El respeto, tema de “Fresa y chocolate”
El festival Bertolt Brecht continúa con gran participación del público. Esta noche “Fresa y chocolate”, de la compañía cruceña Aldea Cultural, sube a las tablas del teatro Adela Zamudio.
Esta obra fue escrita por el cubano Senel Paz y se la ha producido en varios países. Incluso existe una película realizada con este guión que fue nominada a los Óscar.
Mario Chávez, productor y actor de Aldea Cultural, manifiesta que esta obra cuenta con los permisos correspondientes del autor y la dirección del argentino Leonardo Gavriloff, que llegó exclusivamente para esta puesta en escena.
“Fresa y chocolate” fue presentada por primera vez en nuestro país en Santa Cruz en 2016 y ahora se estrenará en Cochabamba. Chávez comentó que está muy contento por participar en el festival.
“Es una obra que muestra la tolerancia, la amistad, el respeto, pero también la represión y los prejuicios”, indica el actor sobre la sinopsis.
La historia se basa en la Cuba de 1970 donde ser homosexual era algo delicado, aunque según Chávez es un tema que aún es muy vigente.
La trama inicia cuando Diego, un homosexual, y David, un joven machista, comienzan su amistad en una heladería, donde cada uno pide un sabor diferente: fresa y chocolate.
“Se pone en juego los prejuicios y se aprende sobre tolerancia”, comentó Chávez.
Además, la obra recurre al desnudo, por lo que es una muestra recomendada para mayores. Sin embargo, el uso del desnudo no se lo maneja en un sentido morboso sino, más bien, como una metáfora. Según describe el productor, “desnudamos su alma (del público) y de la sociedad que discrimina, lo utilizamos cono un significado de despojar los prejuicios de la gente”.
Los cruceños presentan esta obra de impacto esperando que el público cochabambino reflexione junto a ellos y esperan traer otras puestas en escena bajo el mismo formato.
“Fresa y chocolate” se presenta hoy a las 19:30 en el teatro Adela Zamudio. Las entradas están a 25 y 20 bolivianos.
DATOS
“Coto colorao” de Voyeur Teatro vuelve a la ciudad. La obra inspirada en la canción popular del “Coto Colorao que mató a su mujer...” se presenta el jueves 16, a las 19:30, en el proyecto mARTadero. Los precios de las entradas oscilan entre 15 a 25 bolivianos.
En la Alianza Francesa se presenta “Aguamanía”. Desde La Paz llega el elenco de Teatro Los Cirujas con la obra “Aguamanía”, una muestra pensada para grandes y chicos. Con esta puesta en escena se espera concientizar sobre el uso responsable del agua.
FICHA TÉCNICA
Compañía Aldea Cultural (Santa Cruz)
Texto original: Senel Paz
Dirección: Leonardo Gavriloff
Actuación: Mario Chávez, Guillermo Sicodowska y Marcos Vecin
Iluminación: Rudi Rengel
Sonido: Heberto Maturana
Producción: Mario Chávez
Asistencia de producción: Marcelo Moreira
Dato: Para este proyecto se reunieron actores expertos, mismos que están pensando en producir otras obras para el próximo año.
OPINIÓN
Jorge Alaniz León. Director de teatro
“El Deseo”, formas de interpelar al género
Una obra ficcional/documental/biográfica/autoficcionada, etc. El grupo dirigido por Claudia Eid, una de las voces más representativas del teatro cochabambino y nacional, cuenta una historia que desde el inicio rompe con tradicionalismos teatrales, no por nada, El Masticadero se ha ido caracterizando por ser un grupo de propuesta, de riesgo y de bordear entre el performance, el teatro y a veces la danza, un grupo que habla y cuestiona el tema del género y la identidad (o la construcción de ambas) desde sus vivencias personales y las expone para perforar profundo en los espectadores, o al menos incomodarlos y con eso ya es más que suficiente.
La obra cuenta con las presencias de Bianca Shalow, Isabel Fraile y Lía Michel, tres cuerpos que se apropian del escenario. Shalow consigue algo que muchos actores/actrices no lo consiguen en años de tablas; ser uno mismo sin necesidad de teorizar la actuación, ni citar a algún gran teórico de la misma. Se puede apreciar en el trabajo de Shalow al verla con una soltura, y es que Shalow no tiene mayor pretensión que ser ella misma en escena, disfrutándo al extremo, cosa que provoca en el público un deseo de querer verla todo el momento.
Y es que Shalow viene aportando al grupo desde “Princesas”, obra anterior que cuestiona los mismos temas, por lo tanto, es una especialista.
Fraile por su lado, trabaja al límite, todo el rato, siempre a punto de desbordarse, con la voz resquebrajada y sus movimientos que a ratos simulan necesitar un abrazo. Su historia no es fácil de digerir; Claudio (su padre o algún personaje ficticio) contador de profesión y con muchos años encima se acepta como homosexual, pero su conflicto principal no es ese, es su familia (esposa e hijas) y el que ya siendo viejo nadie lo cotice o conquiste. Los viejos no somos cotizados, dirá para darnos a entender que la homosexualidad a cierta edad es más una cruz que un orgullo. Claudio, viejo y homosexual, vive solo y peor que antes de aceptar su sexualidad. Esta declaración provoca un silencio y un dolor (aunque pequeño) en el público, que dura poco por el contraste que hace Shalow y su canción de María Mercedes o esa donde baila y narra los requerimientos para ser Bianca.
Todo sucede en un espacio íntimo, donde el verde del piso asemeja a un paraíso (perdido), según una crítica anterior, pero que también parece un campo de fútbol con todos sus machismos incluidos, una proyección (más audio que video) de un niño/pastor que sentencia la homosexualidad y el lesbianismo como actos que llevan al infierno y no al cielo, una segunda proyección de Bianca con el rostro tergiversado (que molesta mucho a Bianca) y una tela acrobática que hace de columpio para Michel mientras Shalow baila y canta. Todo afín con este mundo que El Masticadero propone, un mundo casi onírico por la presencia de un conejo que a ratos se pone de verdugo con Fraile y que hace equipo con Shalow, un conejo que corretea por la escena tal como sus compañeras corretearon por la vida hasta encontrase en esta obra. Un mundo de exposición constante (aunque en boliches gais ocultos)
Uno espera un final feliz, o uno triste, pero espera algo, seguramente por la tradición milenaria de tener que concluir en algo, pero la conclusión es la obra en sí misma, una exposición a quemarropa de lo que cada integrante de “El Deseo” realiza para deleite del público. Y es que la “autoficción” es eso, una exposición de cada uno, para luego conocer a otro (a un público o al mismo autor/actor/actriz, pero en mayor profundidad) un hablar de temas que posiblemente no los encontraremos en un café o en una chat personal, pero sí en el teatro, ese lugar donde uno llega a reír o a llorar, o a ser interpelado, sacudido, violentado, ofendido y tantas otras cosas que pueden suceder en una obra teatral, como lo que sucedió en “El Deseo”.