Serenata del 14 de septiembre o cómo matar a la cultura cochala
Ariel Antezana Espinoza
Director en El Fin del Silencio
Para nadie es un secreto que la cultura no está ni en las agendas ni en las políticas de nuestras “autoridades”, ya sean gubernamentales o municipales; de hecho, se sabe que, dentro de las instituciones públicas, el que destinen a un funcionario al área cultural está considerado un castigo o casi una humillación.
Estas situaciones las vivimos hace varias gestiones, sin importar el partido, frente, asociación ciudadana o sociedad política accidental; definitivamente la cultura no existe para tanto ilustre desconocido.
Es más que evidente que la cultura para el área pública en Cochabamba ha cerrado filas en torno a las famosas “ferias gastronómicas”. Cosa que de todas maneras reduce la cultura cochabambina a comer y comer y seguir comiendo.
En cuanto a la música, la situación no es diferente, pues a lo que nos han acostumbrado las instituciones y sus departamentos culturales es bajo la misma dinámica, folklore y música tropical en todo lo que tiene que ver con cultura.
En los últimos años, hemos visto morir a varias actividades musicales, sin mayor explicación que aquellas regidas por prejuicios trasnochados.
Durante muchos años, los músicos y gestores culturales han tenido que batallar con las autoridades debido a lo reducida de la visión de estas últimas, desde la eterna lucha de los bares, pubs, bistrós y demás que se dedican a cultivar la cultura alternativa, esa cultura de la que el municipio, por ejemplo, se obstina en ignorar y proscribir.
La enorme cantidad de bandas de rock cochabambinas es impresionante, como así de impresionante es su capacidad de supervivencia, tratando de mostrar su trabajo a través de sus composiciones, en las que se refleja una realidad que envuelve al músico, puede ser una realidad sentimental, analítica, de pensamiento, política o social, nuestros músicos son uno de los más fieles reflejos de nuestra realidad, coyuntural y permanente.
Sobre lo difícil que ya de por sí es hacerse de un nombre y en lo posible de una carrera, teniendo que enfrentarse a las difíciles condiciones, a la casi clandestinidad. Pero además de ello, y como si fuera poco, desde hace unos años, va creciendo otra “amenaza” a la capacidad compositiva, creativa, y al talento de crear, esa bestia negra llamada “tributo”, que es nada más que un grupo que en la comodidad de la imitación se hace de un nombre y carrera, bajo el argumento de que un músico también es un intérprete y frente a una realidad cada día más triste, que es la, cada vez menor capacidad del público de buscar algo nuevo y con propuesta, sumando el hecho de que los negocios que viven de la noche con su reducida posibilidad de trabajo necesitan generar “dinero rápido” no arriesgan su recaudación diaria con un grupo o músico nuevo y con propuesta, pues nada mejor que canciones de grupos súper conocidos e internacionales y bajo el discurso de “cuando los vamos a ver aquí” recurren al facilismo de mandarse tributos a Soda Stereo, Korn, AC/DC, , Bon Jovi o lo que se les pueda ocurrir. Una triste realidad que parece no tener fin. Además, está apoyado por quienes tienen la obligación de apoyar y gestionar la cultura en nuestra ciudad es cuando creo que ya hemos tocado fondo y parece ser irreversible. Con esto me refiero al vergonzoso capítulo de la última serenata a nuestra querida ciudad, y sí, La Serenata a Cochabamba organizada por la municipalidad contó en su escenario con el tributo a Pink Floyd…
Aún sin poder creerlo lo digo, un tributo en una serenata organizada por el departamento de Cultura del municipio, vamos a ser lo más amables posibles y deducir que se quería la presencia del rock en la serenata, pues la municipalidad tenía a más de 120 bandas cochabambinas a disposición, además con composiciones propias.
No sé si fue quien vendió el show, que logró convencer a unas autoridades sin mayor cariño o identificación con su tierra y sus artistas, que acaso pensaron que, como nadie hace rock ni compone su propia música en Cochabamba, la mejor idea que se les podía ocurrir fue traer un tributo y desde La Paz. ¡Ojo!, el hecho de que vinieran de otro departamento no es un tema relevante, es más, qué lindo e increíble podría ser que traigan a muchas bandas de diferentes departamentos de Bolivia a cantarle a Cochabamba, pero, por favor, a cantarle sus canciones, su propuesta.