducidos a una cada vez más difusa mezcolanza de ideas vacías.
Que así sea es de por sí muy significativo. Pero lo es aún más si se considera que ayer se ha iniciado también el inicio del último año de la condición legal, constitucional y por consiguiente plenamente legítima, del proceso iniciado en 2006. Dentro de un año, el 22 de enero de 2020, marcará el punto culminante, el fin de una etapa de nuestra historia contemporánea y el inicio de otra.
Son dos las posibilidades que se abrirán cuando llegue esa fecha.
Una, basada en el hipotético caso de que el binomio Morales - García logre su propósito de de imponerse por sobre la legalidad vigente, marcaría el fin de casi cuatro décadas de vigencia de la legalidad democrática inaugurada en octubre de 1982. Así se inauguraría un régimen nacido bajo el estigma del avasallamiento de la institucionalidad republicana. Es decir, sería el inicio no de un nuevo período de gobierno constitucional, sino el de una dictadura.
La segunda posibilidad sería que el frágil sistema político boliviano logre evitar que se rompa el hilo constitucional. Es decir, dentro de un año tendría que asumir la conducción del país un nuevo gobierno, uno cuya legalidad y legitimidad esté libre de todo cuestionamiento.
El MAS tuvo la oportunidad de ponerse por encima de esa disyuntiva, pero no se atrevió a asumir el riesgo. Así, se puso a sí mismo, y de paso a todo el país, ante un indeseable punto de ruptura.
Algunas de las razones que explican esa decisión han quedado expuestas en la forma y el contenido del mensaje presidencial de ayer. Es que el futuro es visto como un territorio temible que es más fácil eludir que afrontar.