Horror en febrero
16 fallecidos, 12 personas desaparecidas, 51 municipios aquejados, 7.698 familias damnificadas, 2.349 hectáreas de cultivos afectados, 59 viviendas destrozadas, siete Departamentos que tienen problemas de emergencia y desastres, 30 vuelos solidarios a Beni y el norte de La Paz, el traslado de un total de 2.300 personas, 22 municipios declarados en desastre y 16 en emergencia son el triste saldo contabilizado, al momento, como resultado de las intensas lluvias que caen sobre Bolivia.
La tragedia se desató el 2 de febrero en Puente Armas, en el tramo Santa Bárbara-Caranavi, con dos deslizamientos impresionantes, que fueron filmados por los celulares de muchas personas.
Una imagen se hizo viral y fue la del bombero Marvell Hugo Flores, quien rescató el cuerpo de una niña, víctima del deslizamiento de lodo, captada por el fotoperiodista Javier Mamani. En esa imagen, el bombero expresa cansancio y tristeza y fue reinterpretada en un dibujo por el artista Miguel Mealla.
El testimonio del bombero orureño, conmovió. “Emocionalmente era fuerte, a momentos parecía que la niña estaba durmiendo sobre mis hombros”, expresó a los medios de comunicación.
Tanto la foto como la posterior noticia no sólo han expuesto la sacrificada labor de los rescatistas, sino que han revelado el horror que sentimos, nosotros frágiles seres humanos, cuando nos enfrentamos a los embates de la naturaleza.
Pero, también, ha mostrado un lado aún más oscuro. Es la faceta culpabilizadora. Aquella que busca castigar a los culpables y a los responsables. Al parecer es más fácil responsabilizar a cualquiera, antes de hallar una solución duradera.
Entre los “culpables” están los depredadores de la naturaleza que talan los árboles y dejan las laderas sin cobertura vegetal, esos son los malvados e infames. Pero, quizás, quienes talan esos árboles necesitan sustento y lo hacen porque venderán la madera o porque quieren tierras para sembrar desde coca hasta árboles frutales.
Al margen de las posibles explicaciones que se proporcione, queda en la retina la imagen triste y penosa. Una que se repite en cada febrero, desde hace cuatro décadas, cuando se hablaba de los damnificados del Beni o las más recientes, las del año pasado cuando se pidió #Fuerza Tiquipaya, como un emblema de combate que sirvió para movilizar a cientos de ciudadanos que buscaron la forma de aliviar y paliar los efectos de la angustiosa riada que llegó el 6 de febrero por la madrugada.
Ese mordisco de terror nos debería poner a pensar en un plan de alerta temprana y reacción inmediata y que no sirva sólo para espantarnos.
La autora es máster en comunicación empresarial y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER