Emigrar puede conducir al éxito y también a un cierto desencuentro
Los datos fríos sobre la migración de bolivianos están tres páginas más allá. Aquí, en esta página y en las dos que siguen, se trata de la vivencia de gente que algunavez quizás nos cruzamos en las calles de Cochabamba, que seguramente muchos conocen y que, como otros muchos parientes, amigos y conocidos de nuestros entornos más o menos próximos, se fueron del país.
Claudio Ferrufino Coqueugniot, un escritor cochabambino que vive hace casi 30 años en EEUU, lo mismo que los otros seis entrevistados de las páginas siguientes tienen un cierto éxito donde se establecieron. Logros que fueron más o menos difíciles de obtener y que significan renunciaciones, pero que también tienen un alto costo en otros aspectos.
Ferrufino nos cuenta sus reflexiones sobre esas vivencias.
Se va a hacer plata
“Generalmente el emigrante va a otro país en busca de una mejor vida, en términos económicos. No fue mi caso, yo fui a EEUU por azar, porque me ofrecieron una visa y estando soltero, joven, decidí viajar. Y me quedé, me quedé porque me gustó tener bastante dinero en el bolsillo. Había mucho trabajo. Y yo, de aquí de Bolivia, donde uno andaba siempre escaso de dinero, pasé a ganar –creo que eran– 700 dólares semanales. Era un montón de plata en 1989, y eso me decidió a quedarme, por supuesto. Entonces, ahí estamos hablando de un éxito económico que, en esa época de bonanza en EEUU era muy común para los inmigrantes.
Términos económicos, ese sería básicamente el éxito de un migrante, hacer dinero, a eso va.
Mi éxito en EEUU ha sido sobre todo en términos laborales, he sido administrativo en un periódico gigantesco en Colorado, “The Denver Post”, que tenía un tiraje de un millón de ejemplares en domingo –ahora llega a 400.000–. Ese fue mi éxito.
En términos literarios fue más bien un éxito personal. Aprovechando la bonanza en la que estaba por entonces, tenía tiempo para escribir, para crear. Mis libros, casi todos los escribí en EEUU. Y me sirvió, me sentí exitoso en ese sentido. En un pequeño círculo intelectual latino y estadounidense fui exitoso me conocieron como autor…
Cuando uno está bajo la sombra de los progenitores es más difícil… Cuando se está solo, se tiene que bregar contra el universo. Sí, me encontré. Pero también hay una suerte de desencuentro en esto de la desubicación final, de no saber dónde quieres quedarte al fin de tu vida. Porque me voy a venir a Bolivia, en algún momento voy a decir: ‘mis hijas están allá, qué hago aquí’. Me voy a ir allá y va a ser lo mismo, dónde está mi montaña, y cosas así. Es un ir y venir en la mente y en el corazón de cada uno…”.