Cristo de la Concordia, visita a un ícono cochabambino
ROMANÉ PAREDES
Es atrayente ver como los turistas se emocionan ante una imagen tan grande como es la del Cristo de la Concordia y muchas veces nosotros lo desconocemos, tal vez porque ya estamos acostumbrados a observarlo desde casi cualquier parte de la ciudad y así nuestros ojos “cochalos” lo ignoran.
Subimos a la zona del Cristo en automóvil, intentamos hacerlo a pie por las más de 1.000 gradas que inician en la avenida Rubén Darío, pero el cerro San Pedro es más conocido por su inseguridad que por ser el que alberga la estatua y esto nos acobardó. El teleférico fue la segunda opción pero al ver que fila salía del parque de La Autonomía creímos que perderíamos la tarde esperando nuestro turno en lugar de disfrutar la vista desde la cima.
El camino es empedrado y hay muchas curvas que parecen enrollar el San Pedro y sus cerros colindantes. El viaje dura aproximadamente 10 minutos y en algunas partes del trayecto sólo se observa vegetación o colinas y en otros tramos se puede contemplar la ciudad y la laguna Alalay.
En un cerro aledaño se encuentra la entrada al “Minerito”, un altar en memoria a un minero que asesinaron y que ahora las personas le piden favores. Hay varios autos estacionados de los creyentes, personas que suben con flores y, velas a visitarlo.
Al llegar a la cima hay que subir aproximadamente 100 gradas para llegar al mirador.
Es la primera vez que visitamos el Cristo en un domingo y también la primera que vemos el lugar tan lleno, al punto de no encontrar asientos o espacio para descansar o apreciar la ciudad.
La primera vez que subimos fue el 2015, 21 años como cochabambina que no había visitado al ícono que nos representa en otras partes del mundo, a parte de la gastronomía claro. Desde entonces, las veces que volvimos fueron muy pocas.
En el solsticio de invierno, varias personas suben al cerro y esperan los primeros rayos de sol con el sacrificio de algunos animales altiplánicos, q´oas y bebidas. En esa ocasión es tan lleno que siendo los primeros en llegar en auto fuimos de los últimos en irnos, porque los autos se estacionan hasta en la entrada y hay que esperar que exista espacio para salir o buscar a los dueños de los motorizados entre la multitud.
Otra de las pocas veces que subimos fue por un trabajo universitario para realizar una entrevista o alguna sesión fotográfica a nuestra ciudad.
Sin embargo, desde ahí arriba la vista es espectacular, especialmente cuando el sol da paso a la luna y decide esconderse tras las montañas del oeste. En esos momentos, se piensa que el Cristo es el más afortunado de todos los cochalos porque puede apreciar el atardecer todos los días y desde el mejor lugar.
En los inicios de la primavera la vista es aún mejor, porque los jacarandás dejan caer sus flores y para aquellos amantes de estos árboles esto se convierte en una razón más para visitar este mirador, que puede considerarse como un espacio de tranquilidad entre los ajetreos de la urbe.
En días laborales el monumento recibe pocas visitas y uno se puede sentar a apreciar a toda la gente ahí abajo correteando como hormigas entre deberes, estrés y contra el reloj. Mientras arriba el tiempo parece detenerse.
A parte de la vista, también se puede visitar la exposición fotográfica emplazada en la base del Cristo y también subir por el interior de la estatua, aunque muchos días de semana este servicio no está disponible.
En cierta ocasión una banda hacía su video musical, entre cantos y zapateos como queriendo hacer temblar el cerro San Pedro.
Sin lugar a dudas el Cristo de la Concordia es un lugar muy visitado por las familias, amigos y sobre todo parejas que quieren compartir la vista, una charla o atardecer a los pies del monumento más grande, considerado como protector de nuestra ciudad.
SEPA MÁS
Tamaño
El monumento del Cristo de la Concordia mide 40,44 metros.
Historia
Nace de la idea de un grupo de feligreses con el apoyo de la Iglesia católica y diferentes instituciones locales. Su construcción inició en 1987 y fue inaugurado en 1994.
Escultores
La dirección de la obra fue encargada al artista y escultor cochabambino César Terrazas Pardo.
Acceso
Se puede llegar en movilidad por la avenida de la Concordia, en teleférico desde el parque de La Autonomía y por las gradas que inician en la avenida Rubén Darío.