Vacas: la puna rutilante
Texto: Norman Chinchilla
Cuando se habla de Vacas, se piensa inmediatamente en sus lagunas: seis con agua y un par secas, de diversos tamaños y poca profundidad, hábitat de aves migrantes y residentes y de peces, cuya pesca es permitida en ciertas épocas del año. Pero Vacas tiene más atractivos. Dos se destacan entre todos y justifican por demás la visita a este municipio de la provincia Arani. Está en la parte menos conocida de la topografía cochabambina: la puna. Al este del valle alto, en medio de esas serranías que unen las tierras bajas del trópico con la región de los valles cochabambinos. A 88 kilómetros al sudeste de la ciudad y a mayor altitud: entre 3.400 y 4.200 metros sobre el nivel del mar.
Casi tan alto como Oruro, sí, pero su topografía no es de altiplano: amplios espacios de suaves pendientes se extienden entre los brazos de esas serranías que forman lo que se llama Cordillera de Vacas. En el vasto horizonte, limitado por el azul de un cielo limpio de contaminación, las laderas de las montañas muestran los ocres y grises de rocas y tierra, los amarillos de la paja, algunas manchas verdes de arbustos leñosos. En algunos lugares, rectángulos regulares de bosques jóvenes de pinos y eucaliptos. Y puyas: esas plantas altas que antes de su madurez parecen pequeñas palmeras y al cabo de casi un siglo de vida exhiben un esbelto tallo de casi 10 metros de alto.
En las cercanías del pueblo, a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar, las lagunas de vacas, vastas y poco profundas, hábitat de aves migrantes y residentes y de peces, cuya pesca es permitida en ciertas épocas del año.
En las partes más bajas, casi planas: sembradíos, de papas la mayor parte, de habas… y el plateado curso de arroyos que corren sinuosos en medio de terrenos verdes. Y en algunos rincones escondidos de esa casi caprichosa geografía, caídas de agua que asombran.
La rutilante luz de la puna torna engañosas las distancias, el viento silba entre las pajas, el sol encandila más que calienta. En algunos lugares, como lagunas, pero de piedra, hay rocas cubiertas de líquenes con variados tonos de gris y motas verde vivo, como la de la foto circular.
Y la cascada de Toro Warko, acercarse es el asombro. Lo que se ve de lejos se transforma completamente ahí, frente a ella. A la distancia, la cascada se muestra como un delgado hilo que en realidad esconde varias ramificaciones de un gran árbol invertido, hecho de agua.
El agua cae de casi 80 metros, con gran potencia, ante el impactante espectáculo uno se disuelve, junto con el sonido de las gotas que se estrellan contra las piedras salpicando todo el lugar con una lluvia fina y agradable. Curiosa sensación: frente a la cascada nos sentimos diminutos y observados.
La singular cascada asombra también por estar resguardada por enormes murallas de piedras que se elevan cual gigantes centinelas, hasta hacernos retroceder el paso y doblar hacia atrás la cabeza para alcanzar los contornos esculpidos. Los imponentes despeñaderos nos quitan el habla. Llegar a la cascada es un tránsito por una especie de bóveda cilíndrica hecha de piedra y agua. Y el sonido del agua que cae es un eco envolvente, que vierte un silencio interior que nos sume en una profunda contemplación y asombro renovado.
COMPLEJO
Casi 50 camas en cabañas para parejas, familias y grupos ofrece este complejo turístico del municipio. El albergue cuesta unos 30 bs/día.