Willy McKey: “Nuestra utopía olvidó al otro”
El venezolano Willy McKey es poeta, cronista, articulista y se denomina “agitador cultural”. Su uso del lenguaje y su manera de entender su contexto, son dignos de resaltar. Lo encontramos en Buenos Aires, Argentina, invitado por el seminario para dramaturgos, “Panorama Sur”, un espacio creado por el dramaturgo Alejandro Tantanian junto a Cynthia Edul, con el apoyo de Siemens Stiftung, THE – Asociación para el Teatro Latinoamericano y Goethe-Institut.
En esa ocasión, McKey conversó con OH! sobre su trabajo en la escritura y lo que está sucediendo en su país, Venezuela.
OH!: ¿Cómo se agita la cultura?
Creo más en la conmoción que en la movilización. Durante décadas hemos llevado adelante una idea de "promoción cultural" que se satisface a sí misma a punta de cifras que justifiquen presupuestos: número de personas que visitan, número de ejemplares vendidos, número de butacas ocupadas. Creo que el impacto de la cultura debe empezar a medirse de otra manera, a partir de aquello que la experiencia cultural es capaz de generar en el otro. Una suerte de fiscalización de los efectos de la experiencia cultural que se traduzca en su humanización. Eso es agitar en vez de difundir, conmover en lugar de sólo mover, pero sobre todo que al transformar al otro, el artista también viva esa transformación.
Cuando la agitación-cultural ocupe los espacios de la noble pero envejecida difusión-cultural estaremos todavía más orgullosos de lo que hacemos.
OH! Usted lee desde los tres años, ¿cómo ha sido esa evolución de lecturas en todo este tiempo? ¿Cuáles fueron las etapas?
Como aprendí a leer sin contarle a nadie, mi primera acción lectora pública fue una especie de sorpresa no programada: mi papá me llevaba de la mano por una calle de mi barrio y empecé: "mue-ble-rí-a" y "cre-ma-pa-ra-í-so" y "fo-to-es-tu-dio". Él no lo podía creer y pensaba que era una broma orquestada por mi mamá, así que escribió algo en un papel y lo leí. Esa sorpresa me quedó casi como un vicio: me gusta que aquello que leo, sorprenda. Eso se conecta con mi vocación de escritor... pero si no me sorprende, me gusta ayudar al texto para que sorprenda. Creo que de ahí viene mi vocación de editor. Y sin duda que asociar la lectura con la posibilidad de modificar el comportamiento de alguien condujo hacia la semiología y la semiótica aplicada a la política.
Esa ha sido la evolución de las lecturas: una evolución de las sorpresas.
OH!: ¿Cómo conecta el arte con la política?
¿Cómo no hacerlo? La retórica, por ejemplo, surgió a partir de las posibilidades que escondía la palabra para resolver conflictos. El teatro siempre ha sido un músculo político y ahí está Antígona reclamando al poder sus muertos desde al menos más de 400 años Antes de Cristo. Las miradas de Velásquez y luego de Goya y de Picasso son políticas. Rodin y el ocultamiento de la brillante Camille Claudel esconde una motivación política. El asunto es que durante mucho tiempo una parte del arte le ha comprado a los políticos el cuento del mecenazgo y del subsidio. Pero piensa en Quevedo: transformaba a sus lectores mientras también era el poeta de la Corte.
Sin que tomes esto al pie de la letra, de la Antigua Grecia sólo nos quedó el arte, el deporte y la política. Y es el arte la única de esa terna que insiste en verse como una antigua desvalida. Hay que revisitar el poder político de la creación y ayudarla a dejar de depender tanto del poder. Nike era una deidad antes de ser una marca de zapatos, pero todos quieren saber con cuáles zapatos juega Neymar mientras a nadie parece importarle cuál era la marca de lapicera que usaba Lindaura Anzoátegui, pero sí de cuál vino le gustaba beber a su marido. Y es nuestra responsabilidad generar esa necesidad: basta de convencer a la gente de acercarse a la cultura porque se debe, cuando se podría convencer de que simplemente vale tanto la pena como ver el fútbol.
OH!: ¿En cuántas campañas políticas ha participado?
Desde muy jovencito milité en las fuerzas de la izquierda no-stalinista y antimilitarista. Eso me sirvió para amoblar mi formación política desde la paranoia que permite conocer las ideas propias y las del ajeno. Mi formación es en las Letras, la Literatura y el Lenguaje, así en mayúsculas. Y eso obliga a conocer el funcionamiento de las palabras, sus fuerzas y potencias. Y eso es algo que no siempre forma parte de quienes estudian Comunicaciones o Periodismo, según sea el caso. Hay muchas profesiones que quieren encargarse de "la verdad": el periodismo, el derecho, la filosofía, la ciencia pura. Y muy pocas se dedican a esas palabras con las cuales los hombres deciden nombrar eso que creen es la verdad. Ese es el rincón que yo prefiero.
Y ya que me obligas a hacer un inventario, van doce elecciones en las cuales he sido desde redactor hasta semiólogo, pasando por las áreas de estrategia y conceptualización.
OH!: ¿Cómo puede entenderse lo que está pasando en Venezuela?
Con distancias: para el análisis a veces es una ganancia la distancia larga, pero para entender lo que vivimos los venezolanos sólo sirve la distancia corta. Cortica. Sin embargo, creo que uno de los síntomas más importantes para al menos hacer una aproximación honesta tiene que ver con las trampas de la polarización. El gobierno de Hugo Chávez y la dictadura de Maduro se han beneficiado de una idea tan eficaz como absurda: si un militante de su partido vota por ellos, es un revolucionario; pero si les exige que respeten las leyes y cumplan lo que le prometieron, le dicen que es un reaccionario que le hace el juego al enemigo. El peligro es que ese comportamiento ya se mudó a las filas de la oposición y quedamos entrampados. Y así fue como durante dos décadas la corrupción del Estado se tragó la bonanza petrolera y hoy un gobierno militar usa una máscara con la silueta del Che Guevara para ganar el apoyo internacional. Y es curioso porque, de ser socialistas, serían la primera dictadura de izquierda sin agricultores, sindicalistas ni clase obrera, sino militares.
OH!: ¿Se siente en un “no-lugar”?
Amo la definición de utopía fundacional, aquella de Tomás Moro. Hoy el tiempo y eso que hemos pactado como rutinas de lo urbano rompen con esa posibilidad y entonces la utopía, el no-lugar, sólo consigue asidero en el tiempo. Por eso estoy en un no-lugar: una dimensión temporal en un país donde el poder insiste en el lenguaje de los muertos del siglo diecinueve, con batallas y enemigos, y una parte de quienes se oponen a ese poder tienen una peligrosa nostalgia por un tiempo pasado que nos condujo a este desastre. Y estamos quienes intentamos imaginar una vaina nueva, distinta y urgente. Ahí estamos. En ese limbo.
OH!: ¿Cómo cree que son las utopías latinoamericanas actualmente?
Nuestra utopía olvidó al otro, creyendo que ser mayoría es una licencia para hacer lo que nos venga en gana. No entendimos que las democracias son para dirimir discrepancias y no para hacer lo que diga el que ganó. ¿Puedo responderte desde los territorios y el lenguaje de la literatura? Pues bien: creo que en el territorio político nuestras utopías no son nuestras, sino de los bisabuelos. Nuestros países parecen peleárselos unos fetichistas del siglo XIX contra unos redescubridores del liberalismo. Y es así como, por ejemplo, hay países que lograron percibir urgencias comunes, pero prefirieron terminar convertidos en parques temáticos, con grandes retratos de difuntos y atracciones nostálgicas. Y es así como las viejas doctrinas ya no saben cómo enamorar a nuevos militantes porque les envejeció el imaginario, mientras que los encargados de negocios ya no pueden esconder la plata que se llevan porque el planeta se hizo pequeño. Y ahora en Venezuela demostramos que "Yo el Supremo" sigue ahí, junto a "El otoño del patriarca" o cualquier otra fantasía de gónadas militares se le antoje, generando muertos que hacen que los países cercanos emitan comunicados muy bien membretados, pero inútiles. Nuestra utopía olvidó al otro, creyendo que ser mayoría es una licencia para hacer lo que nos venga en gana. No entendimos que las democracias son para dirimir discrepancias y no para hacer lo que diga el que ganó. Y eso nos conducirá a que esos muchachos que hoy tienen la cabeza metida en un smartphone no quieran tener vida interior sino confort. Es así como las ideologías se parecerán más a un sistema operativo que a un sueño compartido. Una putada.
OH!: ¿Es importante escribir?
¿No te parece significativo que existen filtros capaces de hacer que cualquiera se pueda sentir fotógrafo durante unos segundos, pero todavía no exista una estrategia similar con la escritura? Incluso el autocorrector en manos de alguien que no está familiarizado con la escritura y la lectura es un peligro. Eso lo veo como un síntoma de que el poder de la palabra sigue ahí y tiene efecto. También es cierto que nos han acostumbrado a leer textos de muy baja calidad y que muchos creen que las personas sólo quieren leer menos y menos caracteres, pero ya existe una generación de escritores mucho más jóvenes que yo que llegaron a su oficio mediante siete novelas que cuentan la vida de un mago huérfano. Quienes escribimos tenemos un poder que, al mejor estilo Spider-Man, también es una responsabilidad: la palabra tiene poder... y cuando los malos van ganando es porque la usaron mejor. La palabra sigue siendo la única manera que tenemos de ordenar el mundo. Y hay que empezar a familiarizarse con esa idea... incluso en el Instagram.
OH!: ¿Cuál cree que es el rol del periodismo hoy en día?
Tengo una sospecha personal, íntima, mía. Con ella no pretendo zanjar una verdad, sino dar una opinión: el periodismo debe conectar de nuevo con su origen. Los medios han adquirido un poder enorme y eso le ha hecho creer a cierto tipo de periodista que trabaja con la verdad, en lugar de reconocer la noble importancia de trabajar con información. Es la pasión por informar la que ha llevado a los periodistas maestros a lo que son hoy. Pienso en mis maestros en esa área: Daniel Samper Pizano, Boris Muñoz y Ángel Alayón (quien es economista) por una parte y por otra pienso en Alberto Salcedo Ramos, Jon Lee Anderson y Martín Caparrós (quien es historiador). Ellos quieren contar lo-que-pasó y lo-que-pasó es muy efímero para ser la verdad. La experticia es otra cosa. La escritura es otra cosa.
Por eso aquí quizás habría que diferenciar el papel del periodismo del papel de los periodistas... y sobre todo el papel de los periodistas del papel de los medios.
Los medios son un negocio. Los periodistas sujetos con libre albedrío... y en esa medida sujetos políticos. El periodismo, en cambio, debe ser una especie de mutante, capaz de incorporar estrategias y herramientas que vienen de otras disciplinas, porque ésa es su naturaleza. Lo que hagan los periodistas, los empresarios y sobre todo los lectores con el periodismo sigue siendo igual que siempre: depende del sujeto que esté detrás de esos ojos.
OH!: Si pudiera inventar un país, ¿cómo sería?
Fíjate: crearía una rareza que pudiera ser al mismo tiempo caribeño, andino, amazónico y llanero. Lo ubicaría justo en la zona continental entre el Mar Caribe y el Océano Atlántico. Con los privilegios tropicales de no sufrir el embate de las estaciones y poder tener agricultura todos los días del año. Y aquí viene lo singular: en su subsuelo no pondría ni un poquito de petróleo. Nada. Cero. Nada de hidrocarburos. La misma cantidad de militares con poder. Y listo: el paraíso tal como está descrito en los tres formatos monoteístas de mayor aceptación.
OH!: ¿En qué está trabajando actualmente y qué nuevos proyectos tiene?
Sigo trabajando como autor. Estoy en tres libros ahora: uno sobre política en Venezuela, otro sobre crónicas de música y violencia y un poemario sobre el petróleo y la prehistoria de Venezuela. Con Jennifer Gásperi, seguimos produciendo teatro de impacto social para las zonas vulnerables de nuestro continente y pensando mi trilogía de comedias absurdo-tropicales Fotofobia / Amaxofobia / Claustrofobia. ¡Ah! y una pieza contra la violencia de género titulada Avión de papel. Seguiré con mi pelea a favor de la crónica en el periodismo cultural, editando y escribiendo para Prodavinci, haciendo radio y viviendo en este fuego cruzado que somos quienes no podemos quedarnos quietos.
Y, por supuesto, prestándole el poder de la palabra a la política cada vez que lo necesite y yo sepa dárselo.
Perfil
Willy McKey
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Nació en Caracas en 1980. Poeta. Cronista. Articulista. Agitador cultural. Fotofóbico. Amaxofóbico. Semiólogo político. Editor especializado en no ficción y crónica cultural. Hace radio y ahora escribe y produce obras de teatro para Teatro Nueva Era.
Ganador del Premio Fundarte 2008 con Vocado de orfandad y de la primera edición del Premio Nacional de Poesía Joven “Rafael Cadenas” con el poema Canto 14. Coeditó junto a Santiago Acosta el proyecto hemerográfico El Salmón, Premio Nacional del Libro 2010. Durante esos años fue colaborador habitual en Papel Literario de El Nacional.
Su experiencia poética #Paisajeno tuvo lugar en Caracas y Guadalajara entre 2011 y 2012. EL libro nunca se vendió en librerías: él lo entregaba personalmente (pueden verlo con algunos ejemplares en la promo de su podcast #PasajeAlSubir). En 2016 la editorial independiente madrileña Esto No Es Berlín editó #Paisajeno dentro de su catálogo, mientras la editorial Libros del Fuego trabaja la versión expandida #PaisajenoExperience.
Su experimento poético más reciente, Nuestra Señora del Jabillo, mezcla imaginarios religiosos y música en complicidad de la cantautora, multinstrumentista y compositora mexicana Carmen Ruiz, la cantante y performer sonora Ximena Borges y el cantautor venezolano José Alejandro Delgado.
