El umarutuku, una tradición que todavía perdura en la Llajta
Es sábado por la noche y el padrino de conteo aún no llegaba. “Maymaychus ripun (dónde se habrá ido)”, decían los asistentes. Lo buscan por doquier para que inicie el tradicional umarutuku (corte de cabello) a Marco por su primer año. La mesa en la que se realizaría el acto ya estaba lista.
Son las 20:30 y gran parte de los invitados han pasado las cinco o seis copas de trago, chicha y cerveza que había en la mesa. El ambiente estaba más tranquilo, no como hace un par de horas donde los niños correteaban por doquier al compás de la música infantil amenizado por el payaso Coco, que brindó no sólo su servicios de humor, sino también su miniset de amplificación e instaba a los presentes a través del micrófono a estar atentos al llamado para el corte, que aún no empezaba porque el padrino que contaría el dinero acumulado aún no llegaba.
La mesa, ubicada en el medio del patio, era de madera y estaba cubierta por un par de aguayos. Algunos invitados chocaban las copas de vidrio y decían al unísono: ¡Salud, salud! Mientras de fondo se oían cumbias huayño de la agrupación Sonlirios y Lágrimas por Amor.
Pamela, la madre del cumpleañero, desesperada insistía en que inicie el acto. "Se van a machar (embriagar) y no van a querer soltar dinero", decía en un tono burlesco. No pasó ni cinco minutos y la wawa (niño) estaba al medio de la mesa, todavía sollozando por haberle despertado de aquel sueño reparador en el que estaba sumido unos minutos atrás.
Le posicionaron al medio de la mesa como el plato principal de la noche. A su lado había tres bolsas nylon. Una contenía mistura blanca para poner en la cabeza de quien cortara el cabello, la otra la utilizarían para guardar el dinero luego del corte y en la última se guardaría el cabello Marco.
El padrino de torta inició y poco a poco casi todos los asistentes hicieron fila para cortar el cabello del niño. Algunos presumían su billetera. La abuela de Marco era la encargada de agarrar el dinero y los mechones cortados mientras éste se distraía con los dulces y pequeños juguetes que había en la mesa. "Grande trozo has cortado, así también tienes que dar", le decía María
Julia a la tía del cumpleañero, mientras ésta sacaba un billete de su cartera.
La bolsa se iba llenando de billetes de 50, 100 y 200 bolivianos. Dorian, un amigo del papá de Marco, realizó el mismo procedimiento, pero entregó 100 dólares. Fabricio, el primo de la tía del agasajado, recién llegado de España dio 200 euros después del corte. El acto terminó y el conteo no se podía iniciar porque aún no estaba un padrino, entonces Fabricio se ofreció a remplazarlo. El monto recaudado fue de 5.150 bolivianos. La tradición –según María Julia–marca que el padrino es el encargado de redondear el monto. Y así se llegó a 6.000 bolivianos.
Tradiciones
El antropólogo José Rocha indica que el umarutuku en el mundo andino se realiza en niños de cuatro o cinco años porque pasan a una etapa productiva. “Después de ello se le compra un ternero o vacas para que él mismo los cuide”, comenta.
Según Rocha, estas tradiciones han ido cambiando en la ciudad por la hibridación y dice que hay poca conciencia sobre el sentido original del acto. “El niño de primer año no es consciente de ello”.
Indica que el umarutuku lo practican todas las culturas andinas del país, por ejemplo, los aimaras lo llaman ruthuchi.