La salud de doña Democracia
El pueblo boliviano ha recordado 35 años de la recuperación de la democracia en las calles, con banderas, pancartas, cánticos e incluso baile, demostrando -una vez más- su sensibilidad y apego a su principal fundamento, el derecho y el respeto al voto. Sin embargo, esta fecha, 10 de octubre, habría pasado desapercibida si no fuera que los bolivianos entienden que la democracia está en peligro. Nunca antes, bajo este sistema político, le habían dicho que su decisión sería utilizada para cambiar cuatro artículos de la Constitución Política del Estado viabilizando con ello, la elección indefinida.
En consecuencia, más que un festejo por la recuperación de la democracia, lo que se ha visto en el país el martes 10, ha sido una expresión de molestia y rechazo a los afanes prorroguistas del gobierno del Presidente Evo Morales.
Con sus atajos, sus “cutivueltas”, sus “amarres” y movimientos de “cocina”; es decir, con sus luces y sombras, estos 35 años de democracia jamás se habían atrevido a decirle al ciudadano lo que hoy se le ha dicho: que su voto no sirve, que su voz no es escuchada, que su decisión no vale, y que acá se hace lo que el poder político instalado en Palacio de Gobierno quiere y desea. Pero más allá de esto que no es poco ni gracioso, lo que (también) nos debe llamar a la reflexión son aquellas “formas internas” que han dado lugar a tal situación.
Lo más común que ocurra en tres décadas y media de democracia es que esta historia, cualquier historia, sea contada a partir de muchos y variados protagonistas; sin embargo, la historia boliviana no goza precisamente de esa cualidad: Se ha desarrollado en torno a pocas figuras, las mismas, tal cual pasanaku de un grupo pequeño de amigos a los que les toca el monto acumulado demasiado rápido por lo que no permiten que nadie más juegue. Realmente, esta historia tiene pocos nombres en su haber; pero de esa corta y “endogámica” historia democrática, nótese que 11 años (consecutivos) le “pertenecen” a un solo líder, Evo Morales que no satisfecho con los cuatro períodos que pretende, busca que se cambie la CPE para quedarse de forma indefinida. ¿Con qué moral se puede criticar el pasanaku político del pasado, si hoy se quieren endurecer las reglas del juego imponiendo un solo jugador y con carácter vitalicio?
Lo cierto es que la ausencia de liderazgos es evidente, es patética y constituye el riesgo mayor para la democracia. Este mal, que se arrastra desde siempre, atraviesa su peor momento. El MAS critica la falta de líderes en la oposición, y es cierto, no hay uno que “jale” como Evo; pero no es menos verdad que en el oficialismo el único posible es Evo que cada día “jala” menos. El sistema democrático, arrastrado por debilidades caudillistas, ha sido renuente a formar liderazgos nuevos y ha cometido un grave error.
Por otra parte, como mandamos a hacer, los partidos políticos tradicionales y el MAS han hecho su mejor esfuerzo para perder credibilidad, confianza y respaldo. Los niveles escandalosos de corrupción institucionalizada en el ámbito público; el obrismo asistencialista y banal por el cual se ha optado por conveniencia popular y que han dejado huérfanas a las políticas sociales y económicas de largo plazo; y la brecha entre las decisiones políticas y las demandas del soberano, lamentablemente han hecho que hoy el ciudadano confíe poco o nada en la organización política partidaria. Creo poder graficar con un hecho reciente esto que afirmo.
La noche del 10, un grupo de ciudadanos que marchaba hacia la Plaza de las Banderas (en Cochabamba), se encontró en la Plaza Colón con un tumulto convocado por la Alcaldía que aguardaba la orden para iniciar su recorrido hacia el mismo lugar. El primer grupo, el de los autoconvocados, tomó las aceras para pasar y así esquivar al grupo del Alcalde Leyes. ¿Por qué no se le unió? ¿Qué ha ocurrido en dos años de gestión que hoy esa gente que fue la que votó por Leyes convirtiéndolo en Alcalde, ahora lo esquiva? Más preocupante fue la pelea a gritos y empujones que hubo en las gradas de la tarima instalada en la Plaza de las Banderas, gresca que impidió que las autoridades de la Alcaldía se dirigieran al público presente. El descrédito de los partidos políticos es a todo nivel, generalizado, diría; otro riesgo para la salud de doña democracia.
Sin embargo, así como se debilitan los no tan viejos esquemas de organización política, surgen otras formas y dinámicas que comienzan a imponerse en la “preferencia” ciudadana porque parecen ser mucho más directas, genuinas y espontáneas; legítimas en sí mismas y sin intermediarios, sin padrinos y ausentes de caudillismos. Surge, sin riesgo a ninguna posibilidad de retroceso ni arrepentimiento, la fuerza indomable de la organización civil, llámense plataformas, colectivos, agrupaciones o autoconvocados; surge la nueva resistencia al abuso de poder.
Nada de esto debe extrañarnos. Los errores de los votados han sido recurrentes y las decepciones han ido a la par.
¡Hay esperanza!
Mónica Olmos Campos
Comunicadora Social y Doctora en Ciencias de la Educación.
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