Super Bowl, aguacate y empresas estatales
Me impresionó un artículo en El Observador uruguayo, dando cuenta de que ni a Donald Trump ni a Nicolás Maduro les importa un carajo la democracia, según Pepe Mujica. Sin embargo, atraqué mi canoa (palabra del idioma taíno asimilada al español) en la relación Super Bowl y aguacate. El uno es la catarsis anual del fútbol “americano” (se debería llamar estadounidense, porque americanos somos todos). Tiene más de pases, choques, avance y empuje que de patear la pelota, pero es su deporte preferido, quizá por conciliar ventas millonarias de avisaje televisivo al mezclar músculos con tele y farándula gringa, así alguna haya trapeado su himno nacional entonándolo a gritos (o preocupen los pezones de otro).
Casi 35.000 TM de aguacate (vocablo derivado del nahuatl azteca que se conoce como palta en nuestra latitud del hemisferio), fueron degustadas en el Super Bowl. Ganaron los Patriots, a pesar de la esposa brasileña de su ídolo Tom Brady, quien tal vez preferiría que comieran feijoada. Los fans del fútbol estadounidense la comen como guacamole (palabra también derivada del nahuatl), untado en trozos de crocante tortilla mexicana (nachos). ¡Qué papas fritas ni “french fries”!: son versión actual del “popcorn” que acompañaba a los films y hoy les apoltrona a ver la tele.
¡Casi 35.000 toneladas! Es una parte del 85 por ciento de la palta importada a EEUU, que suma casi mil millones de verdes. ¿Detendrán el ridículo muro de Trump miles de camiones repletos de palta de Michoacán con destino a supermercados gringos? ¿Qué tal si Trump se encapricha en que el guacamole es “latino” y anti-estadounidense?
Pero si la folía trumpiana es construir un muro entre México y EEUU, la tontería masista es la insistencia en empresas estatales creadas o resucitadas por el gobierno de Evo Morales. El Gobierno niega que se concentra la inversión pública en el Chapare, porque “el Presidente sea líder de los cocaleros”. No obstante, “los últimos años del Estado Plurinacional se gastaron 50.000 millones de dólares” y en “un año se gastó lo que en cuatro de los gobiernos neoliberales”, dice el economista José Parada.
La mayoría están en el trópico cochabambino, no tanto para erradicar la hoja de coca que se transforma en cocaína, sino para ayudar al núcleo pretoriano del régimen cocalero: Lacteosbol en Ivirgarzama; la empresa de cítricos en Villa 14 de Septiembre; la planta de palmito en Shinahota; Villa Tunari tiene dos: Papelbol que quizá fabricará papel de algún árbol de vegetación secundaria; y la planta procesadora de hoja de coca, que tiene exceso de materia prima que no se utiliza en la droga.
Ni hablar de la planta problemática de urea y amoniaco de Entre Ríos, que como dice la canción colombiana, “Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía”: no tiene lo uno ni lo otro, aparte de estar lejos de sus mercados. Se les ocurrió crear la Empresa Boliviana de la Construcción, ¿será para más canchas de césped sintético, museos vanidosos y palacios, que quizá se caerán, en vez de hospitales?
Según el estudio de Iván Arias Durán, obtener datos sobre empresas estatales es difícil. Entre nacionalizadas y de reciente creación, se llegaría a 58 empresas. De casi dos docenas de estatales creadas, casi todas de alimentos, solo una es rentable. Es la Empresa Boliviana de la Almendra (EBA), que tal vez logra ganancias ya que cuenta con mercados seguros y buenos precios internacionales. ¡Dejen de mamar!, la iniciativa privada en ese rubro casi natural hizo ricos sobre las espaldas de rústicos que recolectan castaña en sendas selváticas. ¿Cuánto gastan en pasajes aéreos de La Paz a Riberalta?
En la farra masista de épocas de vacas gordas, se crearon 250 empleos directos invirtiendo más de 285 millones de dólares, más de un millón de dólares por empleo. Cartonbol en Oruro trabaja a 25 por ciento de su capacidad; Lacteosbol en Ivirgarzama no funciona a plenitud, y eso que “expropiaron” una iniciativa existente; ¿será que allí pagan a los lecheros más que en la PIL Andina? Olvídense de los búfalos: migraron a Santa Cruz.
Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU, decía el dictador Porfirio Díaz. Por lo menos los aguacates tienen mercado y buenos precios, en el Super Bowl y en la penetración de la inmensa demanda del consumidor estadounidense mediante promociones de la nutritiva fruta. En las empresas estatales bolivianas no ocurre lo uno ni lo otro, aparte de que la localización a dedo obedece a factores políticos poco económicos; el fomento a mercados externos ni existe. Pero dicen que el gobierno de Evo Morales dilapidó 20.000 millones de bolivianos en inversiones motivadas por la politiquería. ¿O será producto de la ignorancia, o peor, de motivaciones de orden sentimental?
¿Será que en las espaldas bolivianas se pueden sembrar nabos?
El autor es antropólogo
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