25 de mayo, 210 años después
Hoy, 25 de mayo, se conmemora el 210 aniversario del primer grito libertario de nuestra América, cuando en las calles de la ciudad de Charcas, la actual Sucre, se inició en 1809 el proceso que culminaría 16 años después con la creación de la República de Bolivia.
A pesar de lo importantes que fueron los efectos del proceso inaugurado en esa histórica jornada, el 25 de mayo no llegó a consolidarse en nuestro calendario cívico como el principal símbolo de la identidad y unidad nacional, como hubiera sido de esperar. Al contrario, se ha convertido en una muestra de la fragilidad de esos sentimientos tan necesarios para la solidez de las instituciones republicanas y la cohesión social, y otro motivo para la persistencia de antiguos enconos que, además de opacar los actos conmemorativos, reavivan las distancias entre diferentes sectores del pueblo boliviano.
A esa tan simbólica frustración histórica, que más de 200 años después todavía pesa en el ánimo de los chuquisaqueños, se suman los decepcionantes resultados dejados por la hoy escasa riqueza hidrocarburífera, en la que tantas esperanzas se depositaron. Ante ello, de nada valen las promesas que año tras año se repiten sobre la intención gubernamental de invertir ingentes cantidades de dinero en la búsqueda de reservas, trabajos de prospección y exploración. En ese aspecto, como en otros, Chuquisaca es un fiel reflejo de la mayor debilidad de la economía nacional, la excesiva dependencia de la renta gasífera.
Como ahora se ve, de poco o nada le sirvió a Chuquisaca haber tenido durante gran parte de la última década un crecimiento de su PIB regional muy superior al promedio nacional. Fue tan mal administrada la circunstancial abundancia, que no se plasmó en un fortalecimiento de los pocos pilares sobre los que se sostiene su economía, lo que dio como resultado que uno de los principales efectos de la bonanza haya sido el achicamiento de su sector manufacturero.
Una clara muestra de lo dicho la dio el más reciente informe de la Red de Participación Ciudadana y Control Social (PCCS), según el cual Sucre ocupa el último lugar en el ranking de apertura y transparencia. La Capital obtuvo el puntaje más bajo, 26,2 sobre 100, en el Índice de Apertura y Transparencia Municipal (IATM). Según otros estudios, el caso del Gobierno Departamental de Chuquisaca es muy similar, si no peor.
Por eso, y más allá de las posibilidades y limitaciones que factores externos imponen al futuro de Chuquisaca, lo cierto es que el reto mayor recae sobre sus propias autoridades y sus empresarios.