El apagón venezolano
Bajo este mismo título, hace casi tres años, el 26 de abril de 2016, en este espacio editorial se publicó nuestro análisis y opinión sobre una de las muchas maneras como ya entonces se manifestaba el colapso de la economía venezolana. Nos referíamos a los recurrentes, cada vez más frecuentes y duraderos cortes en el suministro de energía eléctrica.
“A la ya muy larga lista de medidas que el Gobierno chavista de Venezuela ha adoptado en su hasta ahora inútil afán de detener el colapso económico se ha sumado la decisión de privar a gran parte del país, incluida la capital, Caracas, del suministro de energía eléctrica durante cuatro horas cada día”, decíamos en aquella oportunidad.
Como es fácil recordar, pues hay abundante información sobre el tema, ya entonces los apagones venezolanos eran tema frecuente en la agenda informativa. Tanto que, con el paso del tiempo, pasaron a ser parte de la rutina de un país que poco a poco se fue acostumbrando, ante la mirada cada vez más indiferente del mundo, al desmoronamiento de su infraestructura económica y de su andamiaje institucional.
Casi tres años han transcurrido desde entonces y nunca, ni por un solo día, se restableció plenamente la normalidad del suministro eléctrico en Venezuela. Las fallas, pequeñas y breves algunas, muy grandes y largas otras, se fueron sucediendo sin cesar ante las inútiles advertencias de expertos en la materia. De nada sirvió que los más renombrados ingenieros y economistas venezolanos advirtieran reiteradamente que la falta de inversiones para la ampliación, modernización y mantenimiento de las plantas generadoras de energía hidroeléctrica, termoeléctrica y eólica, ocasionarían tarde o temprano un colapso en cadena.
Los hechos fueron demostrando, y no los recientes días sino durante los últimos años, que esas pesimistas previsiones no eran exageradas. La creciente frecuencia y extensión de los apagones venezolanos resultan un antecedente, más que suficiente, para descalificar los intentos gubernamentales de eludir sus propias culpas. Lo que, por supuesto, no significa que —a tan previsible desenlace— no hayan contribuido tanto las medidas de resistencia al régimen convocadas por el líder de la oposición como la masiva disidencia de profesionales que dejó en manos de gente inepta un sector que por su propia naturaleza requiere de personal altamente calificado.
De cualquier modo, y sea como fuere, el colapso energético venezolano es sólo un resultado más de la manera sistemática y perseverante como durante los últimos 20 años ha sido destruida la capacidad productiva de ese país.