Origami, el arte que estimula la salud física y mental
El origami es una fuente lúdica de múltiples facetas. Este arte milenario de doblar papel puede ser una fuente de aprendizaje psicomotriz para los más pequeños y los jóvenes. Asimismo, es una herramienta terapéutica para los adultos mayores.
El plegar papel tiene un origen que se atribuye a la cultura japonesa, transmitido de generación en generación.
Formar figuras simples y complejas con las diferentes texturas del papel es tan versátil que tiene diferentes beneficios tanto a nivel físico como mental.
Beneficios para los niños
A partir de los tres o cuatro años, en educación inicial, el origami es una forma más de reforzar el desarrollo de la motricidad fina en los niños, pero con un trabajo previo en masa de sal o plastilina. Es por esta razón que aproximadamente tres meses después del inicio del año escolar ya forma una actividad rutinaria en el aprendizaje de los pequeños, según confirma la directora del Kinder Tía Kika y especialista en educación inicial, Jeannette Vargas Hanssen.
En estas edades tempranas de preescolaridad, la realización de formas simples de origami favorece también a desarrollar la atención de los niños, aprender a seguir instrucciones, generar la tolerancia a la fatiga, ejercitar la percepción visual, la comprensión, creatividad y una serie de habilidades que servirán para el desarrollo integral del niño, dijo.
Por su parte, la psicóloga en educación especial Ximena Calatayud aclara que el origami ayuda también en el seguimiento de secuencias en niños pequeños y grandes. También es una forma de estimular la parte cognitiva, mediante la concentración y la ubicación espacial. Entre los ocho a 10 años se pueden realizar los doblados más complejos, dijo.
“Para los niños con dificultades de aprendizaje, esta herramienta de base lúdica es muy versátil”, añadió.
Beneficios para los adultos
Con el origami, los adultos pueden potenciar la memoria, combatir el estrés y tratar dolencias como la artritis y la depresión, entre otras, según expertos.
En adultos mayores —ya poco activos—, es una terapia ocupacional muy interesante, según Calatayud.
El requisito para su uso es que sea del gusto de la persona y así pueda motivarse, añadió.
Los adultos mayores también mejoran su concentración y atención, además que al terminar un trabajo mejoran su autoestima, como los niños, según la experiencia de Hans Romano, miembro de la Comunidad Origami Cochabamba.
Aprendizaje en la ciudad
Aunque hay en diagramas a seguir y tutoriales en Internet, las figuras de origami se pueden aprender con expertos del tema en nuestra ciudad.
La Comunidad Origami Cochabamba (como se encuentra en Facebook, teléfono 60750640), tiene un historial de cursos y exposiciones realizados para todo público.
Llegaron a ser una quincena pero actualmente hay casi una decena activa, tres de ellos diseñan sus propias creaciones.
Uno de los creadores de esta comunidad, Hans Romano, contó que los trabajos realizados pueden tardar hasta un mes en plasmarse, mediante el diseño, cálculo, plegado y terminación de detalles.
Existen diseños simples y complejos, para seguir un patrón se necesita de mucha concentración y adquirir el papel adecuado para cada figura, él utiliza papel mantequilla, papel kraft y papel américa para sus creaciones; el papel bond de colores o iris los usa para enseñar.
En Cochabamba, para aprender este arte —tanto instituciones como personas particulares—, pueden acudir a la Comunidad Origami Cochabamba o a la Asociación de ex Becarios Bolivianos en el Japón (comunicarse con Sdenka Fuentes al teléfono 72721519).
PRÁCTICA CULTURAL
La presidenta de la Asociación de ex Becarios Bolivianos en Japón - Filial Cochabamba, Sdenka Fuentes, señaló que la especialidad profesional que tuvo como arquitecta en Obihiro en la isla de Hokkaido (Japón), fue acompañada por aprendizajes culturales que ahora transmite en Bolivia. Ella contó la importancia de la grulla de papel, la figura más conocida del origami, por relacionarla con la paz. Esto debido a la historia real ocurrida con la niña Sadako Sasaki, víctima de las secuelas de la bomba atómica en Hiroshima, quien antes de morir por la Leucemia, intentó plegar mil grullas para que su deseo se haga realidad, como dice una leyenda japonesa. Murió en octubre de 1955 e hizo 644 grullas de papel. Una estatua la recuerda en el Parque de la Paz de Hiroshima, en Japón.