Sebastián Antezana: “Escribir es, también, reconocer nuestro derecho a la opacidad”

Cada palabra, oración y detalle dentro de la narrativa de Sebastián Antezana es el producto de un trabajo cauteloso para que el lector sienta, piense y, en algún momento, sea el mismo personaje. “Me tomo mi tiempo en editar y corregir”, dice el escritor nacido en 1982.

No tiene una decena de obras publicadas, pero con las que cuenta son referentes en la literatura nacional. “La toma del manuscrito” le mereció el X Premio Nacional de Novela de Bolivia en 2008; “El amor según”, publicada en 2011, e “Iluminación”, su primer libro de cuentos y su último trabajo lanzado en 2017, que forma parte de los libros más vendidos de la editorial El Cuervo.

Antezana, quien en unos meses más terminará su doctorado en la Universidad de Cornell, habló con Los Tiempos sobre sus personajes, su propuesta y sus futuros proyectos.

—¿Qué técnicas usas para conocer la psicología humana que se plasma en tu obra?

—No sé si tengo una técnica específica. Creo, más bien, que crear psicologías en la ficción, dotar a personajes de vida interior y exterior, es siempre una cuestión de lenguaje. El tipo de expresión, las palabras que uno elige para describir a un personaje, cómo es, cómo siente, cómo procesa las cosas, cómo duerme y con qué sueña, cuál es su rutina en la ducha, qué elige no comer en las noches, cómo pasa el tiempo muerto en el trabajo, cómo baila, cómo le gustaría bailar, lo define. Todas esas microelecciones a veces expresas, a veces inconscientes, se dan en cada línea del texto, porque cada línea y la suma de las líneas define a los personajes. Creo que en mis textos controlo estas elecciones pero sólo hasta cierto punto. A partir de ese punto, la escritura y la creación de personajes se vuelven un ejercido de intuición, desciframiento y pérdida.

—¿Tratas de ver a la gente cómo es en la realidad, fuera de un tablero de ajedrez, en el amplio espectro que hay entre el bien y el mal?

—Es que la gente es así, ¿no? Plenos de claroscuros, intenciones transparentes y opacas, medios impulsos y extremismos. Escribir es reconocer, permanentemente, lo horribles y capos y mediocres —quizás sobre todo lo mediocres— que somos. Y esto es siempre sólo rasguñar la superficie porque escribir es, también, reconocer nuestro derecho a la opacidad, a la intraducibilidad. La literatura no expresa, no representa, no conecta, celebra la oscuridad, la diferencia.

—¿Con cuál de tus personajes tienes más afinidad?

—Creo que con ninguno.

—¿Qué es la escritura para ti?, ¿cómo la vives en el cotidiano?

—Es algo que me gusta mucho. Seguramente una de las cuatro o cinco cosas que más me gusta hacer, junto con la lectura. Una de las cuatro o cinco cosas en las que me siento, al mismo tiempo, más cómodo y más incómodo, como tirarse al final del día en un querido sofá que está completamente empapado. Creo que esa es una buena forma de estar y de procesar las cosas, desde una posición que te permite pensar, te permite proponer, te permite decir, pero que al mismo tiempo te muestra brutalmente tus limitaciones.

—Alguna vez dijiste que te tomó un buen tiempo escribir “Iluminación”. ¿Es más complicado escribir un cuento que una novela?

—Para mí es definitivamente difícil. Pero escribir una novela también es difícil. Son muchos años, mucha corrección, tantísimas tardes y noches y mañanas frente a la computadora sin motivo. Vale la pena, por eso que te decía de la comodidad incómoda (o viceversa), pero es complicado. El cuento demanda una alta capacidad de tensión narrativa aunada, en mi caso, porque eso es lo que me interesa, a una tensión poética que sea capaz de estirar y explotar el lenguaje dejando, de trecho en trecho, momentos de descompresión. Pero algo similar pasa en otros géneros. Ahora mismo sigo escribiendo una novela en la que vengo trabajando, muy interrumpidamente, casi diez años. No tengo idea de cuándo la terminaré y a veces no le encuentro sentido a seguir. Pero a veces sí.

—¿A raíz de qué nacen tus cuentos?

—Varias cosas, algunas veces una imagen (por ejemplo, “Viejos que miran porno” nació de una imagen específica, una pareja de hombres mayores metidos en una cama), otras veces una idea (el cuento “Ante la ley” nació de la intención de escribir una historia de incesto), otras del boceto de un personaje que me interesa explorar (en “Proteo, cazador” tenía pensado escribir la historia de un chico traumatizado por su padre abusivo y terminar esa historia con la elección del chico de quedarse con su padre). Los motivos que detonan la escritura son varios, afortunadamente.

—¿Cuál es tu próximo proyecto?

—Como te comenté, vengo trabajando hace bastante tiempo en una novela. Por motivos de estudios y trabajo, la escritura va siendo muy accidentada e interrumpida, pero espero poder retomarla y terminarla pronto. El libro cuenta dos historias: por un lado, la de una joven pianista enferma de un cáncer terminal y, por otro, la de una comunidad futura que encuentra en la lectura de la enfermedad una forma de volver al pasado. Tengo ya bastante escrito y tengo listo el título, que normalmente escojo al final porque es de las cosas más difíciles: “Años luz”.

—¿A quién o a quiénes estás leyendo ahora?

—Doy clases de literatura en una universidad, así que la mayoría de mis lecturas están relacionadas con los cursos que enseño. Esta semana leímos un hermoso libro de María Antonia Garcés sobre Cervantes y sus años de cautividad (“Cervantes en Argel. Historia de un cautivo”) y el buen libro de cuentos de Daniel Alarcón “El rey siempre está por encima del pueblo”. Fuera de eso, acabo de comprarme y empezar a leer un luminoso librito que transcribe una de las últimas entrevistas extensas que dio Ursula K. Leguin (“Conversations in Writing”). Me hace feliz

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Su carrera

A sus 25 años, Sebastián Antezana obtuvo Premio Nacional de Novela con la obra “La toma del manuscrito”, una historia que juega con la ficción a partir del misterio de unas fotografías. Es licenciado en Literatura Latinoamericana por la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, maestro en Literatura Inglesa por la Universidad de Leeds y es profesor en Syracuse University

Es autor de “El amor según” (2011), “Iluminación” (2017). Algunos de sus escritos forman parte de diferentes antologías.