Freddy Chipana: “Nuestras obras deben estar hechas para el público y no para el actor”
Es la cabeza de Altoteatro, de El Alto, se presentó en Cochabamba hasta ayer en el Tapeque con su monólogo “Ratas”. Junto a su grupo, ha girado presentando su trabajo en toda Bolivia, además de estar con sus obras en países como Chile, Argentina, Brasil, Perú y también en Europa, sobre todo en Francia. En esta entrevista con Lecturas & Arte, Freddy Chipana habla de sus procesos creativos y sus inicios en el teatro.
—¿Cuándo comenzaste a hacer teatro?
—Mi historia con el teatro inicia en 1990, como una travesura en una casa infanto juvenil, Tres Soles, ahí en El Alto. Ahí nació mi primer grupo, el mítico e inolvidable Ojo Morado, a cargo de un suizo, Stefan Gurtner (El Indio para nosotros). Sólo los más viejos recordarán de quién hablo, pues aún a pesar de los años, sigue el grupo trabajando en Cochabamba, en Chojñacollo. Después fui parte del Teatro de los Andes, con ellos trabajé siete años y, a partir de 2002, junto a otros artistas, fundamos el Altoteatro, son con los que trabajo actualmente.
—¿Crees que tienes un estilo?
—No creo en un estilo, tampoco en una sola forma, pero la responsabilidad que tenemos con la escena trata de unir la vida con el sueño, ¿cómo? No sabemos porque siempre es un misterio lo que hacemos, hablamos de lo que vemos, sentimos, de eso que no es posible, de eso urgente, de nuestras vidas pasadas, de nuestras almas inquietas, a eso le damos forma escénica. Lo que sí es importante en lo que hacemos es la investigación, el laboratorio, el trabajar en la escena lo que no podemos ser, lo que no es posible, transformar, destruir, reinventar. Lo que sí es importante dentro de nuestras obras es que deben estar hechas para el público y no para el actor, aunque la raíz venga de nuestras almas. Hemos logrado que la gente se interese en nuestro trabajo porque pasa por un montón de sentimientos, porque a través de nuestro trabajo se ve como en un espejo y viaja a su yo inconsciente. Nos han tildado de un teatro social; no hacemos teatro social ni del oprimido, con el respeto que se merecen los que lo hacen; lo que hacemos es un teatro urgente, útil y humano, que tenga plena responsabilidad con la vida, un trabajo artístico humano, pero con profundidad.
—¿Cuáles son los detonantes con los que comienzas un proceso?
—No me gusta cuando la gente sólo quiere hacer teatro. Pienso que al teatro tenemos que quitarle eso, el teatro, para que se vea el alma hecha arte, la poesía escénica como lo llaman otros, por eso creo vital la necesidad de querer contar algo importante al iniciar un nuevo viaje, creo en el teatro de autor y refrescarnos en otras posibilidades. Por eso, al inicio, creo fundamental el sueño común, utilizar e investigar nuevos lenguajes, aquello que nos hace falta como actores, directores. Al iniciar siempre buscamos lo que no hicimos.
–¿Cómo ha cambiado tu idea del teatro desde que comenzaste hasta ahora?
—Siempre cambia, ésa es la magia del teatro. Antes creía en estar en la escena, en explotar las posibilidades de pellejo, pero ahora no, creo que es necesario desaparecer en la escena como cuerpo y que sea importante lo que el alma cuenta a través de las criaturas que construimos. Después, con el tiempo hasta las herramientas se desgastan, las palabras, los cuerpos. Ahí es donde nos tenemos que hacer otras preguntas que nos causen otros limiten, otras pasiones, otras razones para poder vivir haciendo este milagro. Por ejemplo, ya no creo en el artista en la escena, creo más en el ser humano en la vida
—¿Es difícil trabajar en grupo?
—Creo que es fundamental trabajar en grupo. Es difícil, muy difícil, pero no estás solo. El capital humano también se debe cuidar, responsabilizarse de otra vida, ser parte de otros sueños, crecer al lado de otro. En un grupo existen sueños y proyectos a corto, mediano y largo plazo. El grupo te da la posibilidad de heredar a la nueva generación miradas más profundas, renovar fuerzas para que otros sean mejores que uno. También con el público sucede que te acompaña y espera una propuesta mejor a la que hiciste, así que implica mayor dedicación y rigor, un espectáculo profesional, por así decirlo.
—¿Cómo decidiste hacer “Ratas”?, tomando en cuenta que te diriges, interpretas y has escrito el texto. ¿No has extrañado la dirección de alguien más?
—Es necesaria la mirada externa. “Ratas” es una obra que tiene casi un año y medio de trabajo en su proceso de creación, casi milimétrico, tratamos de cuidar cada detalle, es muy duro hacer monólogos, actuarlos. El tema me interesa, nace a partir de un testimonio de un ser con una frialdad a la vida, que narraba proféticamente un camino, me quedé días y meses con sus palabras… ahí es donde comencé a escribir “Ratas”, encontré la metáfora de la lucha entre las ratas y los dioses gatos… escribí y reescribí tantas veces… hasta que afrontamos el texto en escena, creamos las imágenes y decidimos los elementos, en esto me ayudaron Carmen Tito, Edgar Chipana, Fernando Espinoza, Carlos Zarate, César Zarate, ellos son los que más años están trabajando en el grupo Altoteatro. Al final la estrenamos en Chile en el Fitza. Fue hermoso. El público quedó enamorado de la propuesta “Ratas”. Mis compañeros son mis maestros actuales y ellos son los que me regalaron este milagro que era urgente para mí.
—¿Cómo ves el teatro en Bolivia actualmente?
—Antes creo que teníamos más caos que ahora, hemos crecido a nuestra manera, los años nos han servido para depurarnos y hacernos valiosamente diferentes… hay muchas formas, estéticas, grandes maestros, creo que hay más responsabilidad en nosotros. Ahora afuera se habla de un teatro Boliviano de calidad, antes sólo se hablaba del Teatro de los Andes, ahora se habla de dramaturgos, de directores, de actores, de grupos, de filosofías y experiencias profundas del teatro boliviano. Ha sido bueno no mirarnos los ombligos, no seguir sueños de los maestros, ser nosotros con nuestra realidad y nuestro contexto como artistas. También ahora se puede decir que después de tantos años somos un teatro más digno y, por qué no decirlo, auténtico porque no hacemos el mismo teatro. El problema que ahora debemos solucionar es reconquistar un nuevo público, es triste ver una obra tan hermosa que sólo tenga 25 personas y seamos felices, ése creo que es nuestro pecado como hacedores de arte escénico… ¿del Estado? A veces prefiero que las energías sean usadas en otras estrategias que no sea que el Gobierno nos solucione la vida, o nos financie proyectos. Tengo fe de que un día todos vamos a vivir de las entradas del público. Lo último bueno es que hemos empezado a admirar el milagro del otro y respetarlo, creo que vamos a heredar a los nuevos compañeros un terreno más fértil para el arte.