Alta desconfianza: el “fallo” de la gente contra la justicia
La corrupción y precariedad del sistema de justicia de Bolivia tienen un efecto directo en la gente. Desconfianza y hasta miedo es lo que provocan hoy jueces y fiscales.
En su última encuesta, el Foro Regional —formado por Ciudadanía, Ceres y Los Tiempos— preguntó sobre la justicia a los bolivianos que viven en las áreas metropolitanas de Cochabamba, La Paz y Santa Cruz. Es general, el rechazo a un sistema cada vez más desprestigiado.
La confianza en el sistema de justicia de los encuestados en las tres regiones, en una escala de 100 —en la que 1 es nada—, es de 29,65 en promedio.
La confianza es ligeramente más alta en Santa Cruz, 34,46 puntos en promedio, mientras que la más baja está en Cochabamba, con un 24,91 en promedio.
Los jóvenes son los que más confían en el sistema de justicia en el eje. Y a medida que la edad avanza, se profundiza la desconfianza en el sistema de justicia.
Según género, solamente mujeres en Santa Cruz confían más que hombres; en Cochabamba, hombres confían más que mujeres.
El sistema de justicia ordinaria tiene tan mala fama que los ciudadanos de zonas urbanas de los tres departamentos incluso tienen más confianza en la justicia originaria. Los encuestados indicaron que, en promedio, tienen un nivel de confianza de 39,49 puntos en la escala de 100 en la justicia indígena originaria campesina, aunque sigue siendo baja.
En ninguna área metropolitana llega ni siquiera a 50 puntos en la escala la confianza en la justicia originaria; es más alta en Santa Cruz y más baja en Cochabamba.
Libertad o justicia
La encuesta también pidió a la gente indicar qué valor es más importante: la libertad o la justicia.
La justicia es más importante para el 52,77 por ciento de los ciudadanos en el eje de Bolivia mientras que la libertad lo es para el 47,23 por ciento.
En La Paz, la mayoría (57,65%) de las personas considera que la justicia es más importante que la libertad. En Cochabamba, la mayoría (56,59) también considera más importante la justicia que la libertad. En Santa Cruz, la preferencia es lo contrario: la mayoría (55,84%) considera que la libertad es más importante que la justicia.
Ficha técnica
Encuesta levantada por Ciudadanía del 1 al 13 de septiembre de 2018. Muestra: 1.200 mujeres y hombres seleccionados de manera aleatoria en las áreas metropolitanas de La Paz/El Alto, Cochabamba/Kanata y Santa Cruz). Margen de error: +- 2,8 puntos porcentuales en la representación conjunta de las tres áreas y hasta +-4,9 en cada región.
Percepción.
Bolivianos de las metrópolis del eje del país califican su confianza en la justicia con 29,65 sobre 100
Clave.
La justicia es un valor muy importante para la gente que vive en las áreas de la encuesta metropolitana
FICHA TÉCNICA
Encuesta levantada por Ciudadanía del 1 al 13 de septiembre de 2018. Muestra: 1.200 mujeres y hombres seleccionados de manera aleatoria en las áreas metropolitanas de La Paz/El Alto, Cochabamba/Kanata y Santa Cruz). Margen de error: +- 2,8 puntos porcentuales en la representación conjunta de las tres áreas y hasta +-4,9 en cada región.
ANÁLISIS
La justicia, de nuevo
Vivian Schwarz Blum
Ciudadanía
La distancia entre lo que queremos y lo que tenemos suele ser fuente de infelicidad. En este caso no es diferente, aunque la distancia entre la justicia que quisiéramos, la que como sociedad democrática merecemos y la que tenemos no sólo nos tiene infelices, como claramente revelan una vez más los datos del Foro Regional, sino que nos sitúa como ciudadanos, en situación de precariedad porque estamos perdiendo el escudo que protege la garantía de todos nuestros derechos fundamentales.
La administración de justicia implica principios, leyes, necesidades, instituciones y personas y en esa complejidad de elementos que intervienen seguramente siempre habrá algo, alguien, un hueco normativo, una diferencia de interpretaciones, que obstaculizan el funcionamiento ideal y perfecto de la administración de justicia, situación común en todos los países del mundo. Sin embargo, cuando estos factores intervinientes impiden del todo la administración de justicia se convierten en un problema serio, como el que tenemos desde hace un tiempo en el país.
Sea por incapacidad institucional, por excesiva burocracia, por falta de independencia, por falta de recursos humanos y económicos, por corrupción, por falta de valores de justicia o por una ya muy común combinación de todos los anteriores, la justicia boliviana funciona al mínimo y los casos emblemáticos que lo prueban son cada vez más frecuentes. Como resultado, los habitantes de las ciudades grandes en el país tienen más confianza en la justicia originaria campesina, a la que no están sujetos y no tienen por qué conocer, que en el sistema formal de justicia.
El Estado tiene la obligación de por lo menos tener la voluntad de hacer funcionar adecuadamente el sistema, voluntad que los ciudadanos notan ausente, en casos extremos como el caso Alexander y también en procesos rutinarios. Si los niveles tan bajos de confianza en la justicia prueban algo, es que la distancia entre la justicia que queremos y la que tenemos es un abismo que sirve para tapar, encubrir y enterrar las injusticias. Es momento de que los responsables asuman su responsabilidad y de que los ciudadanos rechacemos encubrimientos como parte normal del funcionamiento de la justicia.