Francisco y los símbolos de su cumpleaños 81
El papa Francisco, Jorge Bergoglio, cumplió este 17 de diciembre 81 años. Inicia la novena década de su vida, con todas las connotaciones que ello implica, en medio de su particular batalla por renovar la Iglesia Católica.
Batalla en especial por una imagen más moderna y popular contra aquella que le legaron, sobre todo su predecesor, al parecer apegada excesivamente a la doctrina y en medio de una sentida pérdida de la feligresía global.
Sin duda, el cumpleaños de Francisco marcó diferencias. Aunque en el Vaticano no se celebran estas efemérides, el pontífice recibió palabras de afecto y felicitaciones, y se organizaron actividades solidarias en su honor. En esta ciudad Estado no se festejan los cumpleaños, sino los onomásticos (día del santo); sin embargo, los mensajes de felicitación hacia el papa argentino se sucedieron masivamente, sobre todo por medio de las redes sociales.
Y al margen de los saludos oficiales de la propia iglesia como de gobiernos del exterior, se multiplicaron diversos actos marcados por el efecto de proximidad que Francisco busca crear con la gente común. Al asomarse a la ventana del palacio apostólico para el tradicional rezo del Ángelus leyó en una enorme pancarta que algunos creyentes llevaron a la plaza de San Pedro: “Muchas felicidades Santidad”. Al concluir el rezo, cientos de fieles corearon su nombre y le felicitaron, a lo que él, sonriente, respondió con un “muchas gracias”.
También se ofrecieron actos de caridad como presente para el pontífice. Bajo el lema “Felicidades papa Francisco”, un grupo de estudiantes de gastronomía organizó en Roma una comida a la que invitaron a personas desfavorecidas. El artista urbano Maupal también le deseó un feliz día con un dibujo plasmado en una tarta de una pastelería próxima al Vaticano y en el que le muestra cargando a sus espaldas un planeta agrietado y remendado. Con su otra mano el papa sujeta una maleta en la que puede leerse la palabra “valores” y de la que asoma una bufanda roja y azul, los colores del San Lorenzo de Almagro, su equipo de fútbol.
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GIRO DE IMAGEN
Este 17 de diciembre el pontífice comenzó el día con un encuentro con los niños del Dispensario Pediátrico “Santa Marta”. “Por favor, que no sean niños desarraigados, sin memoria de un pueblo, sin memoria de la fe, sin memoria de las muchas cosas bellas que ha hecho la historia. Sin memoria no hay valores”, consideró. Se despidió de los muchachos deseándoles un “día con mucha fiesta” y les recomendó comer “cuatro metros de pizza”.
A casi cinco años de su designación -los cumplirá en marzo- queda claro que el actual Papa logró imponer ese giro de imagen cuyo objetivo final es sincronizar a la iglesia con las oleadas tecnológicas, sociales y políticas del siglo XXI. Al ala católica que lo secunda no le resulta fácil. Desde hace décadas la apertura a los desafíos de la modernidad fue resistida o recibida con ambigüedades dentro de diversos sectores de la jerarquía católica. Si bien el Concilio Vaticano II trajo grandes transformaciones a la Iglesia -renovaciones litúrgicas, promoción del diálogo ecuménico e interreligioso, aceptación oficial de los grandes avances sociales y científicos de los últimos siglos, etc.-, rápidamente el papado puso un freno a los avances doctrinarios, eclesiales, litúrgicos y pastorales más importantes. Basta recordar los debates que se dieron dentro y fuera del mundo católico durante la década del 60 sobre los métodos anticonceptivos y cómo Pablo VI buscó poner un freno dogmático a los mismos en 1968 con la encíclica Humanae Vitae, que estableció la postura de la iglesia en contra de la mayoría de las formas de control de la natalidad.
Paradójicamente, fue durante el largo pontificado de Juan Pablo II cuando se dio un doble proceso de consolidación de las transformaciones del Vaticano II junto con una depuración de sus proyecciones más progresistas. La obsesiva lucha del papa Wojtyla contra el comunismo durante los últimos años de la Guerra Fría fue la contracara de la depuración interna que se dio dentro de la propia Iglesia a sus miembros más izquierdistas. Asimismo, fue durante este pontificado que se intensificaron las luchas que hoy se consideran “tradicionales” de la Iglesia Católica: contra la anticoncepción, el divorcio, la Teoría de género, etc.
FUGA DE FIELES
En paralelo con estas cruzadas morales, se desató una continua fuga de fieles por diversas causas: crecimiento del evangelismo o aceleración del proceso de secularización en el mundo occidental, entre otras. Los analistas no dejan de citar en mayor o menor medida que una de las más importantes fue la pérdida de prestigio y legitimidad de esta institución a causa de sus escándalos morales internos. Los numerosos casos a nivel mundial de sacerdotes pedófilos o los de corrupción ligados a las finanzas vaticanas son algunos ejemplos de esta crisis moral e institucional eclesial con la que lidia Francisco. La misma empeoró durante los ocho años del pontificado de Benedicto XVI.
Este pontífice intentó lidiar con los problemas institucionales, aunque sin mayor éxito. Una de las críticas principales que recibió fue la de ser solamente un intelectual de gran calibre, pero sin cintura política para afrontar las luchas de poder internas del Vaticano. Algunas teorías sobre su renuncia en 2013 indicarían que Benedicto XVI dimitió justamente al darse cuenta de su incapacidad para solucionar los problemas institucionales de la Iglesia.
RECUPERAR LA LEGITIMIDAD
Aquí es donde entró en escena Jorge Mario Bergoglio. Es evidente que uno de los principales objetivos de este pontificado constituye el recuperar la legitimidad de la Iglesia a nivel mundial. ¿Cómo?
Una primera estrategia es la lucha en el campo mediático y simbólico. Juan Pablo II buscó ubicarse a sí mismo como un carismático líder geopolítico de influencia internacional, Benedicto XVI se presentó como un refinado intelectual. Francisco, en cambio, gusta presentarse sin ambigüedades como un pastor humilde cercano a las preocupaciones del pueblo.
Por ello, insistencia con que en los primeros meses de su pontificado con imágenes sobre los “gestos” de humildad del nuevo pontífice: sus zapatos gastados, el pago de su factura de hotel, su sencilla residencia que se oponía a los lujosos palacios vaticanos, etc. Bergoglio buscó rápidamente desligarse de todo aquello que pudiera ser asimilado con el tradicional boato papal.
El propio nombre elegido como papa -que remite al famoso santo medieval- demuestra el interés por darle una carga simbólica en favor de la pobreza a su pontificado. Junto a esa estrategia surgen los mensajes del fondo que paulatinamente ha ido vertiendo en medio de remezones internos y sorpresas externas, aunque aún no se sabe el límite exacto, si revolucionario o reformista, que en cada materia tendrá.
Y claro, nada de ello, gesto por gesto, podía estar ausente en su 81cumpleaños. No se sabe si finalmente, la iglesia que Francisco deje, quién sabe dentro de cuánto tiempo, se embarcará definitivamente en una nueva era u optará por el pausado ritmo que, al parecer, desencantó al actual Papa y a los suyos.
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TOLERANCIA “0”
El actual Pontífice -continuando con las medidas iniciadas por el propio Benedicto XVI- está buscando aplicar una política de “tolerancia 0” con los casos de pedofília dentro de la Iglesia. Bergoglio creó una serie de grupos de estudio sobre esta problemática, entre los cuales incluyó a laicos y víctimas de abusos sexuales por parte del clero.
