Mayo de 1968 Hechos y opiniones de protagonistas y analistas sobre el efecto de una “revolución fallida”
Charles De Gaulle, Felipe Sahagún
”No conozco otro episodio de la historia de Francia que me haya dejado el mismo sentimiento de irracionalidad”, escribió Raymond Aron. “Lo importante es que se haya producido cuando todo el mundo lo creía impensable y, si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir”, dijo Jean-Paul Sartre.
Como la Revolución Francesa y las conquistas napoleónicas dos siglos antes, las revueltas estudiantiles y las huelgas masivas que sacudieron Francia en mayo del 68, a las que se refieren desde atalayas tan alejadas los dos pensadores, fracasaron finalmente en los campos de batalla, pero sus efectos cambiaron la vida de generaciones.
En la crisis, huelga, protesta, contestación, efervescencia, revuelta o revolución conocida vulgarmente como el Mayo francés coincidieron actores tan dispares como los universitarios desencantados por un horizonte sin futuro laboral, los trabajadores descontentos por su marginación del boom económico de los sesenta, millones de jóvenes movilizados contra la guerra de Vietnam y pueblos de los cinco continentes deseosos de libertad. El polvorín social y económico en el que prende la chispa es la sociedad opulenta denunciada por Kenneth Galbraith en 1958 y su hija pródiga, la cultura hippy.
El polvorín político fue una guerra ilegal e injusta como la de Vietnam, un Tercer Mundo recién nacido a la independencia y ahogado en la miseria, un sistema internacional partido en dos bloques enfrentados y basado en la amenaza del suicidio nuclear, y sociedades civiles embrionarias sin voz ni parte en las principales decisiones de sus gobernantes.
El polvorín ideológico fue la amalgama de las corrientes antiimperialistas, anticapitalistas, neomarxistas, troskistas, castristas, maoístas, estructuralistas y freudianas que desembocan en “El hombre unidimensional” de Herbert Marcuse (1964) y en la Teoría Crítica de Theodor Adorno. Aunque, como señaló el politólogo Fernando Vallespín en “Foreign Policy” (edición española) en otro aniversario, la mayor parte de los protagonistas del Mayo francés seguramente nunca habían leído a Galbraith, Marcuse o Adorno, eran un arsenal maduro para que prendiera la chispa de la rebelión.
En el “Mayo francés” coincidieron actores tan dispares como los universitarios desencantados, los trabajadores descontentos, millones de jóvenes movilizados contra la guerra de Vietnam y pueblos de los cinco continentes deseosos de libertad.
Las grandes manifestaciones, protestas y huelgas tuvieron lugar entre el 3 y el 30 de mayo, pero su origen está en las reformas universitarias de 1967, que no contentaron a nadie. Un grupo de estudiantes de la facultad de Letras de Nanterre, en las afueras de París, dirigidos por Daniel Cohn-Bendit, Dany el Rojo, forma un grupo Movimiento 22 de marzo, convoca a la movilización y aprueba un programa de reformas educativas y de exigencias políticas radicales.
Cerrada su universidad y detenidos algunos de sus dirigentes, se trasladan a la Sorbona, se enfrentan a la Policía en el Barrio Latino y piden ayuda a todos los sindicatos estudiantiles y obreros. Las protestas se multiplican, el centro de París se llena de barricadas y en la noche del 10 de mayo la Policía lanza un asalto masivo para intentar recuperar el control. Fracasa, en el choque resultan heridas más de mil personas, 400 de ellas graves y, en respuesta, los sindicatos principales convocan una huelga general para el día 13. El seguimiento fue desigual, pero a la manifestación de París acudió el mismo día más de un millón de franceses. Las reivindicaciones estudiantiles se eclipsan y los sindicatos convocan nueva huelga general e indefinida a partir del 17 que, esta vez sí, paraliza el país. De nueve a 10 millones se sumaron a ella.
“Las revueltas resultaron eficaces fuera de proporción (…) y, sin embargo, no fueron auténticas revoluciones”, escribe Eric Hobsbawm en su “Historia del siglo XX”. “Para los trabajadores, allí donde tomaron parte en ellas, fueron sólo una oportunidad para descubrir el poder de negociación industrial que habían acumulado, sin darse cuenta, en los 20 años anteriores”. Efectivamente, los estudiantes no eran revolucionarios. Al menos los del primer mundo, como señala Hobsbawm, “rara vez se interesaban en cosas tales como derrocar gobiernos y tomar el poder, aunque, de hecho, los franceses estuvieron a punto de derrocar al general De Gaulle”. No lo lograron, pero el presidente De Gaulle, el 27 de mayo, concedió a los sindicatos, a cambio de desconvocar la huelga y dejar aislados a los estudiantes, un aumento salarial del 14 por ciento, reducciones sustanciales de la jornada laboral y garantías de empleo y jubilación.
Aunque algunas fábricas emblemáticas, como la Renault de Boulogne-Billancourt (6.000 trabajadores), rechazan en un primer momento el acuerdo, arrastrando con ella a otras muchas, el día 30 De Gaulle se reúne con los mandos militares, disuelve la Asamblea Nacional, convoca nuevas elecciones, confirma al Gobierno de Pompidou y pide por televisión el apoyo de los franceses “contra la amenaza del comunismo totalitario”.
Cuál es el legado
Entre las voces más autorizadas de la época, Eric J. Hobsbawn, en su obra “Historia del siglo XX”, señala que Mayo del 68 “distó mucho de ser una revolución, pero fue mucho más que el psicodrama o el teatro callejero desdeñado por observadores poco afectos como Raymond Aron. Al fin y al cabo, 1968 marcó el fin de la época del general De Gaulle en Francia, de la época de los presidentes demócratas en los Estados Unidos, de las esperanzas de los comunistas liberales en el comunismo centroeuropeo y (mediante los silenciosos efectos posteriores de la matanza estudiantil de Tlatelolco) el principio de una nueva época de la política mexicana”.
Sin embargo, según un estudio de la socióloga Julie Pagis, la abrumadora mayoría de los protagonismos que marcaron el Mayo del 68 se mantienen fieles a sus ideas. “Cuando investigamos a las personas anónimas que participaron en el movimiento, nos damos cuenta de que la idea de que la generación de Mayo del 68 dio la espalda a la causa es completamente falta”, dice Pagis, analista del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia.
Entre las 170 familias que examinó Pagis para un libro sobre el tema, “sólo una persona” viró hacia la derecha. “Hay una gran fidelidad a la izquierda o a la extrema izquierda”, afirma. “Aún quieren, por diferentes medios, cambiar el mundo”.
Nuevos combates
El historiador Pascal Ory afirma que el espíritu de Mayo del 68 se ve hoy reflejado en nuevos combates “influenciados por perspectivas libertarias” como el feminismo, el ecologismo o el antirracismo. “En los diez años que siguieron se pasó de una izquierda generalista a izquierdas especializadas: feminista, homosexual, ecologista, regionalista, anticomunista, etc.”, explicó Ory al semanario L’Express.
Para Olivier Fillieule, profesor de la universidad suiza de Lausana, la mayoría de los miembros de la generación de Mayo del 68 pagaron un precio por su activismo político, en términos de rechazo social o disminución de las perspectivas de empleo. “El estereotipo del estudiante del 68 que dio la espalda a sus ideas no tiene ningún fundamento” y es a menudo defendido por personas que buscan “culpar de todos los males de nuestra sociedad desde hace 50 años a un supuesto pensamiento del 68”, agrega.
Entre los que piensan así están los que culpan al Mayo del 68 de todos los males de la sociedad francesa. Como el caso del expresidente Nicolás Sarkozy (2007-2012), que llamó a “liquidar” los legados de aquella época y acusó a sus líderes de “dar lecciones que no siguen ni ellos mismos”. Una izquierda, dice, que ha olvidado a los trabajadores “porque rechaza el valor del trabajo”. En 2007, Sarkozy acusó al Mayo del 68 de haber “liquidado la escuela del mérito y del respeto” y “sentado las bases del capitalismo sin escrúpulos ni ética”.
El filósofo francés Luc Ferry le da parte de razón y afirma que el Mayo del 68 preparó el terreno al capitalismo. “El movimiento no estaba en contra de la sociedad de consumo”, dice Ferry, citando algunos de los eslóganes de la época: “Disfrutar sin obstáculo”, “Bajo los adoquines, la playa”, por ejemplo. “Había que destruir los valores tradicionales para que el capitalismo globalizado floreciera”, señala.
“Lo que ha sucedido en muchas de nuestras sociedades desde entonces se produjo en contra de Mayo del 68”, estima Henri Weber, protagonismo de esa época y exlíder de la Liga comunista, que se convirtió en senador y diputado socialista.
(CON INFORMACIÓN DE AFP)
“Dany el Rojo”, la voz de los estudiantes
Daniel Cohn-Bendit fue el líder más representativo de la revuelta estudiantil del Mayo del 68. Nacido en Francia en 1945 de padres alemanes que habían escapado del régimen nazi, “Dany el Rojo” es hoy un eurodiputado que abrazó la causa ecologista. Hace 50 años era un joven anarquista, con actitudes irreverentes que lo hicieron famoso entre sus compañeros de universidad.
Su salto a la fama lo dio el 8 de enero de 1968, en la primera protesta en la Universidad de Nanterre. Ese día desafío al ministro de la Juventud y Deporte, François Missoffe, en oportunidad de la inauguración de una piscina olímpica en la universidad. Dany le recriminó que un informe oficial no hiciera ninguna mención a la sexualidad.
“Con la pinta que usted tiene, seguramente sabe mucho del tema. ¿Por qué no se tira a la pileta y así se saca la calentura?”, le dijo el ministro Missoffe.
“Monsieur le ministre, ahora ya tenemos una respuesta, una respuesta digna del ministro de la Juventud de Hitler”, le respondió Cohn-Bendit, recuerda el periodista argentino Gustavo Sierra en su libro “El 68. El año que marcó a fuego a la Argentina y el mundo”.
Cohn-Bendit no sólo era uno de los líderes de la revuelta, su imagen se hizo famosa en los diarios y su nombre conocido en todo el mundo.
El Gobierno se lo tomó muy en serio, y aprovechando un viaje suyo a Alemania en medio de la revuelta de mayo, le prohibió la entrada a Francia cuando regresaba. Igual entró con el pelo teñido y apareció en la Sorbona donde fue aclamado por los estudiantes, que ocupaban la universidad. “¡Todos somos judíos alemanes!”, gritaban en su honor.
El Gobierno de De Gaulle lo trató de “anarquista alemán”, y algunos funcionarios lo llamaron “judío colorado”, y los medios de extrema derecha pedían que lo deportaran a Alemania.
Tampoco contaba con la simpatía del Partido Comunista francés o de la central sindical CGT, que no apoyaron su regreso.
La revuelta terminó sin él en Francia, que había escapado a Alemania para evitar la cárcel poco antes de que la Universidad de Nanterre fuera desalojada por la policía a mediados de junio.
En el año 1975, publicó “El gran bazar”, y en 1986 “La revolución”, y nosotros que la quisimos tanto, donde hace una mirada de esa época.
1945
Nace “Dani el Rojo”
Nació en Francia debido a que sus padres tuvieron que escapar del régimen nazi en Alemania.
“El individualismo democrático de izquierda, que de ninguna manera se oponía a lo colectivo, se volvió conservador-liberal después del colapso de la utopía comunista. El fracaso de Mayo del 68 es que hoy ya no hay utopías”.
Henri Weber
Protagonista de la época