Latinoamérica, lo que somos
Latinoamérica, la nuestra, es una paleta de colores y un volcán en perpetua erupción. Se renueva constantemente y es la misma hace milenios.
Creamos en el pensamiento de Todorov: “Uno puede descubrir a los otros en uno mismo”. Quien dijo que esta tierra se halla aislada porque sus montañas no permiten construir carreteras y tranvías o porque todavía no concibe del todo la lógica del historicismo lineal europeo, quien dijo eso, se equivoca. Latinoamérica es, ha sido y será por muchos siglos un centro de inteligencia y movimiento, extraño para el investigador europeo, sí, pero con un porvenir de maravilla.
Al vernos a nosotros mismos podemos ver las miserias humanas más tremendas, como la realidad de un mundo hambriento de riqueza que penetró las entrañas de la tierra roja del Potosí hasta dejarla empobrecida, pero también podemos subir hasta las más altas cotas de la virtud donde pueden llegar el espíritu y el altruismo, si echamos ojo, por ejemplo, a la mano trabajadora de los que levantaron la economía de los nuevos Estados.
Somos Hernán Cortés penetrando el cuerpo cobrizo de Marina. Somos la sirena y el charango tallados en el granito de San Lorenzo. Somos la teogonía de los Andes y el cristianismo de ultramar unidos en una sola fuerza de creencias. Así, pues, lo somos todo: podemos descifrarnos en nosotros mismos y ver el mundo también. La tarea ahora consiste en descubrir nuestra verdadera historia y, con ella, más de nuestra riqueza. Definir nuestra identidad común. Como decía Octavio Paz: “Desechar los disfraces, arrancar las máscaras. ¿Qué ocultan? ¿El rostro del presente? No, el presente no tiene cara. Nuestra tarea es, justamente, darle cara”.
Licenciado en Ciencias Políticas
Columnas de IGNACIO VERA DE RADA