Pasaje al paraíso, con mares y lluvias
Trémulos de emoción, igual que cuando se lanzó el satélite Túpac Katari o durante la espera del fallo de la Corte Internacional de Justicia, después de meses de atizar el suspenso, el presidente, el ministro de Hidrocarburos y ejecutivos de YPFB anunciaron, al promediar marzo, que nuestro país se asomaba a un fabuloso descubrimiento, al quebrar una marca continental, que nos aproximaba a los ocho mil metros de profundidad en la perforación del pozo Boyuy X2.
“Se ha encontrado un nuevo reservorio profundo (…), qué alegría (!). Es grande, abarca (desde) Santa Cruz, hasta el norte argentino, el más profundo en Bolivia y Sudamérica”, aplaudió el presidente Evo Morales durante la inspección a las obras (“La Razón”, 22 de marzo, 2019)
Lo que encendía las mejillas de los altos funcionarios, hacía brillar sus ojos y, quizás, deslizar una furtiva lágrima, es que, según sus entusiastas expresiones, semejante penetración nos estaba acercando a las playas de un enorme mar de gas. Estábamos a metros, talvez apenas a centímetros, de convertirnos en un verdadero “centro energético continental”. Así, esa frase, hoy tan traicionera como ayer, dejaría de ser una promesa vacía del programa de la tercera reelección, propagandeando con el nombre de Agenda Patriótica, y se convertiría en radiante y tangible realidad.
Ya nadie desdeñaría nuestros actuales 10 trillones de pies cúbicos de reserva al compararlos con los 800 de Argentina y, por encima de todo, la masiva columna ascendente de gas nos garantizaría, de retorno, una lluvia, recia y de tan duradera casi inabarcable, de divisas para ser felices, reírnos del cambio climático y cualquier otra amenaza. En el centro de tanta dicha y abundancia estaría –claro- el perdurable reino de nuestros hoy gobernantes, “hasta que Dios quiera”, como lo ha deseado y profetizado un servicial munícipe del Chapare.
Pero, después de meses de sembrar esperanzas, y días de eufórico regocijo, el ánimo se enfría y se nos dice que la importancia del pozo del mar es más bien académica, porque abre campo para nuevos y grandes estudios.
De momento solo queda pensar nostálgicamente que la generosidad de ese u otro mar gaseoso hubiese alcanzado para detener la caída vertical de las reservas internacionales, según la explicación del Ministro de Economía de que no hay motivo de preocupación, porque su disminución se debería sólidas inversiones productivas.
Con el maná del subsuelo, talvez olvidaríamos, muy rápido, que tales inversiones están llevando a que en vez de exportar 750.000 toneladas por años de urea, el año pasado apenas alcanzamos unas 232.724, o nos asombraría menos que el ingenio de San Buenaventura pida 500 millones adicionales, cuando apenas ha amortizado menos del 4% de los 1.380 millones que adeuda al Banco Central; o que varias de las grandes carreteras prometidas, tardan demasiado en construirse y, cuando se entregan, exhiben demasiadas y graves fallas.
Aun así, el ministro de Economía insiste en que siempre tendremos la posibilidad de endeudarnos, ya que los 10.000 millones de dólares de nuestra deuda externa pueden cómodamente, y sin ansiedad, multiplicarse por 2, porque, en sus palabras: “Si la deuda se duplica, el PIB se cuadruplica”.
El camino de estabilidad y fortaleza económica que se proclama para otros cinco años adicionales- o más con la ayuda del TSE y el TCP- tienen como cimiento promesas e ilusiones de descubrimientos fabulosos, de bosques derribados para sembrar diésel, de nuevas gigantescas obras que costarán el doble y tardarán el triple en realizarse, de lo que se compromete (como el Chepete, por ejemplo). Esa visión alucinada deja de lado las sencillas tareas de construir un buen sistema educativo, de salud pública de administrar justicia, o dejar de destruir el medioambiente, que es el verdadero sustento de la transformación económica que necesitamos dejar de postergar.
La pesada tarea de enfrentar los males de hoy y el festín que nos prepara el poder para el futuro, depende hoy, esencial y casi exclusivamente, de nuestra capacidad de movilización y respuesta, porque el horizonte partidario y electoral muestra solo sequía y ausencia.
El autor es investigador y director del Instituto Alternativo.
Columnas de RÓGER CORTEZ HURTADO