El primer escándalo presidencial de la era Trump
INTRIGA| EL PRESIDENTE ESTADOUNIDENSE Y SUS ASESORES ABUNDARON EN CONTRADICCIONES SOBRE EL DESPIDO DEL DIRECTOR DEL FBI. LA ABRUPTA DESTITUCIÓN DE QUIEN ANUNCIÓ QUE INVESTIGABA LOS VÍNCULOS DE TRUMP CON RUSIA SE PRODUJO APENAS A DOS MESES DEL INICIO DE LA GESTIÓN Y EL ESCÁNDALO DURA YA OCHO SEMANAS.
El primer y precoz escándalo presidencial de la era Trump continuó por octava semana consecutiva y apenas a cuatro meses de haber jurado al cargo. Como es sabido, James Comey, entonces director del FBI, anunció el 20 de marzo en el Congreso que estaba investigando los lazos entre la campaña de Donald Trump y el Gobierno ruso y si existía alguna “coordinación” con los esfuerzos de Moscú para influir en las elecciones presidenciales.
Según publicó este lunes 22 de mayo el diario The Washington Post, pocos días después de aquella denuncia, el Presidente estadounidense habló por separado con el director de Inteligencia Nacional, que supervisa las 17 agencias de espionaje, y con el de la Agencia de Seguridad Nacional para pedirles un singular favor: que negaran públicamente la existencia de cualquier coordinación de su equipo con la trama rusa. Se asegura que tanto Daniel Coats como Michael Rogers rechazaron la petición al considerarla inapropiada.
La revelación —que la Casa Blanca ni confirmó ni negó— se suma al reguero de filtraciones periodísticas que apuntan a que Trump trató de interferir en la investigación sobre los rusos, y evidencia que el mandatario intentó debilitar el papel de Comey un mes y medio antes de despedirlo. El último episodio vuelve a cuestionar el respeto de Trump a la separación de poderes ante una cúpula policial y de espionaje que se esfuerza en evitar cualquier politización. Pero siguen, por ahora, sin haber pruebas de cualquier contacto entre el entorno del republicano y Moscú.
INVESTIGADO POR UN FISCAL
Los indicios de injerencia de Trump propiciaron la semana pasada el nombramiento de un fiscal especial, Robert Mueller, que lidera ahora las pesquisas. Y han acrecentado las voces en el Congreso que coquetean con la idea de un impeachment al presidente por obstrucción a la justicia, pero esa posibilidad sigue siendo improbable políticamente y difícil de demostrar. Sin embargo, lo temprano del escándalo y su intrigante implicación internacional, ya ha causado remezones en las propias filas del partido en funciones de gobierno.
Donald Trump se volvió una estrella mediática despidiendo gente en un reality show. También tuvo sonada autoridad en sus empresas para remover a funcionarios incómodos. Sin embargo, como presidente de Estados Unidos ordenó un despido que puede costarle bastante más que prestigio personal.
Haber destituido al director del Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) justo cuando le investigaba abrió el primer gran dolor de cabeza de su experiencia presidencial.
CONTRADICCIONES Y CONTRAEFECTOS
La Casa Blanca ha negado que el despido de Comey busque influir o detener esas averiguaciones. Y aunque este fuera el propósito, su efecto práctico está siendo exactamente inverso. Además, el enrarecimiento del clima político ahora amenaza la agenda de gobierno de Trump, quien según analistas parece haberse dado un tiro en su propio pie con el cese de Comey. El resultado "podría ser contraproducente" para Trump, señala Lynn Ross, una profesora de ciencia política en la Universidad de Georgetown, en Washington, que trabajó años en puestos de gobierno, incluida la Oficina Ejecutiva del presidente.
Lejos de apaciguar la controversia, Trump la agitó intentando justificar su decisión de echar a Comey. En una entrevista con la cadena NBC News el jueves 11 de mayo, afirmó que iba a hacerlo "independientemente de la recomendación" que le dieran al respecto el fiscal general y su adjunto.
Esto arrojó dudas sobre la información que ofreció la Casa Blanca, que decía que Trump removió a Comey siguiendo el consejo de esos dos funcionarios del Departamento de Justicia. La versión oficial también indicó que el despido se debía al manejo que el director del FBI había hecho de una investigación sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton, quien disputó los comicios de 2016 con el actual presidente.
Pero esto tampoco convenció a la oposición demócrata ni a analistas independientes, sobre todo después que algunos medios informaran que, días antes de ser cesado, Comey había pedido al Departamento de Justicia un aumento importante de los recursos para indagar la influencia rusa en las elecciones. Esta investigación es "muy significativa", dijo Andrew McCabe, director interino del FBI días después de la salida de Comey, ante el comité de inteligencia del Senado.
De ese modo, contradijo otra afirmación previa de un portavoz de Trump que había dicho que lo de Rusia es "probablemente una de las cosas más pequeñas" que el FBI está indagando. McCabe refutó el argumento de la Casa Blanca de que Comey había perdido apoyo en las filas del FBI, al sostener que el exdirector "gozó de amplio apoyo" dentro del Buró "y todavía lo hace hasta el día de hoy". Además, descartó que haya esfuerzos para impedir la investigación en curso: "En pocas palabras, no puedes detener a los hombres y mujeres del FBI que hacen lo correcto".
APARECE PUTIN
Peor aún, la ola de contradicciones abrió nuevos cuestionamientos a la credibilidad de Trump, quien el miércoles 10 de mayo mantuvo además un extraño encuentro con el canciller ruso, Sergey Lavrov, a puertas cerradas en la Casa Blanca. El escándalo rebotó en Rusia. El propio presidente Vladimir Putin anunció que estaba dispuesto a hacer públicas las grabaciones de la charla entre Trump y Lavrov.
"Vemos que en Estados Unidos se está desarrollando una esquizofrenia política. De otra manera no puedo explicar las acusaciones contra el presidente (Trump) de haber compartido secretos con Lavrov", ha dicho Putin en Sochi tras reunirse con el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, el 17 de mayo.
Agregó, bromeando: "Por cierto, hoy yo ya hablé con él (Lavrov) y tendré que regañarle, porque no compartió con nosotros esos secretos, ni conmigo ni con los servicios de inteligencia. Muy mal por su parte".
Así, manejar a discreción el ritmo de las investigaciones que el Congreso realiza por su cuenta sobre Rusia parece una tarea cada vez más difícil para los republicanos. El Comité de Inteligencia del Senado exigió al exconsejero de seguridad nacional de Trump, Michael Flynn, que entregue los registros que tenga de vínculos con rusos, desde llamadas telefónicas hasta transacciones financieras. Este anuncio fue visto como otro revés para el Presidente.
A través de su cuenta de Twitter, Trump acusó a los demócratas de ser "hipócritas" al criticarlo por el despido de Comey, cuando ellos mismos se quejaron durante meses del director del FBI. Pero algunos analistas creen que el problema para el mandatario está cada vez más en su propio partido, donde esta polémica pone una vez más a prueba la lealtad republicana hacia Trump.
"Hay gente que no quiere cometer suicidio político, ya sea saltando del barco muy pronto o quedándose hasta demasiado. Todavía no llegamos a un punto en que grandes cantidades abandonan la Casa Blanca abiertamente", señala Bruce Oppenheimer, profesor de ciencia política en la Universidad de Vanderbilt, a BBC Mundo.
"Pero", agrega, "aun para gente que quizá comparte los objetivos políticos (de Trump), esto comienza a plantear la pregunta sobre si puede manejar la presidencia de forma competente".
(Con datos de BBCmundo, El País de Madrid y huffingtonpost.es)
