Cumbres ecológicas vs calentamiento global
Corría el año 1992 y la ciudad de Río de Janeiro fue el testigo mudo del mundo entero, donde representantes de 178 países se reunieron en la histórica Cumbre de la Tierra. Allí se dio la señal de alerta y marcó el inicio de muchos cuestionamientos sobre la relación del hombre, con la naturaleza y su sostenibilidad.
Desde entonces le han sucedido muchas cumbres ecológicas, Johannesburgo 2002, la de desarrollo sostenible Río+20, entre otras. Todas ellas confirmaron que algo no está bien en nuestra sociedad y con nuestra forma de vida. Las conclusiones fueron que la humanidad en su conjunto, está confrontada a una cadena de riesgos, de contradicciones, de sentimientos de impotencia y desesperanza.
Sin embargo, los seres humanos somos conscientes de lo que ocurre. Hemos aprendido a centralizar estas experiencias, y a relacionarlas con nuestro comportamiento hacia el medio ambiente. Sabemos que los problemas sociales, políticos y económicos, han dejado de ser temas aislados. El clima resultó ser más complejo de lo que un día nos imaginamos. Ahí radica el origen de una serie de cuestionamientos.
Paradójicamente tenemos las respuestas a nuestros propios cuestionamientos. Sabemos que la única alternativa para evitar el calentamiento global es, reducir drásticamente la cantidad de gases que bombeamos a diario a la atmósfera. Somos conscientes de que esto es posible si, intrínsecamente, quemamos menos petróleo, carbón y gas natural. Si detenemos la tala indiscriminada de los bosques tropicales. Si no contaminamos los ríos y los océanos con basura y desechos químicos. No hay duda alguna, son tareas fáciles y realizables; pero los seres humanos hemos aprendido a hacer difícil, lo fácil.
Un par de informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, bastaron para poner al desnudo nuestra interacción con el medio ambiente. Esta había estado muy lejos para enmarcarse en el marco de la sostenibilidad.
Los datos revelados en estos informes corroboraron que las emisiones a la atmósfera, principalmente de dióxido de carbono, son mayores de lo que nos podíamos imaginar. A partir de entonces, la pesadumbre aumentó y el panorama empezó a tornarse sombrío. El escepticismo se apoderó de la gente y la pregunta no se dejó esperar ¿Pero qué seguimos haciendo mal?
De ahí en adelante, el clima, se ha convertido en un tema global que ha despabilado el interés de políticos, economistas y medios de comunicación.
Los políticos manejan el tema a su manera, han hecho del mismo, parte de sus plataformas demagógicas. Hablan de cifras a diestra y siniestra y crean más confusión que otra cosa. Los medios están ahí para difundir esas incoherencias.
Los economistas hacen lo suyo. Se limitan al cálculo de costos y beneficios. Detrás de todos esos artificios matemáticos, ellos se han acostumbrado a encubrir muchas verdades éticas y morales. Pero entre cifra y cifra resalta la palabra; “sostenibilidad”. Aquí también los medios de comunicación, aportan con su complicidad.
En 1997 se firmó el Protocolo de Kioto con el objetivo de reducir seis gases de efecto invernadero, pero no entró en vigor hasta 2005. Este protocolo nació débil y tiene dos períodos 2008-2012 y 2013-2020. Los países que emiten más emisiones no estamparon sus firmas bajo el argumento: “la calidad de vida de nuestros ciudadanos no está en discusión”. Es el caso concreto de Estados Unidos que ratificó el primer periodo, pero no el segundo y contamina con el 25 por ciento del total. China el otro gran contaminador, nunca suscribió el protocolo.
Pese a todo, los países firmantes se hicieron cargo del protocolo flemático. Lo hicieron con esa mezcla de sentimientos de inseguridad y ese temor de sentar las bases, por las cuáles había sido concebido. Así es como la Unión Europea y otros países no miembros, se plantearon como meta reducir sus emisiones entre un 20 y un 30 por ciento, hasta el año 2020.
¿Cumplirán estos países con el compromiso adquirido? Mi respuesta es NO. Las acciones regionales tienen grandes limitaciones. Hoy más que nunca, hacen falta medidas globales y urgentes. Son las 12 menos cuarto y el tiempo no se detiene, entretanto el planeta tierra, es el único hábitat que tenemos.
El autor es ingeniero ambiental
Columnas de RUBÉN CAMACHO GUZMÁN