La pregunta clave
El año 2016 se desató una polémica en torno a la legalidad de la libreta militar y la exención del servicio militar obligatorio del actual vicepresidente, Álvaro García Linera. ¡Oh sorpresa!, como la mayoría de los hombres “blancos” de clase media, el vice no había cumplido ese valioso rito de “iniciación a la hombría”, nótese la ironía.
Pero en vez de que la oposición, el propio oficialismo, la población y los medios de comunicación formularan una pregunta clave que cuestionara de manera absolutamente oportuna la obligatoriedad del servicio militar, los debates se concentraron en aspectos vanos y superfluos. La pregunta clave se desvaneció en un mar de críticas y comentarios irónicos acerca de la masculinidad de García Linera.
Lamentable que para la población boliviana el servicio militar, siendo reflejo de una violencia sistémica sustentada por el Estado, sea la prueba máxima de masculinidad para un joven boliviano. Lamentable porque el tipo de masculinidad que se ostenta en las Fuerzas Armadas se basa en una ideología patriarcal cuyo código de comunicación es la violencia. Violencia que se expresa de manera explícita sobre los cuerpos masculinos, violencia también simbólica que legitima un modelo hegemónico y normativo del ser hombre.
Ese hombre sólo se entiende a sí mismo en superioridad, distancia y dominación sobre otras identidades, como las mujeres y aquellos en posición de subalternidad. Pensemos, por ejemplo, en la subteniente Pamela, asesinada en 2017 en una unidad militar por el teniente Ciro Sánchez. Recordemos la vida perdida, en 2018, del soldado Cristian Huanca que, cansado del abuso físico y psicológico en su año de cuartel, decidió tomar veneno. Por eso, afirmar, tal como lo hizo Jorge Mansilla Torres –en su artículo “Un libro que viene ardiendo”, publicado en La Razón–, que desde el Estado Plurinacional las Fuerzas Armadas dejaron atrás el machismo y abrazaron los derechos humanos, no sólo es una ilusión y una ingenuidad, sino que es una afirmación peligrosa y una falta de respeto.
Por eso creo que aún debo formular esta pregunta que será siempre pertinente mientras insistamos en que los jóvenes asocien ser hombre con el suplicio y la violencia: Señor Vicepresidente, si a usted no le pareció cumplir con el servicio militar, ¿por qué éste sigue siendo obligatorio para los demás?
La autora es socióloga
Columnas de DANIELA A. ELÍAS