Rusia: rumbo a China y lejos de EEUU
El año pasado comenté que Alexis de Tocqueville (1805-59) dijo en su época que algún día Rusia y América (Estados Unidos) se unirían y compartirían el mundo. Tras la reunión entre Putin y Trump en Helsinki (abril 2018) muchos pensaron (yo incluido) que esa profecía tal vez podía cumplirse. Cuando cayó la cortina de hierro y se desplomó el comunismo su debacle arrasó con la URSS, que desde agosto 1991 se desmembró en 15 repúblicas. Su heredera política (Rusia) quedó disminuida pero integró el Consejo de Seguridad y sigue teniendo un impresionante arsenal nuclear. En su momento, George Bush opinó que al no ser más rivales geopolíticos e ideológicos con la URSS, lo que correspondía para EEUU era procurar entenderse con Moscú y los nuevos países surgidos. Esa sana idea fue sistemáticamente destruida en Washington por el lobby antiruso y por el complejo industrial-militar, la poderosa asociación de empresarios y fuerzas armadas denunciada públicamente desde 1960 por Dwight Eisenhower. El lobby contra el gigante eslavo siguió hostigando cualquier tipo de entendimiento entre Washington y Moscú. Pasados unos años, Donald Trump quiso reactivar los lazos con Rusia pero nuevamente el grupo en contra se opuso y de paso sirvió como fogonero de las presuntas reuniones de Trump con espías rusos antes de las elecciones de 2016, en las que se comenta que interfirieron a favor de Trump. Este lío prefabricado sigue hasta hoy, confuso y sin pruebas conclusivas, pero el tremendo aparato de propaganda montado, más la intervención rusa en Crimea y en Ucrania (su zona tradicional de influencia) como reacción ante los indebidos avances de la OTAN en su periferia y otras actividades clandestinas de ambas partes largas de enumerar, enturbiaron lo que podría haber sido una perdurable alianza entre Rusia y EEUU. Algo de optimismo surgió luego del cónclave de Finlandia pero acciones posteriores y a la fecha derrumbaron esa esperanza de una sólida unión entre la talasocracia norteamericana y la heredera histórica del poder terrestre, la telúrica Madre Rusia.
Últimos acontecimientos han ido empeorando la situación. Ahora se ha denunciado un acuerdo sobre misiles y se abre una potencial carrera armamentista, la que EEUU podrá ganar por su mayor superioridad militar y humana, pero que igual tendrá un costo alto en su economía y ni hablar en la de Rusia, que a duras penas puede mantener su nivel de armamentos en semiparidad con el rival. En medio de este panorama se plantea la guerra comercial con China, la gran potencia que surge con presencia global por el ímpetu inversionista que impulsa Beijing para ganar influencia internacional. En ese contexto se inicia un acercamiento del dragón con Moscú y que podría terminar en una peligrosa coalición contra EEUU. China tiene población y dinero, Rusia un inmenso territorio poco poblado e inmensos recursos naturales. Ambos estados tienen armamentos equiparables con los de Estados Unidos y sus socios del Atlántico Norte. Tal vez no sea tarde aún, pero actualmente los tiempos favorecen más una entente Beijing-Moscú frente a la que Putin podría haber formado con Trump si circunstancias contrarias no hubieran interferido. Las cosas están como están; en política internacional no hay bola de cristal, únicamente podemos reflejar los hechos y esperar. Por la mencionada miopía geopolítica del grupo anti ruso en Washington, las cosas pintan más hoy en día para una alianza de los dos gigantes terrestres frente a la talasocracia estadounidense. El tiempo lo dirá.
El autor es ex Canciller de Bolivia, Economista y politólogo
www.agustinsaavedraweise.com
Columnas de AGUSTÍN SAAVEDRA WEISE