Al toro por las astas
Los transportistas de pasajeros del radio urbano cada año cosechan a su gusto los nabos que siembran sobre nuestras espaldas, y nadie, ninguna institución es capaz de parar sus ambiciones, menos el gobierno municipal, llamado a regularlos. Un mar de corrupción, luchas intestinas, soberana incapacidad, modorra, adormecen a esa institución.
La Ley General del Transporte, No. 165, entre otras normativas, Art. 128, faculta a los gobiernos municipales a fijar tarifas de los servicios regulados bajo su ámbito jurisdiccional y competencial, pero además definir periodos regulatorios, proponer metodologías para el cálculo y actualización tarifaria, normas generales para la aplicación de las tarifas, definir estándares de calidad, seguridad y comodidad para las unidades del servicio de transporte.
No dice que colectiveros, micreros, trufistas y otras vainas propongan la tarifa que quieran cobrar. Esto sucede todos los años. Son ellos, mal llamados sindicateros, que madrugan y sorprenden a los adormecidos concejales, pidiendo subir tramposamente la tarifa para pasajeros en el radio urbano.
Al margen de la aplicación de tarifas, la norma faculta definir estándares de calidad, de seguridad, comodidad en esos servicios, como requisitos para “lograr una movilidad libre y digna.”
Los transportistas representan un sector empresarial, y por lo tanto deben observar normas de calidad. El parque automotor que a diario circula, no se ha renovado desde épocas del banzerismo, hace 40 años. A cambio de apoyo a Banzer, los colectiveros consiguieron aranceles concesionarios para importar micros del Brasil. La condición era que se mejore la calidad de los servicios. Que no haya pasajeros viajando parados, sólo los 25 cómodamente sentados, que las tarifas sean accesibles, que hayan condiciones de higiene. No se ha cumplido nada de aquello.
En los últimos años el parque automotor se ha incrementado, pero con vehículos viejos, reacondicionados que no reúnen condiciones para transportar pasajeros, como aquellos llamados trufis, vetustos vehículos, adaptados con asientos adicionales en los que se viaja cual sardinas en lata. Son los únicos, vaya concesión, en los que se permite dos pasajeros al lado del conductor. El Reglamento de Tránsito dice que sólo uno está permitido. Muchos privilegios les están permitido, como los diferenciados pagos de impuestos.
Son usufructuarios del concesional precio del gas natural para vehículos. Hay que recordar que la subvención a los hidrocarburos no la paga el Estado en su totalidad, sino también cada uno de nosotros vía impuestos, por tanto subvencionamos su economía.
Nadie se atreve con los colectiveros. El gobierno municipal que anda en otros afanes para disimular su falta de capacidad, deja librada a la mano de Dios la suerte de los cochabambinos en materia de transporte de pasajeros.
El autor es periodista
Columnas de JAIME D’MARE C.