Formar maestros
Hay temas que son recurrentes en el quehacer educativo cotidiano que bien vale la pena abordarlos desde distintas perspectivas; en este caso lo hago desde la experiencia de ser maestra y acompañar tanto la formación inicial, como permanente de maestros bolivianos.
El proceso de transformación educativa que se vive en el país ha supuesto transitar de una forma de enseñar y aprender a otra diferente, cuya finalidad es formar ciudadanos conscientes de la realidad social, que intervienen en ella de manera productiva y que viven en armonía con la naturaleza.
¿Cuánto se ha avanzado hacia este ideal?
Justamente, el Programa de Formación Complementaria para maestros (Profocom) se diseñó para que los maestros se apropien del modelo pedagógico sociocomunitario productivo, se aproximen a esa realidad social para recoger de ella las demandas emergentes y las aborden en el aula haciendo uso de recursos alternativos innovadores.
¿Qué aconteció para que dicho propósito no se concrete a cabalidad?
Desde mi punto de vista, muchos fueron los factores para que no se concreten tales propósitos, entre ellos y el más importante, el poco o nulo convencimiento de los actores principales: los maestros, quienes no vieron reflejadas sus aspiraciones en la nueva Ley Educativa. El año 2013 inició el Profocom sobre la base de una estructura de 2.400 horas de formación, de las cuales sólo 240 son presenciales y 2.160 se desarrollan en comunidades de trabajo en las unidades educativas a lo largo de cuatro semestres. Usted señor o señora que está leyendo esta columna, ¿cree que fue posible una formación de buena calidad cuando los facilitadores recibían el material prácticamente junto con los participantes?
¿Cómo se hizo el acompañamiento a los miles de maestros en las unidades educativas que fueron parte de este programa?
Con mucha improvisación de por medio. Cada comunidad de trabajo, efectivamente llegó a producir la sistematización de su práctica, sin embargo, ¿hasta qué punto se puede decir que dicho proceso fue efectivo?, ¿cuál fue el impacto de esas experiencias?, ¿cómo se puede evidenciar que el laborioso trabajo de los maestros se mantiene en el tiempo o ha sido enriquecido y mejorado?, ¿qué condiciones se han generado en las unidades educativas que posibiliten la sostenibilidad de la formación recibida? Muchas preguntas.
Y sabe usted ¿cuáles fueron las consecuencias de ello?
La poca o ninguna profundización en aspectos sustanciales del modelo educativo.
A la fecha, no existe una evaluación objetiva del impacto del proceso formativo de los más de 100 mil maestros titulados con grado de licenciatura, cuya práctica pedagógica permita visibilizar la transformación social a la que apunta. Las cifras y los títulos son relativos cuando las falencias en el ámbito educativo persisten.
La autora es docente investigadora
Columnas de MARÍA LUZ MARDESICH PÉREZ