Sobre literatura peruana
Hace poco tuve un contacto con Álvaro Vargas Llosa, hijo del Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa, al mismo tiempo en que le enviaba una reseña que hice sobre una de las novelas de su padre, “Travesuras de la niña mala” (Alfaguara 2006).
“Travesuras de la niña mala” es una obra que hace honor al correcto uso del lenguaje, no solamente desde la perspectiva formal de la pulcritud de la gramática y la sintaxis, sino además desde el uso simbólico de las palabras y expresiones, que luego se convierten en imágenes y alegorías una vez se han mezclado con el contexto en el que suceden las historias.
¿Podríamos comparar “El amor en los tiempos del cólera” de Gabo con las “Travesuras” de Mario? Con todas las sutilidades formales y de fondo que pueden encontrarse en esta obra de Vargas Llosa, hay una de fondo que es sin duda alguna lo que le otorga el atributo de novela grandiosa, y que es en realidad la que tiene cualquier gran obra literaria de todo tiempo y todo lugar: la fatalidad, el destino.
En medio del relato amoroso, el autor describe con habilidad contextos políticos y sociales de los países donde se van desenvolviendo los acontecimientos. El Perú de los años 50, con las nostalgias que guardan sus barrios antiguos; el París de los 60, con su aire cultural y artístico; Londres y su naciente movimiento hippie; el Japón moderno y de las finanzas, y finalmente el Madrid de la “movida”.
En “Travesuras de la niña mala”, Vargas Llosa no ha querido encender el fuego del deseo, ha querido más bien hacer lo que los grandes artistas quieren hacer en quienes ven sus obras: descubrirles la condición humana. Hay muchos caminos que llevan a este descubrimiento. En esta novela, el peruano ha usado el del erotismo en su más elevada expresión, que es, en realidad, el del amor más profundo y verdadero.
Lic. en Ciencias Políticas
Columnas de IGNACIO VERA DE RADA