Horacio Castellanos Moya: “La génesis de cada novela es muy singular. Yo no repito procedimientos”

Cultura
Publicado el 18/11/2018 a las 0h00
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Daniel Cholakian

Nodal Cultura

Horacio Castellanos Moya es uno de los más reconocidos escritores latinoamericanos. Salvadoreño (aunque nación en Tegucigalpa, Honduras), Castellanos Moya ha vivido en varias ciudades de América y Europa. Trabajó y vivió muchos años en México, donde ejerció el periodismo y desde donde siempre intentaba regresar a su país, del que partió luego de publicar “El asco” que le valió repudios y amenazas. Parte de esa historia, que es personal y no lo es, y que es de algún modo un relato sobre la violencia en El Salvador, está presente en su anterior novela “El sueño del retorno”.

En la novela que Castellanos Moya publicó este año, “Moronga”, reaparece Erasmo Aragón, protagonista de aquella. Pero la nueva novela también trae al presente a Zeledón, un excombatiente salvadoreño que vive en EEUU como asilado, con una identidad que no es la real. Las historias de ambos se han cruzado en el espacio simbólico de la guerra civil, como la de casi todos los salvadoreños.

Lejos de construir una saga o anclarse en el relato del pasado, Castellanos Moya trabaja sobre la historia de un modo casi aleatorio, construyendo espacios de relaciones, de encuentros y sospechas, de temores, de silencios y angustias.

Sobre la memoria, la historia, la violencia, los mecanismos de construcción de sus relatos y sobre “Moronga”, su última novela, dialogamos con Horacio Castellanos Moya

“La memoria de la violencia aparece sin dudas en el ejemplo de Zeledón. En como aparece recurrentemente el involuntario asesinato de su madre, que es algo que lo agobia. Y lo hace como tener una crisis permanente. Una crisis que en el caso de él se convierte en silencio. Se convierte en una manera de recluirse del mundo. De por sí ya es un personaje que trae una identidad falsa, que quiere esconder su pasado. Pero además quiere huir de su pasado”.

 

-Es interesante la relación entre el silencio de Zeledón y la verborrea de Erasmo. ¿Esa manera de callar o hablar son acaso los modos que tienen de enfrentarse a con el pasado que no los abandona?

-Sí. Son dos modos totalmente distintos de enfrentar el pasado. Son dos formas radicalmente distintas de enfrentar el presente y son dos formas radicalmente distintas de hablar ¿verdad? Y de tener funcionamiento como personajes, el funcionamiento del aparato psíquico. En el caso de Zeledón, su eje fundamental es tratar de olvidar. Por eso se anestesia con las series, por eso no establece mundos, no tiene red de relaciones más que unos viejos excamaradas muy perdidos. Y lo que quiere es olvidar. Lo que quiere es que lo olviden, además. En el caso de Aragón, lo que sucede es que su memoria lo avasalla, y sólo se puede liberar de ella en esa incontinencia de asociaciones mentales que hace sin parar y que se convierten en verborrea.

Esa verborrea de Aragón remite obviamente a “El sueño del retorno”, pero también, de algún modo a “Insensatez”. En el modo en que construye el relato, en la brutalidad, en esas palabras que se atropellan inevitablemente.

La segunda parte de “Moronga” sí tiene un aire, una atmósfera, tiene un tipo de personaje, un perfil de personaje similar. En “El sueño del retorno” es el mismo personaje. En “Insensatez” el personaje no está definido, no tiene nombre casi, como la marca de identidad sólo sabemos que era periodista en El Salvador y como se metió en problemas allá ahora está en Guatemala. Podría ser éste mismo personaje también.

 

-Me parece en esa forma de atropellarse en las palabras, en el modo de construir el monólogo interior, en la manera de narrar la historia desde la subjetividad y la memoria hay una marca de estilo, una presencia autoral.

- Sí, eso se encuentra en los tres. Sí. Muy claramente. Está en ese personaje que pierde… que no tiene control de su psiquis. Que la mente es más poderosa que su voluntad de cualquier cosa. Es decir, piensa y piensa y piensa y entonces es una forma de contar sin que sea la acción lo que va determinando lo que el personaje cuenta, sino todas sus obsesiones mentales alrededor de la acción. Es decir, tanto como en “El sueño del retorno”, como en “Insensatez”, como acá, pasan cosas pero no tantas cosas. La trama en ese sentido se somete al ritmo mental y verbal del personaje.

 

-Tanto Zeledón como Aragón no logran establecerse en un lugar. La historia de Zeledón comienza con su mudanza de una ciudad a otra —en un exilio permanente— y la de Aragón la venimos recorriendo de un lugar a otro en distintas novelas y está acá presente. Esa imposibilidad de afincarse ¿cuánto tiene que ver con la historia de la violencia en El Salvador?

-Yo creo que a los personajes, al ser salvadoreños, por supuesto que les pesa la historia del país. Tanto la historia de la guerra civil como la historia reciente de la delincuencia. De situaciones que hacen del país un sitio difícil para vivir. Aragón específicamente es un personaje muy errante, muy errante; y en muchos casos la gente lo asocia conmigo que también he sido errante. Por supuesto no es un personaje autobiográfico pero seguramente algunos de sus rasgos como esa errancia está asociada al autor. Siempre el autor pone algunos rasgos, pero no los principales, porque la errancia no es el rasgo principal de Aragón, su rasgo principal es lo que tiene en la cabeza. Para mí como autor meterme en la cabeza de Aragón supone un desgaste profundo. Porque cuando hago el viaje de regreso a quien soy yo. Es muy desgastante.

 

ENCUENTRO

Décima versión

El Centro pedagógico y cultural Simón I. Patiño realizará el X Encuentro de Escritores Iberoamericanos del 21 al 24 de noviembre de 2018, en el que participarán como invitados especiales los escritores Carmen Boullosa, de México; Julián López, de Argentina; Giuseppe Caputo, de Colombia; Horacio Castellanos Moya, de El Salvador —a través de videoconferencia—, y Gonzalo Lema, Giovanna Rivero y Wilmer Urrelo, de Bolivia, quienes leerán una ponencia en torno a las perspectivas de la literatura iberoamericana.

 

Retrato de historias y procesos del escritor

-Hay en “Moronga” un trabajo muy interesante con los espacios. Y esa sensación de peligro que se da en espacios aislados es impresionante. ¿Cómo pensó esa relación entre el espacio y la paranoia que se da en ambos personajes?

-Nunca me lo he propuesto abiertamente. Ahora que lo mencionas es que le puedo poner atención de que los espacios son así. Para mí, la paranoia es un factor esencial. Un rasgo fundamental de las personas que proceden de Centroamérica, porque la paranoia es la que te permite sobrevivir en ese tipo de sociedades, para que no te asesinen tan fácilmente tienes que ser bastante paranoico. Es un estado de vida normal. Entonces los personajes por supuesto tienen eso. Tienen eso más acentuado porque son personajes que llevan hasta la exageración ciertas situaciones. Y el temor permanece cuando están aislados en su propio espacio vacío. Es decir que no hay necesidad de que haya alguien amenazando. Porque, por ejemplo, Aragón, cuando viaja en el autobús y siente que el trigueño lo va siguiendo, digamos que es una forma normal de paranoia, porque está expuesto en la calle. Pero no lo es cuando está en la habitación del Airb&nb, donde justamente nada pasa ahí. Porque su mente ya está infectada. Está temiendo todo el tiempo.

 

-¿Fueron dos historias que estaban pensadas por separado o es una historia que pensó y luego decidió contarla de dos maneras distintas, a través de estos dos personajes?

-Mira, la génesis de cada novela es muy singular. Yo no repito procedimientos. Son los procedimientos los que se me van imponiendo de acuerdo a la historia que voy contando. En “Moronga”, lo primero que escribí fue a Aragón. La segunda parte es lo primero que escribí. Por una razón. Porque yo ya traía de mi anterior novela, “El sueño del retorno”, esa voz. Entonces fue la historia que me vino. Y luego escribí la parte de Zeledón, personaje que viene de “La sirvienta y el luchador”. Ahí hay ya una especie de tejido para armarlo. Yo tenía un enorme deseo de ver qué pasaba con él después. Es decir ¿cómo se da cuenta este hombre que ha ametrallado el carro donde va su madre? Una situación como de la guerra civil donde no se sabe nada, donde hay tantos muertos al día. ¿Cómo se da y qué le pasa en su consciencia? ¿Qué le pasa en su interior cuando descubre lo que descubre?

Y no me caía el veinte, como dicen, no caía la moneda. No caía la moneda. Cuando yo iba escribiendo a Aragón, la segunda parte, me comenzó a sonar que tenía que traer a este personaje. Fue un proceso un poco mágico a ese nivel, porque yo termino con Aragón y en ese momento él se da cuenta ejecutando a alguien de cómo él había ejecutado a su madre. Y ahí comienzo a escribirlo y comienzo a meterme en otra psiquis y a desarrollar otra psiquis muy silenciosa. Me llevó un tiempo más encontrar cómo hacer la costura final. El bordado final. Hasta que llegue a lo del informe. ¿Por qué? Porque dije, si en esta novela la vida norteamericana es determinante en cuanto a la paranoia en la vigilancia y las series, entonces un informe policíaco puede permitir abrir todo eso y juntar las dos partes.

 

-¿Y cómo es esa historia de El Salvador que se va contando?

-Pues mira, el proceso es muy caprichoso, porque yo he ido escribiendo de acuerdo a como se me ha venido en gana. De acuerdo a como se me han aparecido las historias. Y de acuerdo a ciertas pulsiones que para mí es muy difícil de explicar. Y eso se puede detectar en el hecho de que no hay una cronología de historias. Es decir hay historias que suceden en los 90, luego me puedo ir a historias que suceden en los 40, luego en los 70, luego regreso. Hay un movimiento sobre el tiempo que está determinado más por la historia del personaje, por el personaje que me habla para contar la historia, más que por una planeación cronológica de una saga. Yo por eso soy un poco reacio a hablar de una saga de novelas y yo digo que es más bien un grupo de novelas que tienen que ver con la familia Aragón.

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