Patrimonio
En 1830, Victor Marie Hugo tenía apenas 28 años pero había vivido por lo menos el doble. Casado a los 20 con Adèle Foucher, perdió a su primer hijo cuando este apenas tenía tres meses de nacido pero luego tuvo tres más. Adèle estaba nuevamente embarazada cuando la pareja se separó, muy probablemente por sus problemas económicos.
El tiempo que estuvo alejado de su mujer e hijos, Hugo advirtió que una corriente “modernista” recorría el mundo y tenía mayor fuerza en Europa cuyo dilatado pasado se reflejaba en castillos y templos de la edad media. La tendencia era demoler los edificios viejos para reemplazarlos por nuevos. En la lista figuraba la catedral de Notre-Dame, construida entre 1163 y 1345.
Conocedor de la historia del edificio, el joven escritor inició una campaña para salvarlo. Imprimía panfletos que distribuía sin éxito porque no alcanzaba a convencer a los parisinos de la necesidad de preservar la catedral en su apariencia original. Entonces operó el milagro: el editor Gosselin le encargó una novela y él vio la oportunidad. Fue el inicio de “Notre-Dame de Paris”, un libro que se convirtió en un éxito de ventas y frenó cualquier intento de tocar a la catedral.
El resto es historia conocida. Notre-Dame se hizo famosa y se convirtió en uno de los iconos de Francia. Victor Hugo, que luego perdería tres hijos más, logró su propósito: salvó el patrimonio de París.
En 2019, un incendio consumió gran parte de la catedral, incluyendo la aguja que era visible desde gran parte de la ciudad. El impacto que causaron las imágenes de las llamas que parecían tragarse el edificio motivó que varios privados ofrecieran donativos para la restauración. Hasta el momento de escribir este artículo, los ofrecimientos sumaban 700 millones de euros.
La noticia, que hubiera alegrado a Victor Hugo en su tiempo, fue mal recibida por miles de personas que expresaron en las redes sociales que ese dinero podía destinarse a necesidades más apremiantes. La hambruna y la desnutrición infantil están entre las más mencionadas.
No sé qué tan inútil ve esa gente a Notre-Dame pero, más allá de su significado histórico, estoy seguro que ese edificio da de comer a miles de personas que tienen negocios en torno a él y viven del turismo.
En Potosí, donde tenemos mucho patrimonio en peligro, nos cuesta encontrar la manera de salvarlo. Que haya privados que donen importantes sumas para restauraciones es un ejemplo a seguir, especialmente para los empresarios que, con el rótulo de “cooperativistas mineros”, explotan sus recursos sin dejar nada a cambio.
El autor es periodista, premio nacional en historia del periodismo
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA