Villca, el escultor que hace arte para provocar reflexión
Ramiro Villca es uno de los escultores más notables. Vive a 10 minutos caminando al este de la avenida Petrolera, a la altura del kilómetro 2 y medio, en el barrio Campero, un lugar donde sólo en septiembre y febrero la vegetación florece y el resto del año es árido. “Es mejor estar fuera de la urbe, así te inspiras más”, asegura el artista de 40 años, que dice que no recuerda la fecha de su cumpleaños, porque trabajó bastante en mejorar su técnica escultórica.
Su taller está en su casa, en un espacio de no más de tres metros cuadrados, donde apenas entran tres personas de pie. En el lugar hay varios tipos de arcillas, sus gubias, cepillos, mazos, lijas. Sobre una de las maderas, hay un libro titulado “Piense y hágase rico”, de Napoleón Hill, el cual dice que lee en sus ratos de ocio. Ese es su lugar de trabajo durante los últimos 15 años. Ahí están sus obras surrealistas y la mayoría son esculturas de animales.
“Cada obra de éstas —señala los troncos amontonados a un lado de la habitación— son árboles talados en la ciudad o en las calles y me los recogí para hacer del desprecio una propuesta de reflexión y de arte”, comenta.
Viste una bermuda celeste y una chompa verde, ropa ligera, porque —dice Ramiro— la comodidad es lo prioritario al momento de trabajar.
Su rutina diaria es casi la misma. Se levanta, desayuna, juega fútbol en el patio con su mascota, llamada Polilla porque la encontró en la calle una noche después de una inauguración de su exposición. Su taller es su mundo, en él almuerza, descansa, cena y descansa nuevamente. Y los fines de semana recorre su barrio, pasea para inspirarse en la naturaleza, piensa en su próxima obra y juega fútbol. Afirma ser un buen delantero.
Actualmente trabaja en una tortuga, una obra que está siendo tallada de un tronco de árbol de pacay que recogió camino a su casa. Dice que esta obra será para su próxima exposición de fin de año o tal vez la postulará a algún concurso nacional o internacional.
Sin embargo, ser un ganador no sería novedad para él, ya que cuenta con varios galardones, menciones y premios nacionales, como por ejemplo en 2010, el Premio Único en la técnica de Escultura en el XLIII Concurso nacional de Artes Plásticas, la Mención Honrosa del Concurso Nacional de Artes Plásticas “Marcelo
Quiroga Santa Cruz” en 2016 o el Premio único en la técnica de Escultura del Concurso Nacional de Artes Plásticas y otras más.
“La prioridad ahora sólo es seguir haciendo lo que hago, continuar creando y con ello concientizar sobre la realidad a nuestros observadores”, confiesa el artista graduado de la Escuela Superior de Artes Plásticas Raúl G. Prada en 2004.
Y es que su pasión por el arte se manifestó desde muy pequeño, cuando probaba tallar en cualquier madera algunos detalles que se le ocurrían. Aún conserva su primer trabajo, un dibujo animado, un Snoopy que ahora está empolvado, pero decorando un espacio de su habitación.
Su ambición por aprender más lo llevó a trabajar en decenas de carpinterías, época en la que no le importaba el pago, sino el conocimiento, pero sólo aprendió lo básico. En 2000, a través de un consejo de su amigo, llegó a la escuela de Bellas Artes, en la que el maestro Agapito Céspedes fue su mentor. “Ahí aprendí casi todo lo que sé”, dijo.
En cuanto a formar una familia, dijo que no tiene esposa porque es artista. Sus obras están hechas de troncos de pacay, molle, pino, kacha kacha, éste último es de sus favoritos por lo firme y la dureza al momento de trabajarlo. Una que otra obra se expone en el espacio cultural del BancoSol, recientemente inaugurado.
"El arte no está para mostrar cosas buenas, sino para enseñar lo que otros no ven. Aprendí a ser sensible al contexto y me compete concientizar a través de ello. Ser las voces de la naturaleza". Ramiro Villca. Escultor de madera.