Día crucial para Europa
Hoy, en todos los países de la Unión Europea, más de 500 millones de personas elegirán a 750 representantes ante el Parlamento Europeo, el organismo que regula y ayuda a dar forma a las políticas de la unión.
Serán, unas elecciones históricas en el más pleno sentido de la palabra. De los resultados que hoy arrojen las urnas dependerá que el más ambicioso proyecto integrador de países se encamine hacia su disolución o que, pasando por encima de su peor crisis, mantenga el rumbo hacia la consolidación de Europa como uno de los protagonistas principales de la historia que está escribiéndose para proyectarse hacia las próximas décadas.
No son exageradas esas apreciaciones pues de lo que ocurra hoy depende, literalmente, el futuro institucional, político y económico de la Unión Europea. Y al ser tan grande el peso de ese conjunto de países en el escenario de la geopolítica mundial, se puede afirmar que todo el mundo sufrirá o se beneficiará de la manera como hoy se distribuyan las fuerzas en el Parlamento Europeo.
A diferencia de todas las anteriores elecciones, éstas se realizan en medio de una polarización sin precedentes entre proyectos de futuro totalmente diferentes, mutuamente excluyentes en muchos aspectos. Y la correlación está tan equilibrada que resulta difícil prever quiénes serán los vencedores y quiénes los vencidos.
Una de las posibilidades es que se mantenga, e incluso acelere, el ritmo al que crece, se expande y avanza a lo largo y ancho de Europa la corriente ultraderechista cuyo principal objetivo es dar fin con la UE. El nacionalismo a ultranza, un conservadurismo con rasgos de añoranzas medievales, xenofobia, homofobia, antiglobalismo, fuertes inclinaciones religiosas y un cada vez menos solapado desprecio a las instituciones liberales y republicanas son sus principales rasgos.
Esta corriente tiene en el frente externo una de sus principales ventajas. Cuenta con el franco y decidido apoyo de Donald Trump y Vladimir Putin, ambos entusiasmados con la posibilidad de contribuir a la destrucción de la Unión Europea.
Un eventual triunfo de los antieuropeos sería además un golpe muy duro contra muchas de las causas que más importan en el mundo actual. Asuntos como la defensa de los derechos humanos, el cambio climático, las amenazas contra el estado de derecho, la igualdad de género son algunos de sus objetivos a destruir, lo que explica la facilidad con que convocan a los más diversos fanatismos.
Siendo tanto lo que está en juego, sólo cabe esperar que mañana las posibilidades de un futuro común se impongan sobre la tentación de volver al pasado.