Amnesia
Ayer mi hermano me pasó una foto de la Glorieta. Se cayó uno de los muros de contención de la estructura, destrozado por la humedad que está haciendo su trabajo, infiltrando las bases de la edificación. Desde que la recuerdo, desde las primeras veces que visité este palacio, estuvo en un estado de abandono; pero si no se toman acciones concretas y adecuadas, se puede perder uno de los palacios más interesantes del inicio de nuestra historia republicana.
Hace unos días se publicó una noticia sobre la hermosa iglesia de Curahuara de Carangas. A pesar de que hubo restauración de los preciosos frescos, se ha dejado descuidado el entorno y la estructura, por lo que se corre el riesgo de que las pinturas queden dañadas irremediablemente. Perderíamos uno de los registros más importantes de nuestra historia colonial.
Gran parte de los chullpares, de los templos, de los restos arqueológicos precolombinos (e incluso preincaicos) sufren por el abandono. Hay esfuerzos individuales e institucionales para tratar de conservar nuestro pasado, pero lo hacen sin políticas claras de parte del Estado, sin apoyo, sin normas y sin recursos.
Estos son solo algunos ejemplos de un fenómeno nacional: hay un gran descuido y abandono de nuestra historia material. Queda poco en los centros históricos del país que haga recuerdo a nuestro pasado, en nombre de una renovación, de una mayor rentabilidad y del recorte presupuestario.
La cuestión es esta: nuestro patrimonio, nuestra cultura, es en cierto modo nuestra identidad. Nos cuenta quiénes hemos sido, qué aciertos y errores tuvimos, nos recuerda qué retos tenemos y nos permite proponer quiénes queremos llegar a ser. Cuidar el patrimonio es una forma de sentir orgullo, de presentarnos al mundo y de crear lazos intergeneracionales. El patrimonio puede ser además una fuente de ingresos con el turismo. La pérdida del patrimonio es, pues, una pérdida de identidad y de sentido.
La crisis identitaria boliviana es tan fuerte que ni siquiera las grandes obras que se hicieron para crear un nuevo relato se están librando del abandono: el museo de Orinoca tiene goteras, la pintura se descascara y las cerámicas del piso comienzan a romperse.
Este es quizás uno de los síntomas más interesantes de un periodo complejo de nuestra vida como comunidad: durante estos trece años de gobierno de Morales, se ha dejado de lado la cultura y el patrimonio. Y, a menos que se haga un cambio de timón veloz y decidido, de este periodo no quedará más que olvido, polvo y confusión.
La autora es escritora.
Columnas de CECILIA DE MARCHI MOYANO