La pugna y “tun tun” de un “glorioso corso odioso”
No cabe duda que un espectáculo como el corso es motivo de gozo para una gran parte de la población; sin embargo también hay otra -tal vez más numerosa- que repudia el tumulto, la bulla, el desorden, la suciedad, el consumo de bebidas alcohólicas y de “yapa” el daño causado a las jardineras y árboles.
Afortunadamente este año no talaron especies como en 2018, cuando Los Tiempos denunció que, sin previo informe técnico, funcionarios públicos quitaron álamos añejos de la avenida Ramón Rivero poniendo como excusa “una enfermedad” que los afectaba, pretexto perfecto y coincidente con el armado de las graderías.
Esta semana la indignación de muchos volvió a poner en tela de juicio la organización de este tipo de eventos en las principales avenidas de la ciudad, y aunque no desaparecieron árboles, hubo ramas rotas y aplastadas, se cortó el paso vehicular y hasta peatonal con demasiada antelación y no faltaron los desubicados que arrancaron los pocos basureros de metal que quedaban por el recorrido para “acomodar bien sus tablitas”.
El espectacular desfile dividió en dos la ciudad y paralizó ambos lados causando inseguridad, atolladeros y proliferación del comercio informal.
También llegan críticas sobre el apetecido alquiler de sitios para sentarse, un negocio de pocos, que apenas considera la seguridad (como el peso que cargan las estructuras y cables eléctricos que rozan la cabeza de los clientes en ciertos sectores).
Mencionamos de paso el mal humor de los conductores, las infracciones de tránsito, la mugre, la borrachera y las quejas reflejadas en las redes sociales. En suma, se demanda que es hora de trasladar el espectacular “tun tun” del corso a un sitio menos transitado.
Si la organización considerara estos aspectos y al fin optara por apostar a un “corsódromo”, el Carnaval cochabambino sería del todo glorioso.
Columnas de LUZ MARINA CANELAS ARZE