José Auza: “Lo más importante es el proceso”
Claudia michel
Proyecto mARTadero
El dúo Gonzales Domínguez pone en valor la gracia del folklore de ser fácilmente memorizable, pero desde una propuesta propia. No se trata de un dúo de folkloristas, sino del camino de un par de músicos hacia el folklore.
Dante Domínguez y Marcelo Gonzales conforman el dúo que se presentará el 18 de agosto en concierto en el Proyecto mARTadero.
Dante Domínguez, pseudónimo de José Auza para el dúo, tiene numerosos proyectos musicales entre los que destacan Enfant y Taqui Onqoy. A la par de su carrera musical, ha desarrollado su trabajo en artes plásticas, ganando el primer lugar en la especialidad de pintura la LXIV versión del Concurso Municipal de Artes Plásticas Pedro Domingo Murillo (La Paz)
En esta entrevista, Domínguez comenta su incursión en la composición, el folklore y la pintura.
-Tienes casi 20 discos grabados. ¿Cuándo empezaste a componer?
-En realidad son 18 desde que llegué a La Paz, antes hice una par de discos con un amigo en Sucre, fue la primera vez que empecé a componer. Había compuesto antes, cuando tenía 13 o 14 años, pero con bandas de rock, era copiar la forma, no era en realidad algo que me importara, pero desde el proyecto Meconio es que me dediqué a componer.
-¿Cómo mantienes este ritmo y cuáles son las motivaciones para seguir?
-Llegué el 2008 a La Paz y el primer disco salió el 2010. Fue un crecimiento logarítmico, porque luego ese mismo año ya había otro disco; el 2011, dos, incluyendo el de Taqui Onqoy. Con el tiempo, los paréntesis entre disco y disco se hicieron más pequeños.
El tema de los tiempos es interesante, empecé a componer y entendí que algo pasó ahí. No era como “soy un compositor” sino como “me estoy liberando de algo”. Tampoco me voy a poner esotérico, sino que de verdad sentí un alivio. Como cuando vas a hacer un montón de ejercicio y sientes un alivio, o cuando visitas a tu familia después de mucho tiempo sientes un alivio, ese tipo de alivio fue el que sentí al hacer música. Y no era como intérprete, sino como compositor, era como una droga, que quieres más y más.
-¿Y sigue teniendo el mismo efecto?
-Después empezó a hacerme daño. No el ritmo, sino lo que salía. Al principio estaba oculto dentro de formas que me gustaban, formas de ciertos músicos y estilos musicales que me parecían interesantes, que mas o menos seguía, estaba oculto ahí.
Hice Taki Onqoy como un puente hacia algo mucho más interno y ahí es donde se despertaron un montón de cosas. Era una lírica mucho más simple, más básica y por tanto también mucho más cruda para mí.
Al final, la otra persona que me ayudó (Christian Ayllón) me insistió un montón para que salga el disco y salió. Me morí de miedo. Dije “no sé por qué estoy haciendo esto”. Lo escuché una vez más y dije “está bien”, tenía que sacarlo alguna vez.
Entonces todos los demás discos empezaron a hablar y hablar de mí, por lo tanto me empecé a cansar. Tocar en vivo, por ejemplo, me parecía terrible. Yo salía destruido después de los conciertos, empecé a dejar los proyectos y en ese instante que dejé de hacer las cosas en vivo, es cuando más ganas me dio de componer. Compuse mucho, pero al mismo tiempo en esa época estaba muy enfermo. Dejé de hacer música un año y comencé a pintar, la pintura me salvó de alguna forma. Después me habló Martín Boulocq para hacer la música de “Los girasoles”. Volví a hacer música porque confío en él, vi la película y hablaba tanto de muerte, el retorno al principio y todo eso, que era como un retrato de toda esa época. Entonces volví y de ahí no paré, saqué casi 10 discos más.
Llama la atención que la producción de discos es inversamente proporcional a las presentaciones en vivo. Normalmente, los músicos graban tres temas y los difunden intensamente.
En realidad con los músicos con los que he trabajado, siempre hemos tenido la lógica de una mutación a lo siguiente. Eran personas con las que me he sentido muy bien, porque no amaban a su producto, más bien lo desechaban después del proceso. Lo más importante es el proceso. Si hacemos un disco durante dos años, nos hemos rajado la cabeza, hemos destruido nuestras familias, nuestras vidas, eso es todo, listo. Al día siguiente no se habla del tema.
Respecto al folklore, da la impresión de que en inicio de tu carrera era algo muy lejano, pero que cada vez hay un acercamiento muchísimo mayor. Se nota la presencia del folklore.
Creo que hay muchas cosas que me gustaban desde niño, a las que estaba muy cercano. Justamente en la adolescencia tratas de ser alguien, tratas de ser parte de, de estar con cierta gente. Es difícil que un grupo de changos de 13 años en los 90, en vez de escuchar a Korn o Nirvana, esté escuchando un kaluyo. Empiezas a negar cosas y te puedes quedar con eso, lo cual me parece peligrosísimo.
El folklore, la música criolla que es la que más conocía, me venía desde niño porque mi tío era un gran compositor de kaluyos y wayños del sur. Murió casi sin ser conocido, pero en los pueblos lo conocen. Esa música me parecía6 hermosísima. Entonces, me acerqué más con melodías y más ahora con este proyecto que tengo con el dúo Gonzales /Domínguez, un acercamiento sin miedo porque tengo una base importante de alguien que hace esto toda su vida, Marcelo Gonzales, entonces me siento más cobijado.
-¿Qué pasa con los cambios de nombre?¿Por qué un nombre distinto en cada disco?
-Es porque si tienes un nombre nuevo, empiezas de cero, o sea me he empujado muchas veces de muchas formas para no ser yo el que las está haciendo, o sea era yo, completamente yo. Pero si las hacía desde mi nombre y apellido y las volví a hacer desde mi nombre y apellido, estaba retrocediendo al anterior lugar.
Si pongo un nombre distinto, ¿quién conoce a ese? Nadie, ni yo. Entonces puedo hacer lo que se me da la gana.
-Hay otra constante en tu trabajo tanto de pintura como de música: la angustia, la tristeza. ¿Es así?
-He tenido problemas con la angustia y la ansiedad desde niño, con el tiempo los llegas a aceptar y te acostumbras, a pesar de que se hacen más fuertes. Justamente mi acercamiento a la música fue porque entendí que algo de eso salía, componer era como dar alivio a ese dolor.