Igual que ayer, la represión
De entrada, en su carta, Cándido Buenafé me pregunta: ¿Y dónde queda La Asunta? Le respondo: La Asunta es un municipio productor de coca en los Yungas de La Paz. Es también el extraño y misterioso lugar donde apareció el presunto esqueleto de un policía suicida que, después de victimar a su esposa, una periodista de PAT, fue allí a colgarse de un árbol. Como nadie lo vio pasar por la carretera, se dio porque fugaba por los aires, en un coche volador. El jefe policial de entonces (2013), poniéndose de hinojos, devotamente, dijo: “declaramos santo este lugar”.
Después me pregunta si es evidente que el narcotráfico hace estragos. ¡Oh, lamento decirte que es cierto! Corrupción, contrabando y narcotráfico hacen la historia oscura de hoy. No hay un solo día en que no se denuncie la ocurrencia de esos males. El aymara que ungió de Apu Mallku al jefazo en Tiwanaku, apareció más tarde como “narco-amauta”. ¿Quieres algo de estos días? Un sujeto proclamado “mártir de la reivindicación marítima”, había sido un contrabandista de camiones robados, como denunció en su momento Chile.
Banzer quiso reducir a “coca cero” la producción del Chapare. La lucha entre policías y cocaleros fue sangrienta y cruel; emboscadas y bloqueos paralizaban el tránsito. Allí surgió el liderazgo sindical y político de Morales. Pocos años más tarde, los llamados gobiernos neoliberales, en plena decadencia –liquidados por la corrupción y la ineficiencia– entregaron en bandeja el poder a los cocaleros del Chapare.
La llamada “hoja sagrada” se consume en el pijcheo, y la excedentaria en la fabricación de la droga. Aquella se cultiva en los Yungas y la otra en el Chapare. Y si tú vuelcas del revés esta situación, tienes exactamente el cuadro de hoy; hasta las justificaciones y los discursos son los mismos. Yo no sé si las víctimas de ayer son los verdugos de ahora, como tú dices. Pero es verdad que con la nueva ley los cultivos se han incrementado; antes, con la 1008, estaba permitido 12 mil hectáreas; ahora, con la nueva, alcanza a 22 mil.
Al decir de los yungueños, las dos están metidas ahora en una misma bolsa. Pero el comercio establece la diferencia. ¿Quién vende a quién? Esa es la pregunta clave. Los datos oficiales en un caso, y la objetividad observable, en otro, revelan la procedencia y el destino. La hoja del Chapare, por ser áspera, gruesa y desabrida, no sirve para el acullicu; por eso la gente busca en los barrios y en los mercados la coca de los Yungas.
¿Por qué se llama sagrada? Bueno, debe ser por los usos y costumbres. Se consume en la medicina tradicional, para remediar malestares del estómago o para el sorojchi (mal de la altura); también se utiliza para develar mensajes premonitorios del pasado, para ver el futuro y la suerte. Está muy ligada a los rituales laborales del campo y la ciudad; dicen que reconforta el ánimo y morigera el hambre; alivia el cansancio.
Y se extiende la una a expensas de la otra. Recientemente se encontró hasta pozas de maceración en el Polígono Siete. Una comisión que quiso ingresar fue interceptada por los cocaleros. Anoticiada de ello, la presidenta de los diputados manifestó que “no se puede entrar en una casa que tiene dueño; tenían que haber solicitado permiso”. Yo no sé, Cándido, desde cuándo existe esa republiqueta soberana. Así “trucha” y todo, creí que la CPE garantizaba la libre locomoción por todo el territorio nacional.
Hasta pronto.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
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