Entre lágrimas de frustración y de cocodrilo
La rememoración del Día del Mar de este año difiere mucho de las precedentes, particularmente la del año pasado, cuando, incumpliendo su promesa de no utilizar este tema con fines de política interna, el Primer Mandatario, rodeado de varios de sus áulicos y sin escuchar los consejos de quienes ejercen sus funciones sin compromiso sectario, asumió una pose exitista y triunfalista.
Dicha actitud no sólo mostró una vez más la falta de escrúpulos para incumplir promesas, sino que tuvo la consecuencia de deslegitimar una nueva estrategia, de las muchas que el país ha ido elaborando desde la pérdida de nuestra salida soberana al Océano Pacífico. Si el Primer Mandatario y su círculo más íntimo de colaboradores (particularmente aquellos que posaron en La Haya con el puño en alto y el brazo en el pecho) mantenían una actitud prudente sobre el desarrollo del juicio en La Haya, el resultado no hubiera provocado el generalizado rechazo de la población no sólo al proceso jurídico sino al gobierno en funciones.
Declaro, para evitar confusiones, ser uno de quienes se entusiasmaron con la nueva estrategia diseñada por el Gobierno boliviano y tuve la esperanza de que podría ser exitosa. El entusiasmo aumentó cuando se convocó a la mayoría de los expresidentes y excancilleres para informarles del proceso y escuchar sus opiniones. Se incrementó aún más cuando los ex Presidentes Eduardo Rodríguez Veltzé y Carlos Mesa Gisbert aceptaron participar activamente en él. Además, compartí con algunos colegas la idea de que si no se alcanzaba el éxito deseado, no se invalida que en Bolivia sigamos pensando en nuevas estrategias que nos permitan recuperar la salida soberana al Pacífico con la que nacimos como república.
De ahí que cuando se conoció el fallo, que muestra objetivamente el fracaso de la estrategia, a la frustración que me invadió siguió la convicción de que, pasado el mal momento, se retomaría el tema. Pero, lo que no estaba en mis pensamientos era la vergonzosa reacción de las autoridades del gobierno queriendo engañar a la ciudadanía en forma grosera asegurando una victoria inexistente.
Pudo ser diferente si en las autoridades del MAS predominara una visión de país y no el goce prebendal del poder. Si se lee la sentencia de La Haya con detenimiento hay elementos que pueden servir (obviamente, bajo otra conducción) para legitimar un nuevo proceso que nos acerque al mar mediante el diálogo persistente, la recuperación de confianza mutua entre Bolivia y Chile (efectivamente minada fundamentalmente por nuestras autoridades) y reiniciando una nueva era de contactos políticos, diplomáticos, culturales, económicos y sociales, convencidos de que más allá de la retórica chauvinista, somos dos pueblos que podemos complementarnos.
Un soporte para esta creencia es que no se trata de nuestra primera negociación fracasada. En nuestra generación hemos visto ya dos intentos previos que fracasaron (y una que otra iniciativa que no se pudo establecer en un espacio de negociación formal) de los que nos hemos sobrepuesto (en parte, porque las autoridades responsables no tenían esa voracidad de éxito como la que tienen las del MAS). Primero, la de Charaña (en la que, hay que recordar, uno de los factores del fracaso fue el intento de utilizar la negociación en la política interna), y la del “enfoque fresco”, durante el último gobierno del Dr. Víctor Paz Estenssoro, que tuvo la particularidad de ser suspendida, por primera vez en la larga historia de negociaciones, por Chile.
En fin, este este nuevo Día del Mar es necesario, por un lado, que el gobierno dé un detallado informe del proceso de La Haya por ser una obligación ineludible y porque debemos extraer enseñanzas para el diseño de nuevas estrategias marítimas. Como presumo que no lo hará en esta ocasión (escribo esta columna el viernes), puede hacerlo en el último informe que el Presidente presente a la Asamblea Legislativa, el próximo 6 de Agosto, o al entregar la banda presidencial a su sucesor en enero de 2020.
Pero, por otro lado, se debe pedir a quienes critican la forma en que se desarrolló el proceso de La Haya que lo hagan subordinando intereses de corto plazo o inquinas de tipo personal; es decir, pensando en el largo plazo antes que en la caza de brujas.
Eso es lo que creo que debemos exigir como sociedad…
El autor fue director de Los Tiempos entre 2010-2018
Columnas de JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA