LOS MEJORES ALUMNOS DEL MASISMO
Hay muchas cosas que el masismo nos ha enseñado durante los 11 años de gobierno. Hemos aprendido a razonar y a responder de la misma forma: nos hemos vuelto beligerantes, autoritarios y desconfiados; mucho de esto se lo debemos al discurso y a la práctica política que hábilmente ha construido el MAS y que de forma sistemática ha instituido como estilo de convivencia, la polarización.
La pena es que nos hemos convertido en los mejores alumnos; el MAS, como buen enseñante, ha hecho que muchos discípulos superen al maestro.
En las últimas elecciones celebradas en Bolivia, los candidatos a Gobernaciones y Alcaldías, ofrecían exactamente lo mismo que la marca MAS: más cemento, más canchas de plástico verde, más mochilitas y más bonos pero con la décima parte de músculo que el gurú.
Pero esto no es lo más lamentable, lo que realmente preocupa es que hasta sus peores mañas fueran imitadas: el populismo hambreador y la corrupción en su máxima expresión se han vuelto males que no distinguen colores ciudadanos ni siglas políticas. Y ahí están los elegidos, regados por todo el país imitando la marca; son figuritas que se esmeran en tratar de convertirse en caudillos cumplidores con la masa; hombres y mujeres cuyas acciones están pensadas únicamente en el rédito político.
Y aunque esto ya es cosa seria, no es lo más patético. Lo más penoso es que el contagio no solo ha llegado a autoridades raquíticas o poderosas, sino que ha contaminado a gran parte de la población boliviana que también cree que se es muy capo con comportamientos reñidos con la ley; que se es un buen ciudadano mientras más beligerante sea el comportamiento.
El otro día critiqué al Presidente del Comité Cívico de Cochabamba porque, una vez más, convocaba a un paro cívico si el gobierno no daba solución al incremento de las tarifas de energía eléctrica; me di contra la pared al constatar que la mayoría de los comentarios respaldaba la posición del Presidente de la entidad cívica. Y es que esa es la lección que mejor hemos aprendido del autoritario, hemos hecho nuestra la irracionalidad con la que se gobierna hace más de una década; claro, al parecer, en 11 años de lo mismo (y que además funciona), no hemos podido aprender otra cosa.
Funciona la política beligerante, autoritaria, abusiva y contestataria del gobierno, entonces, el modelo debería funcionar también en otros espacios políticos. El maestro nos ha hecho creer que así está bien, que esa es la única forma de hacer política, que es la correcta; y estoy segura que lo peor que nos pudo haber pasado como ciudadanos es creer que eso está bien.
La polarización y su hija, la beligerancia, nos han obnubilado la fe en nosotros mismos, nos han arrebatado la esperanza en el otro, nos han robado la capacidad de diálogo con los demás, nos han negado la posibilidad de creer en la buena fe de las personas, nos han prohibido el derecho a la duda, nos han acostumbrado a vivir ridiculizando las buenas intenciones. Y así, nos hemos convertido en unos practicantes excelentes de la política de choque…igual que ellos.
La polarización es intolerante y desconfiada; no admite ningún tipo de ingenuidad, es maldita y abarcadora, su lógica carcome lo que a su paso encuentra. Es el mayor logro político pero el peor legado de un gobierno con perfil autoritario y totalitario.
Creer y demandar diálogo a quienes circunstancialmente nos gobiernan no es tratar de encontrar soluciones de escritorio, no es ser tibios, ni ver la vida pasar desde la comodidad de la estupidez; creer y demandar diálogo es confiar en uno mismo y en los demás…es buscar un retorno al humanismo que tan peleado con la politiquería está.
Mónica Olmos Campos
Comunicadora Social y Doctora en Ciencias de la Educación.
elblogdelamolmitos.wordpress.com