Inseguridad energética
Al inicio de su gestión, el actual gobierno no podía ocultar su entusiasmo por las halagüeñas condiciones en las que encontró el sector hidrocarburífero. Y no era para menos, el alto nivel de reservas existentes el año 2006 aseguraba una producción ascendente y ya se vislumbraba la elevación de precios. Por todo ello, entre sus planes, además de una serie de proyectos ilusorios, estuvo la idea de aumentar la capacidad de las refinerías de 48,5 miles de barriles por día (MBPD) a 106 MBPD, porque el Gobierno estaba seguro de que la producción llegaría a 117 MBPD en 2017. Transcurrido el tiempo, hasta 2018, las inversiones en refinerías llegaron a 664,7 millones de dólares y la capacidad instalada se amplió a 68. En 2016, el presidente Morales a tiempo de inaugurar la unidad de isomerización, que incrementaba la producción de gasolinas en la refinería de Santa Cruz, declaró que “Se acabará la importación de gasolina”.
El año 2017 la producción fue de 54,4 MBPD, o sea, un 64% menos de lo proyectado a inicios de esa gestión gubernamental. En 2018, fue de 50,85 MBPD y continúa bajando. Era lógico, no se podía invertir ampliando más las refinerías, cuando la producción se estancó y empezó a bajar.
Esta situación imposibilita atender el mercado interno y la capacidad ociosa de las refinerías se incrementa a la par que la de las plantas de industrialización. La carga a refinerías el año pasado fue de 52,8 MBPD con lo que la capacidad ociosa subió a 22% y la subutilización seguirá creciendo si no aumenta la producción o se importa petróleo para aumentar la carga a las refinerías.
Hace varios años, se sugirió que se invierta el sentido del oleoducto Sica Sica-Arica para ahorrar el costo de transporte diario de decenas de cisternas que internan diésel y gasolina o, para importar crudo que es más barato y así mejorar el rendimiento de las refinerías.
Sin embargo, el gobierno está proyectando construir un nuevo ducto desde Ilo que se conectaría en Charaña con el actual ducto de Arica. Para ello, además de invertir en el nuevo ducto, tendría que construir una nueva planta de almacenaje en Ilo. En Arica ya existe el ducto y la planta de almacenaje en funcionamiento. Esta actitud que al parecer es una reacción al desfavorable fallo de la Haya, termina perjudicando al país.
En adición, la consecuencia más grave del entusiasmo inicial del Gobierno, radica en la profundización de la dependencia energética debido al crecimiento imparable de las importaciones de gasolina y diésel.
Según las autoridades el gran logro de los planes del Gobierno, es haber ahorrado en los últimos años 935 millones de dólares (considerando que la autosuficiencia de GLP se logró desde la inauguración de la separadora de Río Grande, hace seis años, el ahorro anual fue de 156 millones de dólares). Pero, entre enero y octubre del año pasado, vale decir, en 10 meses, se gastó 897 millones de dólares en la importación de diésel y 264,8 en la importación de gasolina, haciendo un total de 1.161,8 entre los dos carburantes. El logro resulta minúsculo ante la imprevisión.
Paraguay y Chile son países que proveen gasolina y diésel a Bolivia. Paraguay vende 28 millones de dólares y Chile 268. Cabe recalcar que ninguno de ellos es productor de petróleo, lo que demuestra que ambos países tienen políticas más inteligentes.
A la esta millonaria importación de gasolina y diésel se debe añadir la subvención para el mercado interno y estos montos son considerables. En los presupuestos del Estado, la subvención subió de 258 millones de dólares el año 2017, a 269 en 2018 y a 392 para este 2019. Además, en los últimos años se estableció una nueva subvención, que son los incentivos para incrementar la producción. Estos incentivos han subido de 154 millones de dólares en 2017 a 209 los años 2018 y 2019; y, al contrario de lo esperado, la producción en lugar de subir ha bajado.
Ante este patético escenario, lo primero que el Gobierno debería hacer es un buen diagnóstico y a partir de ello, dejar de lado la idea de convertir a Bolivia en el “Centro energético o gasífero regional” porque siendo serios, sabemos que el ciclo de bonanza de precios ha pasado. Los recursos naturales deben servir para diversificar la matriz productiva. La seguridad energética será posible, en el largo plazo, sólo con energías renovables. El mundo está encaminado hacia su electrificación y se deben desarrollar las fuentes hidro, la energía solar e incluso la eólica. En el corto y mediano plazo se debe procurar la sustitución de los carburantes tradicionales por gas natural licuado (LNG). Hay que estudiar la opción y compararla con el etanol y el biodiesel. Pero, como ya se tiene la planta de Río Grande (con una gran capacidad ociosa), habrá que invertir en infraestructura y en convertir la maquinaria del agro y del transporte de diésel a LNG. Son experiencias exitosas en otras latitudes.
El autor es ingeniero químico y petroquímico
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