“Servicio a la Patria”
Largas filas, cupos agotados, jóvenes desmayados por descompensación a causa del pernocte, la falta de alimento y la insolación en puertas de los recintos militares de reclutamiento para el servicio militar obligatorio y, finalmente, protestas y bloqueos exigiendo admisión. Ante semejante demanda, me pregunto si los jóvenes postulantes y sus padres creen realmente que es un entrenamiento útil para ellos o sólo quieren cumplir con un requisito formal.
Es claro que el fundamento del “servicio a la patria” se ha perdido en el tiempo. A estas alturas, si algo se sabe del cuartel, son denuncias de abusos cometidos por los oficiales contra los reclutas, como obligarlos a tareas domésticas de beneficio personal, a matar indefensos animales, a comer excremento, o por haberles causado daños irreparables a su joven humanidad como resultado de las “pruebas” extremas practicadas; como si el sadismo, la crueldad y el sometimiento a la humillación permanente fueran asignaturas formativas de un proceso instruccional, cuya obligatoriedad amerita una mirada crítica.
Es así que, hace unos meses, el Estado Plurinacional de Bolivia fue notificado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con la demanda del ciudadano boliviano José Ignacio Orías, por la vulneración de su derecho a la objeción de conciencia para el servicio militar obligatorio. Esto abre un debate jurídico y ético, entre un deber “obligatorio” y los derechos fundamentales, ambos contenidos en la CPE.
Fue una denuncia patrocinada el 2015 por “Derechos en Acción”, apoyada por la Defensoría del Pueblo y la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. Luego de admitida por la instancia judicial fue rechazada por el Tribunal Constitucional por lo que llegó en apelación, a la CIDH que, creo, tomará en cuenta que cada vez son más los países principalmente europeos, donde el servicio militar obligatorio prácticamente ha desaparecido para dar paso a ejércitos de voluntarios y profesionales expertos en armas de alta tecnología, a la altura de las intervenciones militares contemporáneas.
Lo cierto es que las guerras ya no se realizan con ejércitos de masas e intervención humana directa. Hoy se aplican estrategias bélicas altamente especializadas y/o mecanismos de defensa y ataque con armas de destrucción masiva de última generación, sean atómicas, biológicas, químicas, nucleares, o lo que la capacidad destructiva de la mente humana es capaz de imaginar.
Y aunque algunos decálogos justifican el entrenamiento militar de los reclutas, en orientación vocacional para futuras oportunidades de trabajo relacionadas a la actividad militar, la realidad muestra que ese servicio produce, si acaso, escasos resultados formativos. Al contrario, se sabe mucho de violencia física, psicológica y simbólica, abusos extremos y hasta muertes provocadas; crímenes que son denunciados sólo por quien vence el amedrentamiento y el abuso de poder. Lamentablemente el juzgamiento se realiza en la Justicia Militar, donde generalmente queda impune.
Esto debe cambiar. Creo que es necesario repensar la función de las Fuerzas Armadas. Urge resignificar su misión y su rol fundamental en defensa de la integridad territorial, contextualizar su visión en la realidad global y a partir de ello, realizar una reingeniería formativa e instruccional de entrenamiento militar, que pasa necesariamente, por eliminar el servicio militar obligatorio.
La autora es politóloga y docente universitaria
Columnas de DAFNE ZENZANO