Colombia, a un año de una delicada paz
El camino a la paz se lo transita en Colombia a pie de puntillas. Desde que se firmó el histórico acuerdo entre el Gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), hace ya un año y una semana, se avanzó mucho menos de lo deseado. Lo preocupante es que en esta vía, colmada de amenazas y tensiones, la siguiente parada se llama año electoral. Y para ese escenario los violentistas de ambos extremos se preparan con un arsenal de críticas al proceso.
Según el Instituto Krock, de la Universidad de Notre Dame, encargado por el Gobierno colombiano y las FARC para verificar la implementación del acuerdo de paz rubricado en La Habana, sólo se ha completado al 17 por ciento de los 588 acuerdos pactados. Frente a la evaluación, el ejecutivo colombiano es optimista, los portavoces del ahora partido de las FARC hacen fuertes reparos y la ultraderecha, liderada por el ex presidente Álvaro Uribe, alienta su retorno al poder decidida a modificar diversos puntos.
La extremos se tocan
Rodrigo Rivera, el Alto Comisionado para la Paz del gobierno colombiano afirmó en entrevista con France 24 que “ha sido un año muy especial, en el breve periodo de estos 12 meses, hemos avanzado más que en otros 34 acuerdos de paz que ha habido en el mundo en las últimas tres décadas”.
Por su parte, Jesús Santrich, excomandante de las FARC, y uno de los máximos líderes del hoy partido político que mantiene en su nombre esa sigla Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común señaló: “El balance es bastante negativo porque luego de 12 meses de implementación debería haber resultados magníficos y no los hay”.
Ratificando eso de que los extremos se tocan, el expresidente Uribe también criticó los resultados del proceso de implementación de los acuerdos de paz. “El país no está bien. Todo se ha agravado. La economía se ha agravado, el narcotráfico ha crecido, al igual que la extorsión, y ha crecido el control terrorista en muchas partes del territorio”.
Uribe es cabeza del Centro Democrático (CD) que acaba de firmar un acuerdo de alianza electoral con el partido Conservador del expresidente Andrés Pastrana. No le falta razón si se recurre a las cifras de las primeras evaluaciones del primer año de paz. La economía del país registró su peor crecimiento en ocho años y el Producto Interno Bruto llegó apenas al 1,7 por ciento, tres puntos menos de lo previsto y también de lo registrado en 2016. Un escenario de virtual recesión que acicatea el malestar social.
Nuevo boom de la coca
Sobre esa base, el acuerdo de paz impulsó una caótica dinámica del narcotráfico. Tras la retirada de las FARC como grupo armado y autoridad, muchas zonas del país viven una guerra de bandas por el control del narcotráfico. Con la salida de un actor clave en el control territorial se triplicó la superficie de cultivos ilícitos desde 2012, cuando iniciaron los diálogos, pese a los esfuerzos del gobierno por erradicar la coca y difundir programas de agricultura legal. A un año de firmado el acuerdo, Colombia tiene más cultivos de coca que nunca. De acuerdo al monitoreo que hace la ONU, en 2016 los cultivos llegaron a 146.000 hectáreas. Constituye la mayor producción de coca en un país que se haya registrado en la historia.
Mientras el índice de homicidios a nivel nacional se mantiene en mínimos históricos, en zonas tradicionalmente dominadas por las FARC los asesinatos aumentaron 14 por ciento en la primera mitad de este año.
Tumaco, el municipio con más cultivos ilícitos de todo el país y uno de los principales puertos de exportación de la cocaína, es la muestra más clara de las nuevas luchas de poder con la presencia de grupos disidentes de las FARC –que siguen reclutando combatientes–, bandas criminales y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla del país y que está actualmente en negociaciones de paz con el Gobierno.
El mes pasado, siete campesinos cocaleros murieron en Tumaco en enfrentamientos con la policía durante una manifestación contra la erradicación de cultivos. En todo el país, 61 activistas por los derechos humanos han muerto en lo que va de año, frente a los 52 del año pasado.
Tumaco es también uno de los principales focos de las disidencias de las FARC, que ya conforman varios grupos y aglutinan en todo el país a un millar de exguerrilleros que no ven en el desarme un futuro viable, según varias organizaciones internacionales.
El punto de conflicto
El punto donde más chocan las posturas de uno y otro sector radica en la aplicación de la denominada justicia de transición. Mientras los acuerdos de paz inciden en que se castigue y procese especialmente a grupos paramilitares de ultraderecha y exjefes militares acusados de graves delitos de lesa humanidad, la derecha política cuestiona las concesiones que se han brindado a actores de la guerrilla a quienes se les cargan culpas semejantes. Sin embargo, desde el sector de las FARC se asegura que los procesos de justicia acordados avanzan de manera muy lenta o no avanzan.
A pesar de las dos posturas, en lo que sí coinciden los expertos es que el acuerdo ha permitido salvar vidas. Según el Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto (Cerac), organismo especializado en el estudio del conflicto armado, el proceso de paz ha permitido salvar cerca de 3.000 vidas en un año. Pero el balance va más allá.
La implementación del acuerdo de La Habana tiene importantes logros a corto plazo. El principal hospital militar de Colombia informó que el número de uniformados heridos en acciones de guerra pasó de 450 al año, en 2011, a menos de diez en lo que va de 2017. No es un hecho menor para un país que vivió 52 años en guerra.
MENOS MUERTES
El acuerdo ha permitido salvar vidas. Según el Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto, organismo especializado en el estudio del conflicto armado, el proceso de paz ha permitido salvar cerca de 3.000 vidas en un año.