Pedir que te pidan perdón
En el mundo brasilero, posiblemente debido a herencia de las usanzas de corte de principios del siglo XIX, una fórmula de buenas costumbres es pedir disculpas al despedirse por si involuntariamente se hubiera molestado u ofendido al anfitrión. entre nosotros aquí en los Andes bolivianos, pedir disculpas antes de pedir que se nos alcance el azucarero, o para poder pasar porque alguien está obstruyendo el camino, es lo más usual.
Por lo demás quien sea que haya ejercido poder, sea en las altas esferas políticas, como en el ambiente privado, como padre, como esposo, como esposa, (seamos igualitarios en términos de género), como hermano, o hasta como hijo, ni que decir como empleador, seguro, que tiene motivos para pedir disculpas, para pedir perdón. Por lo demás, si uno pide perdón, si uno pide disculpas, permítase la redundancia, uno no se desdora, es más a veces, queda mejor que antes, a veces, gana un brillo inmerecido.
De ahí que el pedido del Presidente de los mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, no parecería a primera vista ni algo que merecería una reacción virulenta, ni un despropósito de dimensiones casi milenarias, considerando que al año, se cumple, ( recién), el medio milenio de la conquista del glorioso imperio azteca, ejecutado por un puñado de (“¿despreciables?”) ibéricos.
Hay algo más, si hay instituciones que no solamente se asientan en la tradición, sino que la reivindican, son tanto las monarquías europeas ( con algunas excepciones) como la iglesia católica, que reivindican formas y derechos ancestrales y la continuidad a lo largo de los siglos. De ahí, que pedir al descendiente de los Trastámara, y los Habsburgo, que es la cabeza de esa Casa Real hoy en día, que muestre un gesto de constricción, por los excesos cometidos, en tiempos de sus ancestros, hace la friolera de 20 generaciones, no parecería ni siquiera una descortesía. Tratándose ante todo de un mundo católico, donde la culpa, y el asumirla es casi parte imprescindible para irse al cielo. ( Vale la pena ver el entierro del Archiduque Otto, de hace algunos años, que está disponible en Youtube, admitido, en la cripta imperial, no como, heredero de la más antigua tradición monárquica europea, ni como gran académico y político, sino simplemente como pecador).
Uno podría encontrar algún sentido al pedido de López Obrador tomando en cuenta estas generalidades, importantes por cierto, sin embargo, se debe recalcar, que desde el punto de vista político, e histórico, el reclamo resulta no solamente extemporáneo, sino que tiene un componente falaz.
Empecemos por lo siguiente, si bien todas las conquistas tienen su parte sanguinaria, y sus enormes niveles de injusticia, estas son parte del devenir histórico de la humanidad, y reclamar por ellas resulta ocioso, ya viéramos a franceses pidiendo disculpas a los ingleses, o a Italianos haciendo lo propio con los griegos y los españoles. Pero hay algo más, que es importante subrayar, y es que la conquista española, y el gran imperio del que fuimos parte por casi tres siglos, es un hecho político y cultural del que nos podemos sentir orgullosos, ( obviamente sin exagerar)., por razones valederas y modernas. Empezando por tratarse del primer imperio moderno que se cuestiona si tiene derecho de estar donde estaba y hacer lo que estaba haciendo. El imperio español reprodujo lo mejor que tenía en casa, empezando por las universidades, y continuando con la estructuración de las comunidades indígenas a la usanza española, algo que hoy los pueblos indígenas reconocen como propio, y han olvidado que fue una imposición cultural.
Pero hay algo más, más allá de las injusticias del cotidiano, fue la corona, esa corona de los ancestros de Felipe VI, la que contuvo la angurria de los hombres que por aquí buscaban fortuna, posiblemente ancestros de gente como los antepasados de López Obrador. Y finalmente, no hay que olvidar, que fue la Iglesia, en sus distintos niveles, el lado amable de la conquista, empezando por los reclamos a la corona, por los abusos comentidos por los privados. Tan cierta es esta aseveración, que una vez que la Corona fue expulsada, y el poder de la iglesia minimizado, la situación de los indígenas empeoró durante la república decimonónica.
Quien conoce un poco la compleja urdimbre de la historia de esta parte del mundo, sabe que en la medida de sus propias contradicciones ni la corona española, ni la iglesia católica pueden sentirse extremadamente culpables hacia los indígenas de las ahora llamadas Américas. Podemos decir sin lugar a equivocarnos, que los derechos del pueblo, fueron aunque restringidos, mayores, en la época española, llamada virreinal, o equivocadamente colonial, que en tiempos de Incas, y Mixtecas. Hay otras culpas, como los crímenes cometidos contra la población africana, o la atroz situación en la que quedaron los hijos ilegítimos, pero no, respecto al mundo indígena. Cualquiera que conoce las leyes de Indias, sabe que esta fue una realidad más compleja y con importantes avances de protección a los más débiles en relación a tiempos previos.
Finalmente, como la vida y la historia es más irónica de lo que se cree, vale la pena recordarle a AMLO que los descendientes de Moctezuma, el último emperador azteca, viven bastante felices en España, que son gente muy bien relacionada, que son parte de la nobleza, y que están emparentados nada menos que con los Pizarro, descendientes directos de los conquistadores del Perú, y emparentados a la descendencia de Huayna Capac.
La historia de lo que una vez fue el imperio más grande del mundo, no puede ser reducida a esa burda interpretación de blanco y negro, de leyenda negra, y leyenda rosa. La historiografía seria, ya ha superado esa perspectiva hace muchísimo tiempo. La utilización política de una “inverdad” histórica, es deshonesta, y tremendamente perjudicial para sociedades como la boliviana o la mejicana.
El autor es operador de turismo.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ