Niño del sol
A pesar de que conmemorar fechas tiene algo de edulcorado o premeditado, hay recordatorios que traen la posibilidad de hacer de esos días marcados en el calendario, una celebración. Sin duda esos días nos sirven como faros que prenden la luz para recordarnos que hay personas encarnado roles determinados, roles que tal vez para quienes los incorporaron por primera vez, no sospechaban qué tan complejos y tal vez satisfactorios podrían llegar a ser.
En “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines” (1962) del inmenso poeta mexicano Jaime Sabines, nacido en 1926, en Chiapas, su padre, Julio Sabines, se constituye en el detonador de las palabras desgarradas de este libro. En esa entrega hay una feroz descarga por la muerte de su padre, una que toma al lector por el cuello y le brinda un hálito de ese rabioso dolor por la partida, casi como el llamado que todos hemos recibido alguna vez de un amigo abatido. Es eso y también y sobre todo un salto al precipicio y un homenaje a un niño del sol, como denomina el autor al Mayor Sabines.
En la nota introductoria de este libro, José Joaquin Blanco afirma que el lector tiene entre sus manos un libro en que un hombre profundísimo se desgarra sin metáforas, insta a que el lector lo aborde con la rabia, la ternura, el rencor y la extraordinaria pasión con que está escrito y sabrá que es una experiencia única.
Ante este escrito y recordando que en estas fechas hemos celebrado el “Día del Padre” en nuestro país, vemos cómo los hijos, en este caso una hija piensa y siente a su propio padre y quizá de alguna forma a un círculo de progenitores muy símiles. Esos padres que Sabines define en su escrito como hombres de frente limpia, con brazos como árboles en el frío, de bocas firmes y miradas abiertas, de pechos vastos, sólidos y certeros. Padre que no solo provee bienes materiales, sino que es niño de sol que abre el mundo a sus hijos con palabras y permite sus viajes con la certeza que hay un hogar que siempre nos espera. Ese es mi padre, Luis Segundo Romero, ese que el poeta describe y añora, un migrante del desierto que llegó a estas tierras con una maletita y que pensaba volver a su patria luego de estudiar su carrera en ciencias de la salud, pero como el camino tiene rutas inesperadas el rayo fulminante del amor hizo que su vida se tejiera de otra forma. Padre presente, luchador inefable, contador de cuentos infantiles inventados al borde de la cama por las noches, compañero de enfermedad y de epílogos a veces celebrantes y otros dolorosos. Un hombre de firmes creencias y bondad fuera de todo orden.
En esta semana de conmemoración, quiero sumarme a reconocer y encomiar a esos niños de sol que cuidan amorosamente a sus hijos y les brindan los mapas para recorrer todos los caminos, esos padres que Sabina denomina como la fortaleza, la brisa y el pan caliente sobre la mesa.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO