Lourdes y Marco, guerreros de amor y dignidad

14/02/2019
El estadio Félix Capriles, testigo de miles de historias, alberga una sobre el amor que enfrenta cualquier circunstancia, que demuestra que vivir en pareja también es crecer uno junto al otro con un objetivo en común.

El estadio Félix Capriles se inunda de bullicio, las barras gritan, la banda toca y decenas de conversaciones están en el aire. En medio de este mar de sonidos, una pequeña de 6 años recorre las tribunas, su papá viene detrás de ella. Él tiene un colorido aguayo amarrado a la espalda donde se encuentra su bebé de un año y medio, y su esposa se sostiene de uno de sus brazos. 

"¡No se quede afónico! Compre un caramelo para refrescar la garganta", ofrece Marco Antoriano a los eufóricos hinchas. "También puede botar los dulces al árbitro", bromea y logra convencer a sus clientes.

Marco y su esposa Lourdes Mamani son ciegos y con esta sencilla actividad logran costear parte de los gastos de sus hijos: Rosalía e Iván.

"Mi padre me cortó de la noche a la mañana todo lo que yo tenía. 'Se acabó', me dijo, 'Como hombre se hace cargo de su familia'. Me cortó todo y no sabíamos qué hacer", recuerda.

La noche de San Juan del 2012, Lourdes y Marco decidieron seguir su corazón y unir sus vidas, pese al miedo y prejuicio de las personas.

Marco nació con catarata congénita y fue perdiendo la visión de manera paulatina hasta quedar ciego. Su familia lo apoyaba económicamente hasta que decidió casarse.

"Mi padre me cortó de la noche a la mañana todo lo que yo tenía. 'Se acabó', me dijo, 'Como hombre se hace cargo de su familia'. Me cortó todo y no sabíamos qué hacer", recuerda.

Su papá les dio un cuarto y una cocina dentro de la casa familiar. Lourdes había logrado comprarse algunas cosas, así con lo básico y con una pequeña en camino, iniciaron un nuevo reto. "Gracias a Dios se nos abren las puertas", señala Marco.

Un día una persona fue a ofrecer trabajo al centro Manuela Gandarillas, donde la pareja tenía sus clases de rehabilitación. El empleo consistía en vender ejemplares de una publicación dedicada al club Wilstermann.

Ambos aceptaron realizar las ventas, pero para los encuentros de Aurora cambiaban de producto y ofrecían dulces.

Y así como llegó, repentinamente la persona que dejaba las publicaciones dejó de hacerlo. Entonces, decidieron continuar con la venta de dulces, como cualquier otro negocio se debe hacer una inversión y si no se logra vender, se pierde.

Durante todos estos años, sólo en una ocasión la familia tuvo problemas para entrar al Capriles a trabajar. Durante el clásico de hace un par de semanas, las personas encargadas del ingreso no dejaban pasar a Marco hasta que la intervención de un hincha los ayudó.

Al estadio llegan un par de horas antes del cotejo, es el mejor momento para vender ya que cuando el balón rueda por la cancha, los ojos de los aficionados siguen a los jugadores. 

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Marco y Lourdes arreglan la ropa a Iván.
Gerardo Bravo

Mientras tanto, la familia aprovecha para descansar, tomar un poco de agua y cubrir las necesidades de Iván. Marco saca su celular y sintoniza una emisora de radio, quiere saber qué ocurre a unos metros de donde están. Él es hincha del Aviador y Lourdes sigue al Equipo del Pueblo, cada uno alienta a su equipo cuando puede.

El árbitro marca el final del primer tiempo, es el momento de retomar la venta entre las tribunas junto a Rosalía e Iván.

Rosalía e Iván, el motor del corazón

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Carlos López
Lo que Marco gana vendiendo dulces, sirve para costear los gastos de sus hijos.
"Cada día que pasa nos encomendamos a Dios, sólo Dios sabe cómo seguimos llenos de vida, llenos de energía porque, muchas veces, los mismos problemas que hay a uno lo devastan".

"No expresaba mis sentimientos, nunca. Con Rosalía he aprendido a expresar mis sentimientos, a decirle te quiero, a decirle hijita", cuenta Lourdes, quien es ciega de nacimiento y sólo logró conocer los destellos de luz que captaba uno de sus ojos, que luego fue removido por un glaucoma avanzado.

Lourdes, huérfana de madre y con un padre ausente, creció en diferentes hogares y llegó al centro Manuela Gandarillas donde salió bachiller y conoció a su esposo durante las clases de rehabilitación.

"Soy feliz a lado de ella y tengo una linda familia.  Yo recibo bastante apoyo de mi esposa, en todos los ámbitos ella me apoya", dice Marco.

El día inicia muy temprano, a las 6:00 Marco despierta y comienza a preparar el desayuno. Unos minutos después Lourdes despierta a Rosalía para que vaya al colegio, este año está en primero básico.

Él tiene que irse a sus clases en la Escuela Superior de Formación de Maestros Simón Rodríguez (ESFM), está a poco de graduarse y la puntualidad es importante.

Marco Antoriano

Marco Antoriano durante una de sus prácticas en la ESFM. | Cortesía del entrevistado

 

Mientras, Lourdes lleva Rossi a la escuela, a veces acompañada de Iván. Al retorno, ella comienza a cocinar, una actividad que le gusta hacer y tiene su propia técnica para enfrentar sus laborales en medio de la oscuridad.

Si Marco está, ayuda. Y tienen que apurarse a comer porque Iván es tan inquieto que hace difícil la hora del almuerzo. Rossi descansa y luego inicia sus labores escolares, juega y practica durante una hora con el teclado.

Rossi es un gran apoyo para sus papás, si su mamá necesita ir a la tienda, la pequeña se ofrece de inmediato para acompañarla, así como lo hace cuando van al estadio.

Iván nació con el mismo problema que su papá, a su corta edad ya fue sometido a cirugía dos veces y tiene un resto visual que lo ayuda a tener información de su entorno.

"Fue un golpe muy bajo saber que mi hijo tiene esto porque tengo ocho hermanos, bastantes primos y parientes y nadie de mi familia padece esta deficiencia visual. Para mí ha sido un golpe muy duro", lamenta Marco.

El pequeño va a clases de estimulación visual para poder alcanzar su máximo desarrollo posible, además usa unos lentes adaptados, como si fuera una especie de antifaz.

Iván tiene mucha energía, está aprendiendo a caminar y se desplaza gateando, levantando objetos y jugando. Toda esta vitalidad es considerada por sus papás como un indicador de que puede enfocar, eso les da mucha esperanza.

Son las 20:30, la pequeña debe ir a dormir, mientras sus papás continúan con los quehaceres y Marco retoma las lecturas de sus textos digitales gracias a Jaws, un lector de pantalla muy útil. Con el mismo sistema realiza sus trabajos prácticos y con una tecnología similar puede manejar su celular.

"La ceguera es parte de tu vida. Uno aprende a vivir con esto", asevera Marco.

Los fines de semana, la rutina cambia. Los sábados realizan arte público cantando en puertas de la pollería Leo, ubicada en la calle Totora y Esteban Arce. La pareja está agradecida con la dueña del local ya que son pocas personas que entienden que así pueden ganar algo de dinero.

El canto también es parte de la rehabilitación para las personas ciegas. Lourdes ama cantar y en una ocasión quedó en tercer lugar en un concurso organizado por la telefónica VIVA en la Feria Internacional de Cochabamba.

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Lourdes Mamani durante un concurso de canto. | Cortesía del entrevistado

 

Mientras que los domingos por la mañana van a la iglesia, antes del estadio.

"Cada día que pasa nos encomendamos a Dios, sólo Dios sabe cómo seguimos llenos de vida, llenos de energía porque, muchas veces, los mismos problemas que hay a uno lo devastan", cuenta Marco.

Enfrentar los prejuicios

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Lourdes y Marco, guerreros de amor y fuerza

"Para mí ha sido muy difícil integrarme a la escuela por eso yo deje durante 15 años la escuela. Yo llegué hasta cuarto básico. Yo entré a mis doce años a segundo año", relata.

"Lléveselo, yo no voy a poder con esto. Él necesita un trato especial. Yo tengo muchos alumnos", fue el argumento que una maestra de Marco le dijo a su papá. "Entonces, mi padre me sacó y siempre estuve en casa", recuerda.

Marco, debido a su catarata, tenía muy poco campo visual y no podía distinguir las letras de la pizarra de su salón. Pese a usar lentes, tenía que pararse, ir hasta estar frente a las letras y anotarlas de vuelta en su pupitre, pero muchas veces no podía ni ver las cuadrículas de su cuaderno.  Fue objeto de burlas de sus otros compañeros. 

"Para mí ha sido muy difícil integrarme a la escuela por eso yo dejé durante 15 años la escuela. Yo llegué hasta cuarto básico. Yo entré a mis doce años a segundo año", relata.

Pese a que cuando tenía seis años fue sometido a una cirugía, peridó la visión del ojo derecho.

El 2008, finalmente decayó su vista y quedó en la oscuridad. Pasó un tiempo lidiando con el duelo de perder lo poco que tenía y por consejo de un amigo entró al Instituto Boliviano de Ceguera (IBC) y luego al centro Gandarillas.

Tras aprender el sistema braile, concluyó sus estudios en una escuela nocturna.

El 2015, surgió la oportunidad de ir a la Normal. Su esposa, que estudiaba fisioterapia, lo apoyó para ingresar.

Este año, implementa su proyecto de grado en el Centro Especial Educativo Ignacio Zalles y está a poco de graduarse. 

Luego de esto la pareja tiene planeado que Lourdes retome sus estudios y siga sus sueños en el canto. 

Una casa, el sueño

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"Aunque digan que hay gente mala, que hay gente cruel, también hay gente buena"

Toda la familia trabaja por tener un espacio propio que les dé mejores condiciones de vida a Rossi y a Iván. 

"Es nuestro sueño tener un lugar donde vivir. Es a lo que apuntamos y por lo que trabajamos. Un amigo me decía hay que soñar todo si no llegas a tu meta por lo menos a medio camino vas a llegar. Dios mediante lo pensamos lograr, si hasta ahora hemos podido hacer tantas cosas, vamos a seguir haciendo más cosas", expresa Marco.

Pero además están sus sueños personales, Lourdes quiere desarrollar su canto y ayudar a las personas con la fisioterapia y Marco apunta a servir a la población con discapacidad luego que concluya sus estudios, además de seguir practicando goalball y seguir ganando medallas junto a la selección departamental.

Sobretodo desean darles lo mejor a sus hijos para que puedan alcanzar sus propios sueños y que enfrenten el mundo con esperanza. 

"Aunque digan que hay gente mala, que hay gente cruel, también hay gente buena", señala Marco.

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Lourdes carga a Iván durante un partido.
Gerardo Bravo

La oscuridad que forma parte de la vida de Lourdes y Marco hizo que desarrollen con mayor agudeza sus otros sentidos y sobretodo el corazón, abrir el pecho y sacar el alma para amar.

"Prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida", reza la liturgia ceremonial de una boda.

¿Cuántas personas pueden realmente cumplir sus promesas? ¿Aferrarse a los sueños, lidiar los días juntos, aliviar las cargas con el corazón y abrazar los miedos?

Tal vez no muchas, pero esta historia demuestra que es posible.

 

Créditos redacción: 

Redacción: 
Yvonne León

Créditos fotografía: 

Fotografías: 
Gerardo Bravo y Carlos López
Vídeo: 
Gerardo Bravo