Europa, al filo de la desintegración
Nunca como ahora discreparían tanto Kant y Morgenthau si se pusieran a discutir sobre política internacional y, más aún, sobre Europa, porque nunca como ahora el deseo y la realidad estuvieron tan peleados y, al mismo tiempo, tan latentes. Es evidente que la unidad económica y monetaria que ayer parecía ser garante de una unidad de largo plazo, hoy está socavada por la política de las naciones que han reavivado sus sentimientos y pretensiones nacionalistas.
El problema de los nacionalismos no se ha superado, y pese a que éstos hoy tengan quizá un matiz distinto, no dejan de ser una amenaza para la integración de ese viejo continente que parecía ser dechado de virtudes continentales liberales. Y el problema no solo es de índole internacional, sino también intranacional, y es que en algunos Estados del oriente europeo se han levantado voces que apuestan por reformas jurídicas que, de ser ejecutadas, relativizarían el correcto funcionamiento de lo que significa un Estado de Derecho.
El parlamento europeo no enfrenta un problema de cantidad de problemas; al fin y al cabo, todos los parlamentos de la tierra tienen en sus órdenes del día una larga lista de dificultades que resolver. El problema que enfrenta es la naturaleza de esos problemas, la raíz de esos conflictos, que, como tenemos dicho, están relacionados con rencillas históricas nacionalistas.
La pregunta clave es ¿qué es más difícil: los roces entre países o los problemas intranacionales? Como fuere, lo que sí se sabe es que el hueso de todo es el desencanto ideológico de la sociedad europea por no haber alcanzado lo que se propusieron cuando se colocaron en un mismo camino en pos de una meta común.
El realismo parece una realidad indiscutible en el tiempo que nos toca vivir. En verdad, el ser humano siempre se ha movido por sus pasiones bestiales y ha impuesto su deseo. ¿Llegará algo de esto a nuestra América?
Lic. en Ciencias Políticas
Columnas de IGNACIO VERA DE RADA