Autismo y ansiedad
Estoy trabajando como voluntaria en el Centro Regionale per l’Autismo de Verona, colaborando en la documentación de una investigación sobre la presentación de los trastornos de ansiedad en las personas diagnosticadas con autismo. Mientras el miedo es una reacción emocional ante una amenaza inminente, la ansiedad implica la anticipación a esa amenaza: es algo que no está pasando aún, pero tememos que suceda. Ese temor lleva a un estado permanente de tensión y vigilancia. Bien, se ha visto que la ansiedad es mucho más frecuente entre las personas con autismo que en la población general.
Hasta ahora no se tiene certeza de qué causa el autismo, pero implica alteraciones neuronales durante el desarrollo embrionario que serán permanentes. Nuestro sistema nervioso tiene áreas de trabajo definidas: hay áreas de recolección de información (los sentidos), áreas de almacenamiento, áreas de procesamiento y respuesta, y supercarreteras de información que conectan todas estas zonas para permitir la elaboración de los datos, crear una imagen mental del mundo y responder físicamente a los estímulos. En las alteraciones del desarrollo, estas áreas tienen dimensiones y funcionamientos anómalos: algunas son más grandes y otras más pequeñas.
En el caso del autismo, hay un exceso de neuronas de recolección de información. La forma de percibir el mundo es como estar en una discoteca llena de púas todo el tiempo: dejaron el volumen de sonidos, luces, olores, texturas y sabores al máximo. Por otra parte, las carreteras de información son solo caminos vecinales, así que colapsan fácilmente con tantos datos que llegan desde fuera: no se puede distribuir bien la información. Todo esto hace que disminuya su capacidad de interpretación del conjunto, pero permite tener una gran capacidad de observación y de enfoque en detalles.
Pero eso no es todo: en muchos casos, el área de procesamiento y respuesta también está alterada. Eso hace que no tengan capacidad de, por ejemplo, poder evaluar las amenazas a las que se enfrentan. En algunos casos carecen de sentido del peligro, mientras que en otros sienten terribles dolores físicos que pueden paralizarlos y dificultar mucho su vida por la ansiedad.
Más allá de estas investigaciones y de la posibilidad de comprender muy de cerca cómo funciona el cerebro, lo que más me sorprende de este centro es otra cosa: con pocos recursos están buscando atender a las personas con calidez, sin prejuicio, con curiosidad para conocer sus historias y buscar dar una respuesta a sus preguntas. Es decir, tal como lo necesita una mente con autismo.
La autora es escritora.
Columnas de CECILIA DE MARCHI MOYANO